¿QUÉ LE PARECE LA DIMISIÓN DE ABRAHAM SANTANA DE NUEVA CANARIAS?

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Abraham Santana, quien fuera concejal del área de Parques y Jardines en el Ayuntamiento de Telde durante el mandato anterior, anunció mediante un mensaje publicado en redes sociales que abandona las filas del partido de Nueva Canarias, del que formaba parte desde hacía varios años.

Santana presentó su renuncia a través de una carta de cuatro folios en donde expone sus motivos, entre los que se encuentra que considera que NC “no es un buen partido político”, entre otros asuntos porque “no existe la democracia interna; no se piden opiniones a sus simpatizantes o vecinos cercanos”, sostiene en el comunicado, además de arremeter contra Carmen Hernández, líder de la ejecutiva local, tachándola de “poco transparente”.

Asimismo, analizó negativamente la gestión del partido durante sus años de mandato, criticando el estado de los servicios sociales o los básicos”.

ONDA GUANCHE quiere conocer la opinión de la ciudadanía sobre “¿QUÉ LE PARECE LA DISIMISIÓN DE ABRAHAM SANTANA DE NC TELDE?”. Para tal fin, en la sección de “Encuestas” que habilitamos en la columna derecha de la web, abrimos los próximos siete días, un cuestionario sobre este asunto, al objeto de hacernos una idea aproximada de cómo valora la calle esta situación.

«Lo que me contó el abuelo Pancho. Un cuento para celebrar los finados»

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Relato inspirado en la epidemia de Cólera Morbo Asiático que, en 1851, asoló Gran canaria.

Aquella noche era una noche muy emotiva para las familias de aquel pequeño y humilde pueblo de las medianías de Gran Canaria. Una noche llena de ausencias, donde el dolor y las lágrimas por la pérdida reciente de muchos de sus seres queridos se mezclaban con el miedo. El miedo que, junto con la muerte y la miseria, sembró el cuarto jinete del Apocalipsis entre la gente del lugar.

Pero el miedo que el despiadado jinete del corcel amarillo había depositado en sus corazones, que les robó la alegría, pero no la inocencia, no fue suficiente para que aquella noche los niños dejaran de cumplir con la tradición de visitar las casas del pueblo preguntando si ´había santos´, con la ilusión de recibir a cambio el agradecimiento y la simpatía de los vecinos en forma de un puñado de nueces o de castañas.

Aquel año, como sucedía en el resto de las familias del pueblo, alrededor de la mesa en la que la familia de la abuela Rosario celebraba la cena donde recordaban a sus finados había muchas sillas vacías. Las sillas vacías que dejaron las víctimas que segó el ponzoñoso dalle con el que el cuarto jinete diezmó al pueblo durante el verano.

Después de la cena, en la sobremesa, convencida de que nadie muere definitivamente mientras se mantenga en el recuerdo de sus seres queridos, la abuela Rosario, para que la familia no se olvidara de los que en otro tiempo ocuparon las sillas que aquella noche quedaron vacías, comenzó a hablar de sus finados, de sus bondades, de sus aventuras y desventuras cuando todavía transitaban por, según ella, este valle de lágrimas, antes de tomar el eterno sendero de la muerte.

Entretanto que la familia, entre silencios, gemidos o lágrimas escuchaba con atención a la abuela Rosario, Juanillo, el vástago más tierno de la familia, subido sobre una silla y apoyado en el quicio de la ventana, se distraía observando como a través de los cristales de la misma una pequeña luz, procedente de la ladera de la montaña, entraba en la casa para unirse a la llama de la lámpara de aceite que la abuela Rosario había colocado junto a la foto de su esposo, formando las dos una  llama más viva, más luminosa.

Al borde de la media noche, un rancho de ánimas hizo estremecer el silencio dolorido y oscuro de las calles empedradas con sus canciones monódicas y responsoriales, que parecían salir de las frías tumbas que en la falda de la montaña acogían a los que habían fallecido durante el verano a causa de la epidemia de cólera.

Acabada la velada, el pequeño Juanillo se acercó a la abuela Rosario para decirle que, mientras ella le hablaba a la familia, el abuelo Pancho había bajado de la montaña para hablar con él. Que le había dicho que dentro de muchos años el jinete llamado Muerte, volvería a cabalgar de nuevo sobre el lomo de un caballo amarillo, y que, como ocurrió aquel año, volvería a sembrar la Tierra de un mal invisible, que haría germinar de nuevo en la humanidad el miedo, el hambre, la miseria, y la muerte.

La abuela, en silencio, se giró hacia la ventana, para que su nieto no viera como se enjugaba las lágrimas con su viejo y raído delantal.

Recuerda que la mejor forma de conquistar a un pueblo es secuestrándole su cultura. Niégate a celebrar Halloween y homenajea a nuestros finados.

 José Juan Sosa Rodríguez.

«LO QUE ME CONTÓ EL ABUELO PANCHO. UN CUENTO PARA CELEBRAR LOS FINADOS»

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Relato inspirado en la epidemia de Cólera Morbo Asiático que, en 1851, asoló Gran canaria.

Aquella noche era una noche muy emotiva para las familias de aquel pequeño y humilde pueblo de las medianías de Gran Canaria. Una noche llena de ausencias, donde el dolor y las lágrimas por la pérdida reciente de muchos de sus seres queridos se mezclaban con el miedo. El miedo que, junto con la muerte y la miseria, sembró el cuarto jinete del Apocalipsis entre la gente del lugar.

Pero el miedo que el despiadado jinete del corcel amarillo había depositado en sus corazones, que les robó la alegría, pero no la inocencia, no fue suficiente para que aquella noche los niños dejaran de cumplir con la tradición de visitar las casas del pueblo preguntando si ´había santos´, con la ilusión de recibir a cambio el agradecimiento y la simpatía de los vecinos en forma de un puñado de nueces o de castañas.

Aquel año, como sucedía en el resto de las familias del pueblo, alrededor de la mesa en la que la familia de la abuela Rosario celebraba la cena donde recordaban a sus finados había muchas sillas vacías. Las sillas vacías que dejaron las víctimas que segó el ponzoñoso dalle con el que el cuarto jinete diezmó al pueblo durante el verano.

Después de la cena, en la sobremesa, convencida de que nadie muere definitivamente mientras se mantenga en el recuerdo de sus seres queridos, la abuela Rosario, para que la familia no se olvidara de los que en otro tiempo ocuparon las sillas que aquella noche quedaron vacías, comenzó a hablar de sus finados, de sus bondades, de sus aventuras y desventuras cuando todavía transitaban por, según ella, este valle de lágrimas, antes de tomar el eterno sendero de la muerte.

Entretanto que la familia, entre silencios, gemidos o lágrimas escuchaba con atención a la abuela Rosario, Juanillo, el vástago más tierno de la familia, subido sobre una silla y apoyado en el quicio de la ventana, se distraía observando como a través de los cristales de la misma una pequeña luz, procedente de la ladera de la montaña, entraba en la casa para unirse a la llama de la lámpara de aceite que la abuela Rosario había colocado junto a la foto de su esposo, formando las dos una  llama más viva, más luminosa.

Al borde de la media noche, un rancho de ánimas hizo estremecer el silencio dolorido y oscuro de las calles empedradas con sus canciones monódicas y responsoriales, que parecían salir de las frías tumbas que en la falda de la montaña acogían a los que habían fallecido durante el verano a causa de la epidemia de cólera.

Acabada la velada, el pequeño Juanillo se acercó a la abuela Rosario para decirle que, mientras ella le hablaba a la familia, el abuelo Pancho había bajado de la montaña para hablar con él. Que le había dicho que dentro de muchos años el jinete llamado Muerte, volvería a cabalgar de nuevo sobre el lomo de un caballo amarillo, y que, como ocurrió aquel año, volvería a sembrar la Tierra de un mal invisible, que haría germinar de nuevo en la humanidad el miedo, el hambre, la miseria, y la muerte.

La abuela, en silencio, se giró hacia la ventana, para que su nieto no viera como se enjugaba las lágrimas con su viejo y raído delantal.

Recuerda que la mejor forma de conquistar a un pueblo es secuestrándole su cultura. Niégate a celebrar Halloween y homenajea a nuestros finados.

 José Juan Sosa Rodríguez.

EL PP DENUNCIA LA FALTA DE SOCORRISTAS EN LAS PLAYAS DE TELDE

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El PP de Telde pondrá este lunes en conocimiento de la Concejalía de Playas la falta del servicio de socorristas durante los fines de semana, obligación inherente al Ayuntamiento de Telde, que ha podido ocasionar durante la jornada de este sábado una desgracia a los usuarios y usarías que han acudido a disfrutar de las playas de nuestro litoral. Hasta 6 personas han estado en riesgo por las fuertes corrientes que se han producido en la Playa de Salinetas, las cuales han sido rescatadas por bañistas de la zona. 

En este sentido, salvo la Playa de Melenara que al tener bandera azul dispone de este servicio todo el año, el concejal del área, Jonay López, podría incurrir en posibles responsabilidades civiles y/o penales si sucediera un accidente, ya que el Decreto 116/2018, de 30 de julio, del Gobierno de Canarias obliga al Ayuntamiento de Telde a disponer de un plan de seguridad y salvamento en las ocho playas de mayor afluencia de Telde. Además, en base a esta normativa autonómica, se debe reforzar los efectivos y la vigilancia de socorrismo y salvamento entre los viernes y domingos, así como los días festivos.

El incumplimiento por parte del concejal de Playas, está poniendo en peligro la seguridad de los bañistas que acuden a las calas de Telde, y puede derivar en situaciones tan desagradables como las acontecidas en el día de hoy.

El Partido Popular de Telde le recuerda al concejal de dicho departamento, Jonay López, que llevamos dos años solicitándole que ese servicio sea permanente para evitar situaciones de inseguridad a los bañistas y que recuerde lo que él mismo manifestó en su día Telde es el segundo municipio de Canarias en adaptarse al nuevo decreto autonómico, declaraciones realizadas en octubre de 2019. Pues ni una cosa ni otra, ya que la falta de socorristas fuera de la época estival, implica un incumplimiento tanto de la normativa en la materia como del propio Plan de medidas de seguridad y emergencias  para las playas de Melenara, Salinetas, Hoya del Pozo, Playa del Hombre, La Garita, Tufia y Aguadulce, como recoge el documento que encargó la propia concejalía.

Desde el PP de Telde, no podemos entender como no existe un servicio permanente durante los fines de semana y festivos en el municipio, y más cuando en este momento las playas son un espacio abierto al que acuden cientos de personas para buscar un espacio de ocio ante la grave situación que estamos viviendo.

Por último, el PP de Telde pedirá responsabilidades por la dejación de las funciones del concejal de Playas, y la gravedad del problema que está generando inseguridad para las vidas de los ciudadanos y ciudadanas, tanto de Telde como de otros municipios.