Se llamaron ‘fascista’, ‘tránsfuga’ y se juraron venganza eterna después de abandonar Nueva Canarias olvidando los tiempos de ‘vino y rosas’ vividos bajo el paraguas de ‘papá Santiago’ para la ‘Causa Nuestra’. Pero un buen día todo cambió. Las que antes eran malas, malísimas, se convirtieron en amigas inseparables, mujeres ellas de armas tomar (con perdón de los que reivindican los derechos de la mujer, la igualdad y la paz mundial), pero si son ruines, de alguna forma las tendremos que llamar… ¿no?
Hoy se abrazan en la misma plaza de San Juan que hace bien poco recogía sus mutuos exabruptos. Un abrazo es una muestra de cariño reconocible en distintas culturas. Se conoce como el abrazo del oso, a la aparente demostración de afecto que en el fondo encierra una trampa. La foto, además de ser ensimisma una aberración, no esconde la falsa realidad que pretende recrear: Ni nuestro inconsciente ni nuestro cuerpo sabe mentir, es evidente que tragaron sapos y culebras para inmortalizar un gesto no sincero, claramente fingido.
Cuando hablamos de semiótica política, esta norma básica de lenguaje corporal tiene un matiz, cuando dos personas se abrazan, el grado de comodidad o confianza es directamente proporcional a la cercanía de sus caderas. La distancia entre las caderas también revelará el abrazo verdadero del falso. Un abrazo de oso con caderas alejadas… malo. La imagen no da lugar a dudas.
Todo lo que digamos que son estas dos nefastas políticas, lo son y aún peor, se venden por un caramelo al mejor postor. «Si tú me votas a mí, te prometo un pirulí». Así están en Nueva Canarias y Coalición Canaria, repartiéndose abrazos de oso traidor sin vergüenza ni estupor. Luego los malos somos los que contamos las cosas como son.