Aunque como frase resulte tópica y manida, lo cierto es que una y otra vez comprobamos que es cierta: la única encuesta válida es la que resulta de las urnas, de la opinión expresada por los ciudadanos el día señalado, lo que implica la voluntad decidida por parte del votante de influir con su voto en la que será la manera en que se desarrolle su municipio, su isla, su país en definitiva…
No vale para nada el «deseo» expresado en las distintas encuestas, provengan de donde provengan, si a la hora de la verdad nos quedamos en casa o nos vamos a la playa pensando que «total, un voto más o menos no va a influir en el resultado final», puesto que todo depende de la suma de las voluntades expresadas por la mayoría y esa mayoría puede quedarse entrecomillada si, en un ejercicio de irresponsabilidad, acabamos desistiendo de ejercer nuestro derecho al voto (con tantos derechos que nos están quitando últimamente, mejor que aprovechemos los pocos que nos van quedando), lo que puede dar lugar a «sorpresas» inesperadas.
Pero existen muchos más motivos por los que las encuestas «pierden» credibilidad: muchas veces responden a intereses por parte de quien la paga, de ahí la expresión de «encuesta cocinada» que tanto oímos nombrar una y otra vez. Pueden ir orientadas a crear un sentimiento de «seguridad» para la candidatura con más posibilidades de tal manera que posibles votantes de otras fuerzas políticas piensen que no van a conseguir nada y no acudan a votar. Otras veces su orientación va encaminada a «meter miedo» con los resultados expuestos para influir a los votantes dudosos. No es necesario falsear datos para lo uno o lo otro. Simplemente basta a veces con la forma en que se pregunta y a qué segmentos se dirige.
Un ejemplo son las encuestas telefónicas: se dirigen a quienes tienen telefonía fija (con lo que desechan a un número cada vez mayor de posibles encuestados), dándose el caso además de que este segmento suele estar formado por personas mayores, con lo que se puede conseguir el efecto deseado.
También existen encuestas en las que por error o deliberadamente se deja «fuera» a determinadas formaciones con lo que los datos acaban siendo falseados. Un ejemplo: hace días respondí a una encuesta por internet en la que, tras preguntarme por mi Comunidad Autónoma, y a pesar de identificarme como canario, me mostraba una lista de partidos políticos en la que, además de las formaciones a nivel estatal, aparecían formaciones nacionalistas de distintas Comunidades (a las que, evidentemente no puedo votar), y la única formación nacionalista canaria que aparecía era Coalición Canaria, «olvidando» que tanto dentro del Parlamento Canario como del Parlamento Estatal aparece Nueva Canarias, con lo que se quedaba fuera sí o sí de la encuesta quedando como única opción marcar la casilla «otros». Este tipo de incongruencias pasan más a menudo de lo que debiera ser, sobre todo si queremos otorgarle fiabilidad a las encuestas.
Ahora mismo tenemos «fresquita» la encuesta del CIS, y los resultados que ofrece arrojan bastantes dudas, al menos en cuanto a los datos de Canarias, donde, no olvidemos, hace cuatro años las diferencias entre los datos que ofrecía para el archipiélago fueron erróneos tras los comicios de forma abrumadora. Llegaron a estimar 23 escaños para el PSOE, quien al final sólo alcanzó 15, y dejaron prácticamente fuera a Nueva Canarias (otra vez), alcanzando esta última formación 3 diputados, como ya sabemos.
Pero no ocurre sólo en el Estado Español. Hasta el momento último de las elecciones en el Reino Unido, las encuestas daban como claro vencedor al partido laborista vaticinando un descalabro de los conservadores, que, al final, han acabado consiguiendo la mayoría absoluta…
También hubo patinazo de las encuestas en las pasadas elecciones europeas, si lo recordamos, donde el resultado final varió ostensiblemente del vaticinado, y hubo más de una sorpresa.
Además, ¿quién garantiza que lo dicho por el encuestado se corresponda con lo que realmente piensa hacer el día de las elecciones? Como decía el doctor House: «Todo el mundo miente»…
No podemos fiarnos de las mil y una encuestas que aparecen un día sí y otro también. Si realmente queremos decidir nuestro futuro y el de nuestros hijos, tenemos que cumplir con nuestra cita el próximo 24 de Mayo.
(*) Angel Rivero García www.encanarias.wordpress.com