TERCERA PARTE DEL RELATO CORTO: «¿QUIÉN LO HIZO?» (POR JAVIER MARTÍ)

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– Pero ese toldo tiene algo pintado que bien parece… un espectro…! -dijo Juan señalando con su dedo.

– Mi hermano tuvo la brillante idea de pintar un espectro en el toldo -dijo Isidro.

– Os habéis fijado en sus ojos -dijo Iriome, cambian de color: blanco… negro… blanco… negro…

– Brillante o no, acojona verlo -dijeron Cosme y Raimundito.

– ¡Y mucho! -exclamó Acaymo.

– ¡Y tanto! -dijo Ayoze… ¡Y tanto!

– Mi hermano Felipe es un cachondo y a todo le saca partido -dijo Isidro. Y no iba a ser menos con este toldo. Mi abuelo puso ese toldo para evitar que la nieve bloqueara la puerta y aprovechando que tenía dos agujeros casi al mismo lugar de los ojos, que era por donde él podía ver el exterior, a Felipe se le ocurrió la brillante idea de pintar, con gran acierto, este nefasto y espantoso espectro que a más de uno le pondría los pelos de punta si osaba acercase a la puerta.

– Pues lo ha conseguido…! -dijeron todos.

– Yo pensé que era el abominable hombre de las nieves versión peninsular -dijo Ayoze riéndose…

– Más que abominable hombre de las nieves bien parece un demonio venido del más allá -comentó Raimundito. ¡No hay más que ver su demacrada y desencajada cara que tiene el muy joío…!

– Tu hermano tiene mucha visión de futuro -dijo Juan riéndose…

– Más bien visión de pasado… -comentó Anselmo soltando el machete que portaba en su mano y que apoyaba sobre la mesa.

– ¡Joder Anselmo…! Suelta ese machete no sea que se lo claves al espectro y te haga algo esta noche mientras duermes -dijo riéndose Acaymo.

– Tranquilos, que ese de ahí no se mueve -dijo Isidro. Está bien agarrado y sujeto al toldo…

– Tiene una altura muy considerable -comentó Nacho. Mide casi dos metros…

– Sí, mi abuelo era muy alto -dijo Isidro.

– ¡Y tanto! -exclamó Acaymo. Bien grande si que era el macho.

          Tras cerrar la puerta y pasar los pestillos, terminaron la cena y           comenzaron la tertulia con el café y las botellas de Ron Telde, coñac y        otros licores.

          Frente al calor del fuego que era bien recibido por todos, y tras el susto que el falso espectro les había causado, entre bromas y cuentos de           noches de espectros llegó lo esperado.

          Acaymo comentó que conocía una leyenda que, de generación en           generación iba pasando entre Padres e hijos y que trataba del ya famoso         «árbol bonito de la presa de las niñas» allá, en la Isla de Gran Canaria.

          Todos quedaron intrigados por el comentario de Acaymo y pidieron a        éste que lo relatara.

          Cuando Acaymo comenzó su relato, la leyenda de Casandra, Ayoze fue     apagando las velas de salón para dar un ambiente más íntimo y de           misterio que a más de uno hizo poner la piel de gallina.

          La leyenda de Casandra, una joven quinceañera que enamoró           profundamente a Iván, su único amor…

– Era una relación entre dos adolescentes quinceañeros que no gustó a la gente del lugar -dijo Acaymo. Fruto de ese amor nacieron dos mellizos…

– ¡Lo normal! -exclamó Cosme. Es lo que suele pasar cuando se calienta el ambiente y…

– ¡Calla y deja contar! -replicó Raimundito. Como vuelvas a cortar la narración te pongo junto al espectro de ahí fuera.

– Sigue… sigue… -dijo Nacho. Esto se pone interesante…

          Acaymo prosiguió con su relato:

– Casandra era una joven muy hermosa que vivía con gran pasión su primera relación amorosa. El joven que la cautivó se llamaba Iván y de ese romance nacieron dos mellizos. Tras el parto, Casandra temía que su hermosura decayera y que Iván, su amado, perdiera el interés por ella. Sin pensarlo dos veces, hizo un nefasto y maléfico pacto con el diablo… -relataba Acaymo.

– ¡Manda huevos con la niña! -exclamó el incrédulo de Juan ante la mirada de los presentes.

– Juan, deja de interrumpir a Acaymo… -dijo Nacho. Guarda tus comentarios para el final del relato. No hagas que pierda el norte y se le olviden los detalles.

– Dudo que Acaymo pierda el norte del relato, lo conoce muy bien -dijo Iriome. Él sabe muy bien de qué va esta leyenda.

– Bueno, dejemos que siga Acaymo contando y tú, Juan, contente un poco con tus comentarios -replicó Anselmo.

– Casandra hizo un pacto con Satanás en el que los mellizos serían los  principales implicados. Para tener la juventud y belleza eterna que deseaba, debía sacrificar a los pequeños junto al árbol donde se habían entregado a los juegos amorosos los dos, Iván y Casandra. -relataba Acaymo visiblemente emocionado.

– ¡Mala pécora! -exclamó Juan.

– Cállate de una vez o te tapo la boca con… -dijo Nacho enojado.

– Vale… vale… me callo… -replicó Juan poniéndose la mano en la boca.

– Llegada la noche, esperó a que Iván se durmiera. Y tomando a los mellizos  los llevó hasta el árbol portando, en su cintura, un puñal para realizar el sacrificio. -relataba Acaymo. Justo a la media noche, elevó el cuchillo y cuando se disponía a realizar lo pactado con el diablo, frente a ella divisó a Iván que horrorizado contemplaba la macabra escena que estaba a punto de cometerse.

– Y… ¿qué hizo Iván? -preguntó Raimundito…

– Iván, sin pensarlo dos veces, salió de entre unos matorrales y se abalanzó sobre Casandra arrebatándole los mellizos, los dejó a buen recaudo al tiempo que golpeaba fuertemente a Casandra que caía desvanecida a los pies del árbol… ése donde fueron felices con sus amoríos… -relataba Acaymo con lágrimas en los ojos. La ató al árbol con unas cadenas y la quemó viva como quemaban a las brujas en aquellos lugares.

– Ñoss, ¡qué fuerte! -exclamó Cosme. Tengo los pelos de punta…

– Dicen que se escucharon a los mellizos llorar desesperadamente y las sarcásticas carcajadas del diablo que contemplaba la diabólica acción que Iván estaba cometiendo… -relataba Acaymo.

– ¡Qué fuerte! -dijo Juan. Me ha dejado la mente en blanco…

– A todos -exclamó Anselmo. Nos ha dejado a todos muy abrumados.

– ¿Qué fue de Iván? -preguntó Raimundito muy intrigado.

– Se comenta en otra leyenda que el padre de Casandra aturdido y enojado por esos amores mal vistos dió muerte a Iván -comentó Iriome. No hay nada cierto.

– ¡Qué bestia el Padre de Casandra! -exclamó Cosme dando un puñetazo sobre la mesa que hizo saltar los vasos y las botellas de vino y licores.

– Y… ¿qué pasó con los mellizos? -preguntó Raimundito. ¿Se sabe algo de esos pobres niños?

– Nadie sabe nada, ni dar razón alguna de ellos -dijo Acaymo.

– Y… ¿el árbol bonito existe o es otra leyenda como lo sucedido a Casandra e Iván? -preguntó Anselmo muy intrigado.

– El árbol sí existe. Es un pino, el pino bonito que está en lo alto de una loma en la Presa de las Niñas, en la cumbre de Gran Canaria -dijo Ayoze adelantándose a Acaymo que, en ese momento, estaba visiblemente emocionado.

– Ayoze… ¿Cómo es ese árbol? -preguntó Juan muy interesado en el relato. ¿Lo has visto alguna vez?

– Yo he estado a su vera, lo he tocado y os puedo asegurar que causa escalofríos -respondió Ayoze. Es un gran pino de dos troncos que se unen en la base del mismo dejando entrever sus raíces y su majestuosa altura y belleza… Es el más grande del lugar.

– ¡Y…! -exclamaron Anselmo y Nacho que conforme escuchaban el relato iban tomando notas y dibujando las escenas en sus cuadernos de dibujo.

– Pues… que se  comenta que aún hoy en día, de vez en cuando, en las noches de luna llena se escuchan los desgarradores gritos de la joven… y cómo se oyen arrastrar cadenas que presuntamente sujetan el alma en pena de Casandra que vaga por aquel lugar… -dijo Ayoze.

– Hay quien afirma haber visto un corazón tallado en el tronco del pino bonito con las iniciales de «I» y «C» y que al amanecer ya no están… -dijo Acaymo.

– Ese pino lo he de ver yo, sino no lo creo… -dijo Juan muy impulsivamente.

– Te pareces a uno de los Apóstoles de Jesucristo, que hasta que no vió las yagas de los clavos y costado no creyó… -comentó Nacho.

– Tú dirás lo que quieras, pero yo sé lo que digo -replicó Juan.

– Obras son amores y no buenas razones dice el refranero, ¿verdad Juan? -dijo Iriome. Yo pienso como tú: ver para creer.

– Os hemos contado las leyendas tal cual nos las contaron -comentó Ayoze. Que creáis o no, es vuestro problema, no el nuestro.

– Bueno, bueno, haya paz -dijo Isidro tomando la palabra. Cada uno es libre de pensar y soñar lo que quiera. Dejemos las cosas como están y pensemos en recoger la mesa, fregar los platos y cubiertos antes de que se congele el agua de la fuente y preparemos lo necesario para tener una cálida noche en este maravilloso lugar donde estamos.

– Eso será lo mejor -dijo Raimundito. La noche está siendo fría por la nevada y debemos apresurarnos a tener todo preparado para un buen descanso.

– Habrá que traer algunos leños más, somos muchos y no hay bastantes para tener el fuego avivado durante la noche -comentó Isidro.

– Dejaremos una de las ventanas entreabierta para que podamos respirar y así el fuego no nos absorba el oxígeno -dijo Cosme.

– En este refugio todo está previsto -comentó Isidro. Mi abuelo ya dejó instalados varios ventiladores estáticos para que el aire entre y salga del refugio y no se acabe el oxígeno.

– Me da que tu abuelo era muy listo y sabía lo que se traía entre manos cuando hizo el refugio. Lo tenía todo bien pensado -dijo Anselmo. Ya me he fijado en todo y realmente está muy bien calculado.

– Mi abuelo era un hombre muy adelantado para su época -dijo Isidro a la vez que señalaba el cuadro que había sobre la puerta, su retrato.

– Vayamos al cobertizo y traigamos unos leños para pasar una buena noche calentitos -dijo Acaymo frotándose las manos.

CONTINUARÁ…    

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Florentino López Castro

Florentino López Castro

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