«La vida es riesgo»

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Como cada mes, acudo a “podarme” la cabeza para darle forma a mi pelo y dejar que vuelva a renacer con frescura, como la vida misma, a veces es necesario talar ciertas ramas para poder crecer en vertical sin que el peso de los viejos brotes no nos permitan elevar nuestra vida.        

El caso, es que mientras el sonido de las tijeras castañeaba por mis oídos, mi amiga de profesión peluquera, y yo entablábamos una conversación. Me preguntaba acerca de la simbología del tatuaje que asomaba por mi nuca y la razón por la cual me había empapado de tinta la piel. Le expliqué que era algo muy personal y sin revelarle el por qué dejé que una aguja atravesara mi dermis, argumenté con mucho cariño que era algo muy significativo y quería que me acompañase en este vagar mío. Sobre la marcha le pregunté si ella no tenía ninguno, a lo que me contestó: “Claro que sí, quise correr ese riesgo”.

Mientras seguía con su buena labor, me quedé triturando aquellas palabras. Interpreté lo que muchas veces pienso; “la vida es un riesgo”, siempre avalado por aquella frase de Paulo Coelho: «Cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos, por eso la vida vale la pena».

En este redondo mundo hay muchas personas que se quedan a ver pasar las horas, los minutos y los segundos…contemplando como el tiempo se evapora, paralizados por el miedo, aún viendo que hay otras personas, de las que sí vale la pena seguir su ejemplo, personas que arriesgan todo, aún cuando saben las pocas posibilidades que tienen para conseguir su objetivo.

Personalmente, admiro sin grandes dosis de idolatrías la vida de Gandhi, gran teórico que modificó la configuración política e ideológica de la India, un país en que la política era sinónimo de corrupción. O el propio Mandela, primer presidente de color de Sudáfrica, que, tras una larga lucha y 27 años de cárcel, presidió el primer gobierno que ponía fin al régimen racista.

La vida es un camino el cual la mayor parte del tiempo solemos recorrer entre el dolor y la felicidad. Vivimos nuestro día a día entre miedos, enfrentando riesgos y debatiéndonos en las dudas de si asumirlos o no,  y me resulta contradictorio, porque a mi edad y experiencia, he llegado a la conclusión de que el miedo más grande de las personas es el «miedo a la felicidad».

Todos tenemos heridas de guerra en el alma, ¿y quién nos generó esas heridas? La misma felicidad. Tendemos a protegernos para que no nos vuelvan a herir, evitando el sufrimiento. Sin embargo hasta que no consigamos aceptar que en la vida tarde o temprano, nos encontraremos de cara con el dolor, y es desde ahí donde uno aprende y endurece la piel y engrandece el alma, no aprenderemos a ser felices.

Antes creía que la vida podía doler menos si intentaba vivirla a medias y a medida que voy viviéndola, me voy dando cuenta de cómo es ésta en realidad. Hoy creo que la vida vale demasiado para no intentar vivirla completa, con cada uno de sus momentos, con toda  intensidad. Así que, como dice la frase: “El día que muera sabré que he vivido”.

Alexis Rodríguez Sánchez, empleado municipal del M.I. Ayuntamiento de Telde adscrito a la concejalía de Cultura

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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