La Sima de Jinámar, una chimenea volcánica de 76 metros de profundidad declarada Sitio Histórico por ser un símbolo de la represión franquista en Gran Canaria, no solo ha sido relegada al olvido, sino que su entorno se ha convertido en un reducto de basuras y de todo tipo de escombros.
La Sima lleva décadas formando parte de la memoria colectiva de Gran Canaria. Siempre se supo que aquella boca escondida en un paisaje modelado a fuego hace más de 3.000 años había sido el lugar escogido por falangistas y afines a la sublevación militar del 18 de julio de 1936 para, pocos meses después del golpe, dar muerte y arrojar al vacío a decenas de personas vinculadas a sindicatos y organizaciones populares republicanas. La Dictadura corrió un velo de ostracismo y de censura sobre aquella historia y, por ende, sobre aquel paisaje, pero, visto lo visto, la democracia no ha querido o no ha sabido retirarlo 40 años después.
No hay ni una sola señal que indique cómo se llega a la Sima. Ni en carreteras ni en caminos. El único panel informativo que alerta de la trascendencia geológica e histórica de este edificio volcánico está al pie del mismo boquete, colocado, por cierto, hace bien poco, en tiempos del anterior gobierno en el Cabildo. Quien no sepa donde está, se pierde entre tanto volcán, tanto picón y, también, tanta basura, convertida en endémica en este paisaje de lava negra y roja.
Particulares y camiones de empresas usan las orillas de las vías de acceso al entorno de la Sima para arrojar todo tipo de residuos, sobre todo en la que sube desde la vía principal de entrada a Lomo Blanco. Hay zonas reconvertidas en auténticas escombreras ilegales, consentidas por la administración pública, que no vela por un paisaje que, además, es espacio natural protegido. Y entre los residuos hay televisores, colchones, sillitas de bebé o armarios.
El Foro Canario de Víctimas del Franquismo y la Plataforma de Familiares de los Fusilados de San Lorenzo creen que va siendo hora de poner freno a esta inercia de olvido y abandono y han pedido al Cabildo que adecente este lugar y que lo expropie para ponerlo en manos públicas. Apuestan por «medidas urgentes» que ayuden a preservar la Sima para la memoria y para la investigación.
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