«No solo la religión es el opio del pueblo»

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Cuando, en 1844, Karl Marx hizo suya la frase del hegeliano Bruno Bauer «la religión es el opio del pueblo», también asumió el concepto de Bauer sobre el poder alienante y narcotizador de las religiones.

El opio con su acción depresora sobre el Sistema Nervioso Central, incluido el cerebro, y sus capacidades cognitivas, como  la atención, la percepción o la memoria, entre otras.

El opio con su poder depresor, que puede producir un paro multiorgánico y la muerte; pero, también, la enajenación metal, el alienamiento del individuo, para convertirlo en un zombi, en un títere fácilmente manipulable, pero también peligroso.

El opio como metáfora utilizada por Bauer para describir el poder alienante y manipulador, de las religiones como doctrinas, como ideologías, que se apartan de la razón para adentrarse en los sentimientos de los individuos, para controlarlos a su antojo.

Pero lo paradójico de  esta frase, más que  su descripción metafórica, está en que fuera utilizada por uno de los mayores ideólogos de todos los tiempos, como lo fue Karl Marx, ya que fueron él y Friedrich Engels los  autores del ensayo «El  Manifiesto  del Partido Comunista”, de 1848, con el que sentaron las bases de la ideología marxista.

La doctrina marxista que, junto la recogida en el » Mein Kampf -Mi Lucha-«, de Hitler, han sido, al menos eso me parece, las ideologías  más narcotizadoras, más alienantes, de la historia de la humanidad.

Marxismo vs nazismo, intolerancia contra intolerancia, fanatismo contra fanatismo, sinrazón contra sinrazón. Pero, tal como recojo en mi novela “Entre Doramas y Cuauhtémoc”, no como polos opuestos en un continuo, sino como círculos concéntricos que han terminado solapándose, formando un solo círculo. El círculo del fanatismo, de la violencia dialéctica, y quién sabe si también la física. El circulo del mercado del opio, del fumadero de las masas adoctrinadas, “descerebradas”.

El círculo de los adeptos, de los fanáticos, a los que las ideologías  les han secuestrado su capacidad de pensar, de reflexionar, para  convertirlos  en adictos fumadores del opio de los extremismos.

El círculo de fanáticos que, en España, va aumentando su radio, engullendo en su interior cada días más españoles que han rendido su objetividad política, emanada de un pensamiento reflexivo y flexible, al fanatismo de los extremismos ideológicos.

José Juan Sosa Rodríguez

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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