-Que descanse su paternidad -comentó el Prior. Nos vemos en el coro a la hora de maitines.
Llegando Esteban a su celda se despidió del hermano Cosme con una leve inclinación de cabeza… El hermano Cosme quedó sorprendido ante esa reacción, pues nadie le había dicho a Esteban que ese era el saludo que entre los monjes y frailes se hacían al cruzarse por los claustros del Monasterio.
Monseñor Bruno, contemplaba las nevadas montañas que estaban cerca del Monasterio desde la ventana de su celda… Algo le rondaba la cabeza sobre aquellas montañas que recorrían en sus largos paseos dominicales… Algo escondían que le perturbaban el sueño…
La campana mayor suena anunciando la hora de acudir al coro… Son las doce y media y es hora de acudir a la llamada del Altísimo…
Los monjes van saliendo de sus celdas y en silencio se dirigen a la Iglesia para el rezo… cada uno sabe el lugar que debe ocupar…
Monseñor Clemente, el maestro de ceremonias, es el encargado de ir a buscar a Esteban a su celda, la que está junto a la portería y a dos puertas de fray Cosme.
Dos leves toques en la puerta y espera la salida de Esteban…
-Buenas noches nos de Dios -dijo Clemente a Esteban…
-Buenas noches sean -respondió Esteban.
-Abríguese que la noche es fría y el viento sopla con fuerza -dijo Clemente.
-La ropa que llevo es fuerte para soportar el frío de la noche -comentó Esteban. Es la que uso en mis travesías por mar…
-Acudamos al coro donde el Prior le espera para tenerlo a su diestra -dijo Clemente a la vez que le indicaba el camino más corto para llegar a la Iglesia.
-Este lugar es impresionante -comentó Esteban. Nadie dudaría que estamos en un mundo muy distinto al que yo frecuento…
-Lo es… lo es… -dijo Clemente. Pocos tienen la suerte de poder visitarlo y los que lo han hecho, aquí se han quedado para siempre…
Esteban pudo comprobar por sus propios ojos como aquellos monjes cantaban y rezaban en la Iglesia por el tiempo de tres horas hasta que la campana volvió a sonar anunciando el termino de los rezos.
Los monjes y frailes, en perfecto orden abandonaban la Iglesia y se dirigían en riguroso silencio a sus celdas para descansar hasta el alba…
Tomando el Prior el brazo de Esteban le dijo en voz baja…
-Regresamos a nuestras celdas para descansar hasta la mañana. Sobre las ocho le llevaran el desayuno y a las diez nos veremos en la Sala Capitular.
-Como mande su paternidad -dijo Esteban inclinando la cabeza en señal de respeto y obediencia.
Ese gesto llamó poderosamente la atención a Bruno… Nadie le había dicho nada y lo hizo instintivamente…
-Algo esconde este hombre que me tiene cada vez más intrigado -dijo Bruno al Prior.
-Ya lo he notado en el coro -comentó el Prior. Me da que sabe mucho más de nuestra vida que nosotros de la suya…
-Mañana hablaremos con él largo y tendido, muchas cosas nos ha de contar que ignoramos -dijo monseñor Bruno…
-¿Se ha fijado que lleva el pergamino en su pecho… que no lo ha dejado en la celda? -dijo el Prior.
-¡Sí! Eso he visto… que lo sujetaba con fuerza -comentó Bruno. Me tiene muy intrigado…
-Mañana… mañana se desvelarán sus secretos -dijo el Prior. Buenas noches.
Monseñor Bruno marchó a su celda pensando en aquel misterioso pergamino que Esteban guardaba celosamente: ¿qué era lo que contenía…? ¿realmente guardaría la clave de algún tesoro…?
-¿Esto es el desayuno? -se preguntó Esteban al ver el carro que el fraile cocinero le había dejado en la puerta de la celda: una jarra de leche caliente… café… pan recién hecho… mermeladas de varios tipos… agua fresca… un plato de fruta recién cogida de los árboles del huerto…
Al cabo de una hora, dos suaves golpes sonaron en la puerta de la celda de Esteban…
En el suelo había una nota que le indicaba dónde acudir…
Tomando su pergamino y una deliciosa manzana salió de su celda camino del claustro gótico que estaba junto a la Iglesia…
-Espero que el desayuno haya sido de su agrado -comentó el Prior.
-¡Desayuno! -exclamó Esteban. Más bien pudiera decirse que era un banquete… manjar de dioses…
-Es lo que solemos tomar al levantarnos -dijo Bruno sonriente…
-Pues espere a la hora de comer… se va a asombrar -dijo el Prior.
-No le adelantemos acontecimientos… no sea que se atragante con la manzana -dijo Bruno soltando una carcajada…
-No me asusten… que después del desayuno no creo que tenga ganas de comer -dijo Esteban sonriendo.
-Pasemos a la Sala Capitular y hablemos de su inesperada llegada, de lo que viene a buscar en estos parajes -dijo el Prior. Seguro que tiene muchas e interesantes cosas que contarnos…
-Muchas hay -comentó Esteban…
-Bueno, veamos que nuevas trae para haber llegado de tan lejos hasta este Monasterio -dijo el Prior. Nos tiene muy intrigados con ese pergamino que guarda celosamente tras su guerrera de cuero…
-Como ya le dije a monseñor Bruno ayer, a mi llegada, este pergamino esconde un tesoro, un secreto que el mercader Egberto guardaba para sí… y al cual le quité en la playa, cuando vi que yacía muerto en la arena -dijo Esteban.
-Y… ¿qué dice el pergamino para que lo haya hecho venir a estas lejanas tierras? -preguntó el Prior muy intrigado y con ganas de verlo.
-Creo que la divina providencia lo puso en mis manos para beneficio de todos ustedes -comentó Esteban, a la vez que sacándolo de su pecho lo extendía en la gran mesa que tenía delante.
-¡Ese pergamino me es familiar! -exclamó Bruno… ese tipo de tintas que no se borran con el agua… ese cuero donde está dibujado…
-¡Vaya por Dios! -exclamó el Prior. No me diga que lo conoce…
-No exactamente -dijo monseñor Bruno, pero ese tipo de letra sólo hay una persona en la tierra que lo haga y es un monje budista del Tíbet…
-Pues del Tíbet a estas tierras hay un largo trecho -dijo el Prior… ¿No se habrá confundido al leer sus manuscritos?
-¡No! -exclamó Bruno. Sé de lo que hablo…
-Pues… como no se explique mejor… -comentó Esteban…
-Por cartas y manuscritos que leí en otros Monasterios que he visitado, se hablaba de un monje Budista del Tíbet que recorrió todo el mundo -comentó Bruno. Por donde pasaba dejaba escritos sus hallazgos y descubrimientos: cuevas subterráneas donde había ríos de agua dulce… Bosques enteros de árboles y plantas medicinales… Llanuras con animales exóticos y extrañas razas jamás vistas por el hombre… plantas carnívoras… reptiles prehistóricos con vida y…
-Y… ¿qué…? -preguntó el Prior muy intrigado.
-Pues que… sé que dibujó un plano de un tesoro… que en estas tierras estaba oculto en una cueva… -dijo el monje señalando con su dedo índice a las montañas que cobijaban el Monasterio. Lo que no recuerdo es exactamente a qué cueva se refería y que montaña era…
-No me diga que en alguna de esas montañas está oculto ese tesoro -comentó Esteban con asombro ante las palabras pronunciadas por el monje…
-¡Quien sabe! -exclamó el Prior. Igual hasta tenemos la suerte de ser los primeros en descubrirlo… ¡nunca se sabe!
-Según su pergamino -comentó Bruno, desde la playa hasta el Monasterio es correcta la indicación, si no, difícil hubiera sido que llegara hasta aquí. Lo que no veo claro es esas marcas que indican que, saliendo del Monasterio y después de recorrer algunas montañas llegue casi a la montaña del pico del murciélago…
-¿Pico del murciélago? -preguntó Esteban algo extrañado.
-Sí, -dijo el Prior… Es la montaña que podemos ver desde lo alto del torreón y que dista unos cientos de leguas al Este del Monasterio… es un lugar que no hemos visitado por quedar a bastantes días de marcha.
-Pues será cuestión de hacer una expedición y averiguar lo que en ella se oculta -comentó Esteban frotándose las manos…
-Si su paternidad lo autoriza, estaría encantado de acompañar a Esteban -dijo Bruno mirando al Prior que no salía de su asombro al oír al monje pidiendo permiso…
-¡Autorizarlo! -exclamó el Prior… si casi me dan ganas de ir yo mismo y que se quede usted al frente del Monasterio… Por supuesto que tiene mi permiso… ¡faltaría más!
-¿Cuándo salimos? -preguntó Bruno entusiasmado…
-Primero tenemos que planificar y estudiar el terreno… y lo que necesitaremos para poder llegar hasta la montaña -dijo Esteban. No podemos salir así, sin más, sin provisiones y sin todo lo necesario…
-Tiene razón -dijo Bruno. Es que el ímpetu por la aventura ha podido conmigo y ya me veía en la montaña…
-¿Dice usted, Padre Prior, que desde el torreón se ve la montaña donde creen que puede estar el tesoro? -preguntó Esteban muy intrigado…
-Sí, se ve a simple vista, -dijo el Prior, aunque hoy puede que no por la neblina que lo cubre…
-No es problema -comentó Esteban. Tengo un catalejo en mi capacho y con él podremos verlo mejor sin que nada se interponga…
-¿Catalejo? -pregunto Bruno… ¿no lo habrá requisado en el naufragio?
-¡Quien sabe… quien sabe…! -exclamó Esteban…
-Uy uy uy… Esteban es una caja de sorpresas -comentó el Prior riendo.
-Voy a la celda a por el catalejo y regreso en un momento -dijo Esteban.
-Nosotros le acompañamos -dijo monseñor Bruno. Así no tiene que volver de nuevo para luego ir al torreón que está muy cerca de su celda…
Acompañaron a Esteban hasta su celda y de allí al torreón. Una empinada escalera de piedra los llevaría a lo alto…
Las vistas eran espectaculares: a los pies del torreón se podía ver todo el Monasterio… las huertas… la gran balsa de agua… los corrales… las fuentes de cristalina agua que llegaban formando pequeños riachuelos hasta los pies del Monasterio… la Iglesia… el Campo Santo… y cómo no, aquellas montañas que daban abrigo y refugio a los monjes.
-Si se fijan bien -comentó Esteban, la montaña a la que hace referencia el pergamino es aquella que…
-¡Qué! -exclamó Bruno…
-Que tenían razón ustedes, bien parece un murciélago -dijo Esteban…
-¡Se lo dije… se lo dije y no me creyó! -exclamó el Prior. ¿A que tiene forma de murciélago?
-Sí… sí… todo el aspecto de un murciélago a punto de dar un salto -dijo Esteban que no dejaba de mirar con el catalejo… ganas tengo de llegar para verlo de cerca.
-Si me lo permite, me gustaría ver la montaña con ese catalejo -dijo Bruno a la vez que alargaba la mano para cogerlo…
-Por supuesto… tome y mire por él -dijo Esteban. Es espectacular lo que se ve.
-Realmente es impresionante estar tan lejos y ver las montañas tan cerca que casi puedes adentrarte en todos los recodos -comentó Bruno. Estos artilugios son muy importantes para poder ver y vigilar…
-¡Miren! -exclamó Bruno… si se fijan, entre los ojos del murciélago se aprecian unas sombras que bien pudieran ser las bocas de unas cuevas…
-Déjenme ver -dijo el Prior… No quiero perderme esa visión ahora que empieza a despejar y se ve más nítida la imagen de la montaña…
-Ponga el catalejo mirando al pico y descienda lentamente hasta llegar a la altura de lo que parecen los ojos -comentó Bruno al Prior. Ve lo que le digo…
-¡Cierto! -exclamó el Prior… bien parece la entrada de dos cuevas, una junto a la otra y separadas por un pequeño desfiladero de rocas… Los árboles bien parecen los ojos… y las rocas que los protegen, junto a los afilados acantilados, las alas extendidas del murciélago a punto de…
-¡Lo que yo decía… ni más ni menos! -exclamó Bruno. Todo un murciélago de grandes dimensiones.
-Si me lo permiten, me gustaría contemplarlo y estudiar el camino a tomar para poder llegar a la cima por el camino más fácil y menos peligroso -dijo Esteban.
-¡Faltaría más! -exclamó Bruno. Mire lo que precise. Yo le sostengo el atril y usted puede ir dibujando lo que crea necesario.
Tomó Esteban un lapicero y comenzó a trazar unas líneas sobre un pulido pergamino… Dibujaba perfectamente la montaña con todo lujo de detalles: los acantilados de rocas… los árboles que estaban a ambos lados de la montaña… lo que parecían los ojos del murciélago… las cavidades que bien pudieran ser las cuevas… aquellos arroyos que unidos en la bajada formaban grandes cascadas de fina y cristalina agua… los montes cercanos… todo quedaba plasmado en el pergamino que les serviría como guía.
-Calculo que desde el Monasterio hasta los pies de la montaña nos llevará casi dos jornadas -dijo Esteban. Siempre y cuando nuestro paso no sea excesivamente moderado, pero sin correr riesgos. Necesitaremos comida y agua para cuatro jornadas… mantas para abrigarnos por la noche… velas para alumbrarnos… y algunas cuerdas…
-Cuenten con todo ello -dijo el Prior. Bajemos y preparemos lo necesario.
-Le diré al hermano portero que prepare dos mulas con sus alforjas para que lleven la carga -dijo Bruno. Así no cargamos el peso en nuestras espaldas.
-¡Buena idea! -exclamó Esteban. Si vamos ligeros de peso el camino nos será más liviano.
-Si salen esta misma mañana, en dos jornadas estarán casi llegando a los pies de la montaña -comentó el Prior.
CONTINUARÁ…