«Señalar la luna»

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(A partir del artículo De la expropiación mediática a la recuperación del “sentido común” de Patricia Rivas.)

Un conocido proverbio chino dice: Cuando el dedo señala a la luna el imbécil mira el dedo. Con este aforismo se ejemplariza, por una parte, la necesidad de buscar los sentidos de las acciones y el por qué de las cosas; por otra, los nefastos efectos de no hacerlo. El reciente debate sobre el estado de la nación, que se realiza anualmente en el Congreso de los Diputados para valorar las políticas llevadas a cabo por el Gobierno, y la plasmación mediática del mismo, llevada a cabo los medios de difusión más influyentes, son buena muestra de cómo se promociona la imbecilidad, la escasez de razón y la perturbación del sentido.

Salvo honrosas excepciones, en su dimensión institucional, el análisis ponderado y la crítica fundada han estado ausentes en lo que se ha normalizado como un mero combate dialéctico del que hasta se buscan ganadores y perdedores. El que un evento tan relevante –justificar y cuestionar la relación de las acciones del gobierno político con respecto al interés democrático general- en un espacio que se pretende la cámara de la representación de la soberanía popular, se haya transformado en una competición de habilidades retóricas entre los que se supone buscan defenderla,  ilustra el por qué existe una profunda desafección ciudadana hacia la actividad política y los altos cargos que la detentan.

Con respecto al seguimiento del acontecimiento, en general, se echa a faltar el cumplimiento de las preguntas básicas del periodismo, las cuestiones sobre las que debe ofrecer respuesta el “cuarto poder”, sobretodo, en el «por qué», el «cómo» y el «para qué». Lo que da dignidad y sentido a la comunicación pública es ofrecer información veraz, oportuna y pertinente, para facilitar con la necesidad social de saber y comprender los sucesos y las cuestiones relevantes, a través de la deliberación, pública libre y trasparente, sobre ellos. En palabras de la periodista Patricia Rivas, “Rigor en los procedimientos de investigación, contraste y selección; honradez para reconocer los condicionantes; claridad en las intenciones. Eso vendría a ser lo que diferenciaría a nuestro periodismo frente a su impostura.”. Pues la manipulación interesada, la elevación de la anécdota a categoría, la preferencia por lo espectacular frente a lo fundamental -la impostura-, son la norma en los medios comerciales más poderosos.

En todo el Occidente, los “mass media”, los que, como cine, la televisión, la radio o la prensa, tienen una mayor influencia en la opinión pública, en las últimas décadas han experimentado una enorme transformación mercantil, consistente en radicales procesos de concentración empresarial multinacional. Resultado de ello, en los medios de comunicación de masas privados del estado español, la televisión tiene solo dos propietarios: Mediaset, de Silvio Berlusconi, y Planeta, de la familia Lara. Y en la prensa y la radio, el sector está copado por Prisa, perteneciente al fondo de inversión Liberty Adquisition Holdings; por Unidad Editorial, propiedad del grupo Rizzoli Corriere della Sera; por Vocento, participado por los Ybarra, los Luca de Tena y, entre otros, el BBVA; y por el Grupo Intereconomía, de algunos grandes empresarios y financieros.

Se ha mercantilizado la información, las grandes empresas mediáticas son los vehículos para la transmisión de la visión y los intereses del poder económico. Ese es el motivo de que se nos dirija, desde ellas, constantemente a mirar “el dedo”. Y nosotros… ¿en la luna?

(*) Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social

http://bienvenidosapantopia.blogspot.com

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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