«¿Quiénes somos?»

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(Basado en el artículo El viaje más largo, de James Shreeve. Revista National Geographic de marzo 2006.)

La investigación genética es una de las actividades científicas que más avances está aportando en el esclarecimiento del tema cultural más relevante: el de qué es la naturaleza humana. El desentrañamiento de nuestro código genético ha supuesto el cuestionamiento de múltiples prejuicios ya que ha evidenciado que los seres humanos tenemos el genoma idéntico en un 99,9%. En el 0,1 restante se encuentra el ADN que expresa nuestras diferencias individuales, sexuales y étnicas, además de otros fragmentos que parecen no tener incidencia alguna en la expresión de nuestra especie.

En contra de las apariencias y más acá de las culturas, resulta que los humanos pigmeos y los árabes, los chinos y los americanos, los occidentales y los que habitan en el hemisferio sur, somos muy iguales. Y que hasta nuestra diferenciación sexual es un aspecto mínimo de nuestra naturaleza.

Todo un mundo de creencias y de discriminaciones fundamentadas en las características raciales y de género, simplemente, resulta que carece de fundamentación natural. Somos una sola especie conformada por millones y millones de individuos, todos únicos (excepción hecha de los gemelos), pero, casi idénticos. Aún con nuestros dimorfismos sexuales y nuestras diferencias de aspecto y de color de piel.

Hay otro gran descubrimiento de la genética actual referente a otra cuestión muy relevante: la de cuál es nuestro origen común. Resulta que en dos ámbitos de nuestro código genético se conservan mutaciones aleatorias, recurrentes e inocuas que se transmiten a toda la descendencia: el ADN mitocondrial, que transfieren las madres, y la mayor parte del cromosoma Y, que transmiten los padres. Los genetistas, comparando esas mutaciones en individuos de distintas poblaciones, han podido establecer dónde y cuándo esas comunidades se separaron en las migraciones originarias de las y los homo sapiens a través de la Tierra.

Así, se ha llegado a la certidumbre de que todos los seres humanos actuales descendemos de una mujer que vivió en África hace en torno a 200.000 años, la “Eva mitocondrial”. Y que el “Adán del cromosoma Y”, como no podía ser de otro modo, también era africano.

Las conclusiones de esas investigaciones son que todas las poblaciones del mundo descienden de antiguos cazadores-recolectores africanos. Y que todos los humanos que nacieron y hemos nacido fuera del África continental, es muy probable que provengamos de una pequeña oleada de africanos que, hace unos 60.000 años, emigraron a las costas de Asia occidental.

Todas estas convicciones científicas, asimiladas a la cultura política, suponen un auténtico espaldarazo a los renovados anhelos de fraternidad universal, a las sentidas exigencias de globalización de los derechos humanos y al creciente cosmopolitismo contemporáneo. Por el contrario, las intransigencias y prácticas que, a nivel regional y mundial, imponen las actuales élites de poder parecería que –si no fuera porque sabemos que es imposible- las llevan a cabo miembros de una especie no humana, es decir, una especie de inhumanos.

Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social

http://bienvenidosapantopia.blogspot.com

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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