200.000 personas acudieron a la Cabalgata de las mil y una noches

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Es la moda, desde hace unos años: para vivir la cabalgata a lo chic lo que se estila es subirse a una carroza, disfrutar de buena compañía y barra libre y llegar hasta El Sebadal sin dar un paso de más. Previo pago de entrada, claro. Es la alternativa por la que está optando en los últimos carnavales un público más adulto. Los jóvenes, sin embargo, mantienen viva la forma tradicional de disfrutar de estos desfiles: justo detrás de los animados vehículos, aprovechando la estela de sus decibelios y gastando suela y, a menudo, parte del disfraz, hasta completar el recorrido. Unas 200.000 personas acudieron ayer a la Cabalgata de las mil y una noches, que, como es habitual, acumuló el retraso inevitable sobre lo programado.

Una forma completamente diferente de vivir la Gran Cabalgata es, sin lugar a dudas, desde dentro de una de las carrozas que realiza el recorrido por las calles de la capital. Siempre y cuando la economía de cada uno se lo permita, claro, porque el precio medio para poder formar parte de una de estas fiestas ronda los 60 euros por cabeza. Aún así, para muchos merece la pena teniendo en cuenta que es una ocasión que solamente se presenta una vez al año y que tienen derecho a barra libre mientras dure el trayecto.

Fue el caso, ayer, de la carroza número 16, la de Palet Express -la nave de jóvenes talentos emprendedores de Salinetas que aúna a diferentes empresas-, en la que unas 70 personas disfrutaron del Carnaval tras haber abonado 75 euros, cada una, a la causa. En cualquier caso, según aclara uno de los encargados de la organización de la carroza -decorada con pales a su alrededor-, Víctor Monzón, «nosotros no nos lucramos», sino que todos los ingresos van destinados al decorado y todos los elementos de la propia carroza.

Todas las personas que se animaron a participar en esta fiesta con ruedas pudieron disfrutar de comida y bebida a tutiplén: Tortillas, croquetas, bocadillos… «y bebida de calidad», agrega una de las mascaritas que, al igual que el resto de sus acompañantes, iba disfrazada muy en sintonía con la temática del Carnaval de este año -Las mil y una noches-: de Scherezade.

Monzón explica igualmente que «lo único que hicimos para preparar la de este año fue juntar a un grupo de amigos; y en esta ocasión incorporamos, además, un grupo de música». En concreto, Espacio Libre, que amenizó la velada a bordo del camión, a veces con versiones de canciones españolas y otras con temas de composición propia.

Pero no pudo hacerlo todo el rato, puesto que se prohibió la música hasta llegar a la Plaza de la Feria, a riesgo de recibir una sanción al que la pusiera en marcha. Esto fue algo que creó descontento y enfado entre los que se encontraban disfrutando del recorrido. «El año pasado pudimos poner la música desde la calle Rafael Cabrera», comenta una mascarita indignada.

La carroza de Palet Express contaba, incluso, con un baño químico. Una prueba más de que casi no hacía falta ni bajar del camión para disfrutar de la Cabalgata. Y es que dentro se respiraba una atmósfera independiente del resto de la fiesta. «Vivir el Carnaval desde dentro de una carroza no tiene nada que ver con hacerlo desde fuera; se respira un muy buen ambiente que da pie al buen rollo y que resulta, incluso, familiar», comenta Monzón.

Francisco Villandiego, otro de los organizadores de la carroza, también entiende que esta es una manera diferente de divertirse en esta cita, e incluso va un poco más allá: «Como es una fiesta de día, es más sana que el mogollón», opina Villandiego. «Aunque bajamos y subimos cuando queremos», prosigue, «casi todo el rato estamos arriba y vamos saludando a la gente que está en la calle y en los balcones, que suele seguirnos el rollo y es muy divertido, la verdad».

Lo que queda claro es que, mientras esté uno en la carroza, se puede disfrutar de lo que prácticamente es una fiesta privada particular y en cierto modo como si estuviera separada del resto. Una buena idea para todos los que quieran vivir la Cabalgata de una forma original.

El resto de participantes no tuvo más remedio que disfrutar del trayecto a pie de calle. Es el caso de Raúl Suárez y sus amigos, que aprovecharon el logo de su empresa de gafas, un gallo, para idear su disfraz y vestirse, cada uno, de lo que ellos bautizaron como Supergallo. Un traje con capa roja como la de Superman.

Los disfraces originales no faltaron, pero tampoco los improvisados. Los hermanos Daniel y Javier Martín, por ejemplo, decidieron reciclar lo que encontraron en casa y, así, el primero se vistió de helado de pistacho -con cucurucho y todo- y el segundo de bailarina. Algo parecido hizo Juan Talavera, que iba de esquiador gracias a un diseño que había preparado un amigo.

Otros apuestan por desinhibirse completamente e incluso se visten como lo hace el sexo opuesto aprovechando la ocasión. Así lo hicieron Juan Moreno y Santiago Quintana, que salieron a la calle con ropas de mujer. Moreno, de cabaret, se dirigía a una carroza en la que todos iban con trajes de los años 20, mientras que Quintana admite que «me puse lo primero que cogí en casa».

Eso sí, muchísimos optaron por no desligarse de la temática del Carnaval, y en este sentido en las calles había muchos ataviados como sultanes, princesas árabes y demás fantasías relacionadas conLas mil y una noches. Daniel Roldán, disfrazado, precisamente, de sultán, reconoce que «nos gustaba mucho el tema de esta edición y por eso lo elegimos».

Los hay que tampoco quieren olvidarse de San Valentín. María Eugenia Ramírez y sus amigos acuden vestidos para la ocasión de corazón. Un vestuario que cuenta han tardado poco en hacer y que, además, les ha salido más barato que la botella de ron. «Vamos de corazón hoy [por ayer] para reírnos de nosotros mismos», pues según revelan entre risas, es un grupo donde «falta el amor». Hasta tal punto que si se llegan a cruzar con un Cupido, Ramírez tiene claro que se lanza por iniciativa propia a sus flechas. De todas formas la verdadera intención es divertirse y bailar «hasta que el cuerpo resista y el corazón no se estalle».

Muy cerca de los «desenamorados», se encuentra Heriberto Díaz metido en un traje de astronauta, que sus acompañantes llevan igual. Se han disfrazado así otros años, pero para este han añadido algunos detalles luminosos, para mejorarlo. «En su día tardamos dos o tres meses en hacerlo y lo más difícil fue el casco, que está hecho con fibra». Tanto a Díaz como a sus amigos les gustan las cosas bien hechas, así que ya adelantan que para la próxima edición van a sacar un traje de Iron Man que no va a dejar indiferente. Y es que «la cabalgata es donde se puede demostrar el interés que uno le pone».

Borja Marrero se dedicó a confeccionar galletas para adornar su azulado atuendo. «He hecho como 20», detalla el joven de 18 años metido de lleno en el desfile. «Me encanta», es lo que atina a decir en medio de la música. Desde su punto de vista, «este año está siendo bastante mejor que el pasado».

Roxana Lazo quiso rendirle homenaje a su ciudad, Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Lleva un vestido pintado a mano que han traído de su país, donde cuenta que estas fiestas se viven de otra manera. «Allí se juega mucho con el agua y el país se paraliza durante tres días. Salen también las comparsas y no nos disfrazamos como aquí, pero sí llevamos mascaritas». Lo que más le gusta a ella de la fiesta de la ciudad es «el ambiente que hay».

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Florentino López Castro

Florentino López Castro

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