VUELVEN LOS ATASCOS A EL CALERO

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Con el progresivo regreso a la normalidad, el barrio teldense se ve de nuevo agobiado por el tráfico que a diario colapsa su calle principal. Al menos, el delicioso olor a pata asada que desprenden el Yazmina y El Sobrino, ya abiertos, inunda la zona.

Si hay quienes se beneficiaron, dejando a un lado las graves consecuencias económicas que supuso el parón, de la cuarentena, fueron los habitantes de El Calero. La fotografía de la calle Maestro Nacional libre de tráfico en horas puntas ya queda para la historia en un barrio que ha tenido, como último remedio, que organizarse bajo una plataforma ciudadana para reclamar soluciones a las instituciones. SOS GC-1 a su paso por Telde surgió el año pasado como un grito de auxilio ante el infierno que cada mañana les toca vivir a los habitantes y trabajadores de este zona y del Cruce de Melenara. Formada por los directores de las cuatro instituciones públicas de El Calero (instituto, colegio, CAE y centro de salud), más un puñado de asociaciones de vecinos del barrio, esta organización ya ha despertado de un sueño que duró casi tres meses al tener el humo, las pitas y el agobio de regreso a sus vidas. Porque la desescalada ha traído consigo el tráfico casi habitual al asfalto de sus calles. Ni la continuidad del cierre de los centros escolares y ni aún primando aún las citas telefónicas en los centros sanitarios se evita que se formen largas colas de conductores que solo tienen una posibilidad para acceder a la autovía.

Ellos verán con esperanza el nuevo impulso que el Gobierno de Canarias dio hace menos de un mes al proyecto de la tan anhelada tangencial. 2,6 millones de euros para la redacción de un plan que tiene como objetivo la creación de una nueva vía diseñada para la aliviar de carga de tráfico a la GC-1. Habrá que ver si la confección de esta propuesta que lleva reclamando no solo El Calero, sino la isla entera desde hace años, no supone un atentado medioambiental tal y como muchos ecologistas temen. Ahí radicará el futuro de esta necesaria alternativa vial.

Pero volviendo a la desescalada de este núcleo poblacional que une el casco de Telde con su costa, lo que sí agradecen sus vecinos es el regreso del aroma característico que desprenden el Bar Yazmina y El Sobrino. Apenas 100 metros separan a estos dos locales que reciben clientes de todos los municipios y cuya fama abarca a la isla entera gracias a la calidad de su producto estrella: la pata asada. Cerrados como todos los establecimientos del país durante el confinamiento, y sin posibilidad de abrir durante las primeras fases al carecer de terrazas, ya vuelven a estar al pie del cañón para deleite de los paladares de todas las clases.

Con más resignación reciben esta vuelta a la normalidad los habitantes de El Calero Bajo. Hartos de denunciar el abandono que sienten por parte del Ayuntamiento, sobre todo en materia de limpieza, veían el estado de alarma como una oportunidad única de que su urbanización fuera objeto del adecentamiento que merece. Pero ni por esas. El confinamiento en las cuatro fases que componen esta zona ha venido acompañado incluso de ratas. «Es increíble que durante la cuarentena, que es cuando más necesario se hace la limpieza en profundidad y la desinfección, se siga acumulando basura en la Plaza del Progreso (reconvertida en un parking de tierra), la zona de los contenedores y los terrenos aledaños», se quejan unos vecinos cuya indignación se prolonga en el tiempo. Desgraciadamente, lo único positivo para ellos, como para el resto del barrio, ha sido una tranquilidad automovilística que ya ha terminado para un barrio que demanda más atención institucional.

Sin fiestas y con polémica en la Virgen de Fátima

La vuelta a la normalidad, aunque está cerca de serlo, aún no es completa en El Calero. Su parroquia, la de Nuestra Señora de Fátima, todavía no abre sus puertas durante todo el día como lo hacía antes de la cuarentena. Los feligreses tienen que esperar a la hora de la misa para poder acceder a este espacio sagrado. Un lugar que vivió su particular episodio polémico durante el confinamiento con motivo del día de la Virgen de Fátima. El colectivo Valdemontes, de La Montañeta, se enfadó con el párroco del barrio, Francisco Suárez Medina, por impedir visitar el templo para ver y rezar ante la imagen de la patrona. Finalmente, se cedió ante la voluntad de los vecinos con la celebración de tres eucaristías presenciales y una virtual. Eso sí, El Calero no pudo disfrutar durante sus fiestas de su habitual concierto de rock, un evento marcado en el calendario de toda la isla y que este año iba a celebrar su decimotercera edición consecutiva. Impulsora de la música local y de la cultura, esta gala empezó a llevarse a cabo en navidad y sirvió en su día para que artistas de renombre como Ginés Cedrés, de Los Coquillos, o Nacho Rivas, solista de Los Salvapantallas, hicieran sus primeros pinitos sobre un escenario. Los Lolas, Curso Incompleto, Última Llave… Han sido muchos los grupos canarios que han hecho vivir noches inolvidables al público en la plaza de El Calero. Habrá que esperar hasta el año que viene para vibrar con el rock más cañero.

Canarias7

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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