«La maldición de Telde y la alcaldesa»

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Sobre Telde cayó hace años una especie de maldición divina. O varias. Lo cierto es que un municipio lo tenía casi todo se convirtió en el paradigma de lo que no debe ocurrir en una administración pública: pleitos judiciales entre la institución y los particulares, y viceversa; casos de presunta corrupción que se extienden por toda la estructura de poder local; odios propios de otras épocas entre dirigentes políticos, lo que impidió en su momento una especie de gobierno de salvación ante la evidencia del caos municipal…

Fruto de ese caldo, no es de extrañar que los inversores miren con aprensión la posibilidad de arriesgar su capital en ese municipio. Y eso que el potencial es mayúsculo, pues hablamos del segundo en población en Gran Canaria, con un motor como el aeropuerto en su geografía, con una costa repleta de encantos, con sector primario y polígonos industriales, y con un tejido comercial con historia.

En ese terreno minado cayó hace un año Carmen Hernández, con experiencia local y parlamentaria en Nueva Canarias, y que asumió el reto de escribir una nueva página en ese partido tras los varios libros con la firma con Francisco Santiago. Tuvo que hacerlo como es marca en la casa en Telde en estos últimos años: sobre un pacto marcado casi tanto por el rechazo frontal a los que se quedan fuera como por las afinidades de los firmantes. Pacto que, como también es habitual en Telde, ha habido que revisar a las primeras de cambio.

Desde fuera da la sensación de que los primeros doce meses han sido, sobre todo, un ejercicio de supervivencia. Con voluntad de poner orden en la casa pero encontrando sorpresas a poco que se abre un cajón o se pide un expediente municipal. Así las cosas, la firmeza mostrada por la alcaldesa es, además de necesaria, algo que hay que agradecer. No faltan los que reclaman algo más de diálogo y de lo que eufemísticamente se conoce como cintura, pero si como tal se entiende el retorno a los tiempos del pasado, será preferible que la cintura en cuestión sea de mármol. Quizás así sean mayores las incomodidades, pero ganará el Ayuntamiento, que es a fin de cuentas lo que debe importar.

Por último, una anotación positiva en el balance que no debe faltar: el acierto de la voluntad de colaboración y coordinación con la vecina Las Palmas de Gran Canaria y, a partir de ahí, ese G4 de las grandes ciudades de las dos provincias. Dejar esa senda sería un gran error.

Francisco Suárez Álamo, director de Canarias7

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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