Cinco pobres perros hallados muertos en su cauce han puesto en el mapa de España el barranco Real de Telde. Aquí no es precisamente un desconocido. Es la arteria natural más emblemática del municipio, una joya geológica que, sin embargo, ha quedado convertida en fosa de animales y basura.
Los cinco canes, dos de ellos de muerte reciente, fueron descubiertos en lo que parecía un macabro matadero de perros. Da la impresión de que yacían en el cauce tras haber sido despeñados desde lo alto del cantil, en un tramo muy poco conocido donde el barranco Real se hace Príncipe, justo entre Valle de los Nueve y el viaducto de San José de Las Longueras. En ese sector se estrecha tanto que muta en cañón y adopta aires selváticos por la humedad del ambiente y los cantiles cubiertos de vegetación, un cauce ideal para el paseo si no fuera porque la falta de civismo y la impunidad que ofrece la poca accesibilidad de este tramo han favorecido su reconversión en una gigantesca fosa para animales, residuos y aguas negras.
Los agentes del Seprona de la Guardia Civil ya retiraron tres de los perros. Se los llevaron con la intención de poder practicarles una necropsia. Siempre que la autorice un juez. Allí se quedaron, como testigos de un acto criminal, los restos ya momificados de otros dos. No son los únicos muertos de este cauce. Barranco arriba, hacia el interior, se adivinan los esqueletos de otros dos. Y otro se intuye. Huele, pero su rastro se pierde entre el tupido follaje. La vegetación campa a sus anchas, salvaje, y hasta se descuelga cual enredadera por paredes de piedra.
Sin embargo, este tramo del barranco Real no solo ofrece complicidad para despiadados enemigos de los animales. También para los menos respetuosos con el medio ambiente, aquellos que usan los cauces como no tan improvisados puntos limpios. Sus huellas se distribuyen por doquier, tanto en las zonas del barranco más transitadas como en las menos. Hay curiosos hitos, como neveras, o colchones. Sobre un promontorio de piedras y en medio de un tapiz de tallos verdes, alguien plantó un tambor de lavadora. Un vecino cambió la decoración de su casa y tiró dos de sus sillones al cauce.
En el tramo bajo, cerca del mar, la basura se amontona en vertederos, y el barranco sirve como picadero público y gratuito.
Canarias7