El doctor Gregorio Marañón recordaba que la rebeldía de la juventud “es un deber esencial por mucho que al burgués le suene a un ser frenético que, con las armas en la mano, agita la paz social. Rebeldía les suena a tiros, a revuelta, a incendios, sin embargo —sigue diciendo—, la Real Academia dice que un rebelde es un ser indócil, fuerte y tenaz”. Pues bien, en esa misma línea burguesa, las sociedades de nuestro tiempo siguen cargando las tintas sobre la juventud para achacarle todos los males habidos y por haber, pero también es mentira.
La única verdad es que, si nos circunscribimos a Canarias, la juventud es el sector de población más castigado en todas las crisis: índice de paro más elevado, más precariedad laboral, mayor temporalidad y bajos salarios, aumento de la edad de emancipación familiar, imposibilidad de acceder a una vivienda, a bienes básicos de consumo, peores índices de bienestar que en otros territorios… Por el contrario, conviene reflejar que la juventud —de dentro y de fuera— es la mejor preparada de toda nuestra historia, la más comprometida socialmente, la que nutre con fuerza los movimientos asociativos, las ONG y, desde luego, es la punta de lanza del arte y de la cultura de este país.
Y por supuesto que es falso que los jóvenes sean corresponsables de lo que nos está pasando como pueblo. Los únicos responsables son quienes han tratado y aún tratan de comprarlos con las migajas que les ofrece la “vieja política” o cualquiera de las terminales que tienen subcontratadas con recursos públicos. La juventud de Canarias, como la del resto del Estado, es perfectamente consciente de que, como nos advierte Analía Plaza en su último libro, “los boomers han vivido mejor que sus padres y están viviendo mejor que sus hijos”. Por eso, siendo el sector más numeroso en términos demográficos, hay que entender que no quiera ser colaboracionista con el actual statu quo de los viejos partidos políticos, de los sindicatos… que, más allá de las estructuras y de los formalismos legales, tratan de mantenerla alejada de los centros y órganos de decisión.
Pero cuidado porque, como también advirtió el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan: “Una sociedad que aísla a sus jóvenes y que corta sus amarras está condenada a desangrarse”. Clarito, clarito señores de las élites políticas, económicas y otras. Esta juventud ya no admite participar en esa suerte de nuevas generaciones de los partidos y esperar desde allí el permiso para ir ascendiendo en la escala de responsabilidades políticas; ni siquiera ser agraciados millenials que asumen el trabajo de otros, con menos reconocimiento y menor salario. Aquel y este son mensajes nítidos a la sociedad de que la arquitectura socioeconómica de Canarias, y tampoco la política, van a cambiar si la juventud no la cambia.
Confiar en los jóvenes debería ser una prioridad de la política de este país, pero para muchos durante demasiado tiempo no lo ha sido. Conscientes de ello, todavía hay quienes tratan de controlar su deriva desde “la puerta de atrás”, promocionando responsables más o menos de paja. En Drago Canarias decimos alto y claro que es un grave problema democrático que afecta al desarrollo de nuestro país, que es difícil de justificar que la vieja política persista en prescindir de generaciones jóvenes muy preparadas, o que disfracen ese impulso cooptando a sus representantes con buenos sueldos en agencias públicas o asesorías políticas. Sencillamente, es un insulto social y un despropósito que estamos pagando y pagaremos todos.
El profesor y político Antonio Hernández Lobo escribía en uno de sus artículos que “en los partidos políticos, la juventud aparece por el propio interés de los de siempre, es decir, de los políticos bien situados en el aparato” y remachaba que “unicamente cuando consigan integrar a los jóvenes en sus estructuras, cuando las organizaciones políticas juveniles desaparezcan, será en este momento cuando los jóvenes participarán más en política”.
Drago Canarias está en esas claves. Ahí está la juventud de nuestros portavoces, ahí están los índices de edad de la militancia y de los simpatizantes, ahí está la formación y el compromiso de nuestros cuadros, ahí están los trackings de seguimiento en redes sociales… Sí, esta organización política confía de verdad en la juventud de este país para que vaya cogiendo las riendas de su futuro. Está convencida, además, de que sólo así se podrá ir revirtiendo la desconexión real de los jóvenes por los asuntos públicos y, de ser cierta, esa otra tendencia ultraderechista que cautiva a otros jóvenes.
Pero no es sólo una cuestión de estructuras administrativas o legales, que también. Hace falta trabajo, compromiso, coherencia, credibilidad… Algunos de los actuales responsables de la izquierda impulsaron desde el gobierno y aprobaron en el Parlamento de Canarias la nueva Ley de Políticas de Juventud, y entonces se les llenó la boca al proclamar que, con ella, “la juventud canaria ya podría conquistar derechos y libertades…”. En concreto, nada más se supo de ese fervor por la deriva juvenil de la señora y del señor diputado.
Los datos que aporta el propio Consejo de la Juventud, referidos a 2024, indican que sólo el 10,98 % de los jóvenes nacidos en Canarias pueden emanciparse —la tasa más baja desde que hay registros, 2021—, que cada vez se aleja más la posibilidad de comprar una vivienda —sociales no hay—, cuyo precio medio ronda en las Islas los 200.000 euros, que el alquiler medio de un piso se sitúa en 1200 euros, la misma cuantía que el salario medio de los jóvenes. Si añadimos las dificultades para acceder al bono de alquiler que financia el Estado, que el gasto medio que destinan para vivir los jóvenes emancipados es de 766 euros, la temporalidad, la precariedad de los trabajos… Hemos de concluir que, sin ayudas y mayor compromiso intergeneracional, la emancipación de nuestros jóvenes con este modelo de gobernanza es poco menos que misión imposible.
Sana envidia produce leer a Adrián López, director general de Juventud y Emancipación del Gobierno Vasco, en sus declaraciones del pasado mes de agosto a la prensa. Expresaba con toda rotundidad cómo en su país se trabaja y se empuja para que la juventud vasca alcance el derecho a emanciparse a una edad razonable, se le garantice un trabajo digno, puedan acceder a una vivienda, que no esté condenada al apoyo subsidiario de la familia, a tener un bienestar emocional… Cómo están firmemente comprometidos en auspiciar la solidaridad entre generaciones, en apoyar oficinas presenciales y online, en el emprendimiento de la juventud vasca, en el convencimiento de que la juventud vasca ha de ser necesariamente del futuro del país. Sana envidia de una gestión de gobierno de la que deberían tomar nota algunas instituciones y la inmensa mayoría de la vieja política de este país.
Ahora que en la izquierda y en la derecha andan muy preocupados en ese cuento de la lechera de afianzar pactos y recontar los votos expresados en las últimas elecciones, con la otra finalidad no manifestada de seguir metiendo en la talega diputadas y diputados, consejeros y consejeras, alcaldes y alcaldesas, concejalas y concejales, asesores y asesoras, de estar en disposición ofrecer puestos, representaciones y cuchipandas a sus redes clientelares. En ese punto, insistimos en que esta organización hablará con cualquiera que nos invite a ello, pero que esas urgencias ni nos ocupan, ni las consideramos una prioridad en este momento.
Drago Canarias está y estará en lo que consideramos mollar para la salud democrática de este país: en cómo afrontar la creciente desconexión de la gestión de lo público de la sociedad, en la urgencia de poner blanco sobre negro la necesidad de no “renovar contrato” a quienes arrastren mochilas llenas de incumplimientos, de falsas promesas, de deslealtades con la ciudadanía, de corrupción y nepotismo, de oportunidades frustradas… y desde luego, en convencer a la juventud para que empuje el cambio, de que esta organización es limpia, de palabra y que, llegado el caso, no les fallará.
Estamos en eso y en asumir cuotas de poder institucional para que la sociedad y los jóvenes en particular tengan una voz imprescindible y autorizada, con capacidad real de decisión, para que puedan sentirse protagonistas de la transformación de los servicios y el futuro que demanda este país. En esas cosas está el activismo y la gestión política del espacio Drago Canarias.
Ese es y ese será nuestro compromiso.
Héctor Morán, Responsable de Organización y Confederalidad de Drago Canarias