«Resacas…»

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Este tiempo de fiestas que ha terminado, por los excesos que ha traído, ha sido propicio en resacas. En nuestra gastronomía y en nuestra cultura social, las celebraciones navideñas y de año nuevo suelen ir acompañadas de comidas abundantes y de bebidas alcohólicas, en demasía. Y la falta de moderación lleva a notables trastornos y molestias, como son los empachos… y las resacas, que es como se denomina a los cuadros de malestar general que se padecen al despertar del día siguiente de un consumo excesivo de vinos y licores.

Posiblemente, esta acepción de merma de la salud vinculada a las borracheras es una analogía de los fenómenos naturales climatológicos vinculados a las periódicas mareas en las zonas costeras: tras el cíclico aumento del nivel del mar, ocasionado por la luna y el sol, viene la bajada, a mínimos, de las aguas, la resaca. Y, en sentido simbólico, la noción de resaca se utiliza, también, para referirse a los efectos y consecuencias que producen una situación o un acontecimiento.

Una diferencia fundamental -y no siempre tenida en cuenta- entre las resacas medioambientales y las sociales o personales, es que las primeras son naturales y las segundas obedecen solo a convenciones, costumbres o acciones arbitrarias. Sin ir más lejos, lo que llamamos “la cuesta de enero”, que, además de los aspectos psicológicos postfestivos que se le atribuyen, es el resultado del exceso de gasto, en absoluto obligatorio, en las magras economías de la mayoría de la gente, que hacen especialmente complicado “llegar a final de mes”.

Las, recientemente, pasadas elecciones a Cortes Generales y las, algo anteriores, al Parlamento de Catalunya, son, asimismo, claras muestras de la artificiosidad que acompaña al crecimiento y a la depresión en los acontecimientos institucionales. Partiendo que una inflación –provocada por medios publicitarios y con técnicas irracionales- de las capacidades de gestión de los problemas e inquietudes comunes y de las posibilidades materiales de victoria ante los contendientes, la generalidad de las fuerzas políticas en liza crean expectativas en las y los votantes, que, concluido el periodo electoral, hay que gestionar a la baja cuando no se alcanzan los resultados pretendidos, o, cuando se obtiene una victoria holgada, disimular, dado el limitado alcance que las políticas propuestas por los ganadores acaban teniendo ante la compleja realidad.

Si, encima, ni las pérdidas son completas, ni las ganancias claras, como ha ocurrido en ambas contiendas, la cosa puede llegar a ser, entonces, esperpéntica, tanto en la defensa cerrada a los votos obtenidos que hacen unos, como en los “encajes de bolillos” para juntar escaños para gobernar, que hacen los otros. Pues ni los votos obtenidos, en cada caso, representan una mayoría social que permita obviar el compromiso democrático de servir al conjunto de la ciudadanía, ni se puede hacer fácilmente compatible y complementario, hoy, lo que en la campaña electoral concluida, se reivindicó como disyuntivo e inconveniente, sino, cosas peores.

Los recientes acuerdos en Catalunya, en mor del independentismo, que han juntado a la derecha más reciamente neoliberal con la izquierda autodenominada anticapitalista, y las pretensiones del Partido Popular, en la -ahora- ineludible necesidad de asegurar una gobernabilidad estable, para propiciar una mayoría con el PSOE, no hay por donde cogerlos. Si se repasan las declaraciones de unos y otros durante la contienda previa, todo se reduce a “Donde dije digo, ahora, digo Diego”, a una auténtica resaca de honestidad y coherencia políticas.

Xavier Aparici Gisbert es filósofo y secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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