El reciente congreso de Nueva Canarias ha sido anunciado con entusiasmo como una etapa de renovación, modernización y mirada al futuro. Palabras grandes, pomposas, casi épicas. Pero cuando uno rasca un poco el barniz de la nota de prensa, lo que aparece debajo no es una revolución, sino un “remake” de bajo presupuesto, con actores conocidos, guion repetido y el mismo productor de siempre detrás del telón: Román Rodríguez.
Porque sí, amigos y amigas, el nuevo equipo renovado incluye como vicesecretaria general a Carmen Hernández. Sí, la misma Carmen Hernández que fue la gran responsable del descalabro de Nueva Canarias en Telde. Aquella que dejó al partido en mínimos históricos, desfondado, sin proyecto ni ilusión, convertido en una caricatura de lo que prometía. Un liderazgo que ni convencía, ni cohesionaba, ni sumaba… más bien restaba. Y sin embargo, ahí está, relanzada como si el desastre no hubiera ocurrido, como si fuera la gran esperanza verde-azulada del nacionalismo canario.
¿Y a quién pretenden convencer con eso? ¿A la militancia? ¿A la ciudadanía que ha visto cómo NC se evaporaba en los municipios y se diluía en la oposición? ¿O simplemente a ellos mismos, en una especie de autoengaño colectivo donde el pasado se maquilla como experiencia y el fracaso se vende como “bagaje político”?
Pero lo más divertido —por no decir patético— es que detrás de toda esta escenografía sigue estando el de siempre, el incombustible Román Rodríguez. El hombre que ha estado al frente del partido desde que usar fax era moderno. El que dice que da un paso al lado… pero se asegura de tener el otro pie bien plantado en el centro de control. Porque Román no se va, no se retira, no se jubila: se reubica. Maneja desde la sombra con la misma habilidad con la que otros manejan los hilos del guiñol. Y el nuevo secretario general, Luis Campos, muy válido y bien intencionado, tiene ahora la difícil tarea de dirigir un partido con un timonel en la sombra y un pasado que no acaba de irse.
¿Esto es renovación? ¿O es una reencarnación mal hecha? ¿Un “vamos a hacer como que cambiamos algo para que todo siga igual”? Nueva Canarias necesitaba reinventarse, abrir las ventanas, ventilar el aire viciado y construir un nuevo relato. En cambio, ha decidido reeditar su vieja fórmula, con las mismas piezas oxidadas, como si no hubieran aprendido nada del descalabro electoral, de la pérdida de peso institucional o de la desconexión con la calle.
La renovación no es ponerle un lacito de igualdad paritaria a una estructura gastada. La renovación no es ascender a quien ya ha fracasado. La renovación no es mantener a Román como el gran cerebro en la sombra mientras se aparenta un cambio cosmético.
Lo que han hecho en NC no es renovarse, es morir en bucle, como si la política fuera un eterno “Día de la Marmota”. Y claro, cuando uno repite los mismos errores esperando resultados diferentes, lo que obtiene no es cambio, es autoengaño. Pero con foto oficial y rueda de prensa, eso sí.
Así que mientras ellos celebran su congreso con abrazos y discursos emotivos, muchos ciudadanos canarios asisten a este espectáculo con una mezcla de asombro y decepción. Porque si esto es lo nuevo, imagínense cómo será lo viejo.
El nacionalismo progresista de Nueva Canarias tenía una oportunidad histórica de recomponerse, recuperar el pulso, renovar cuadros, pedir perdón y volver a conectar con la gente. En su lugar, ha optado por repartir sillas entre los de siempre, nombrar a quienes ya naufragaron… y mantener al viejo capitán Román como patriarca perpetuo.
Eso no es un cambio. Eso es el epílogo de una historia que se repite.
Juan Santana, periodista y locutor de radio