«La mezquindad de Podemos ante la muerte»

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El comportamiento de Podemos, y de muchos de los que piensan como Pablo Iglesias, ante la muerte de Rita Barberá, es un claro síntoma de la corrupción del pensamiento por la ideología y de una podredura de la compasión humana por la ambición justiciera. Podemos, ni ninguno de sus miembros lo han dicho, pero les gustaría haberse expresado con mayor saña y alegrarse ante la «muerte de una corrupta».  La mezquindad ante la muerte es un signo de la escasa compasión con uno mismo y de la roña con la que se trata a la vida. Los juicios paralelos y las condenas preventivas hablan también de la escasa capacidad de moverse en parámetros democráticos de quien busca y anhela paraísos del pasado de  tribunales populares.  

Ante la muerte todos somos iguales, y sentirse sorprendidos por ella, compungidos y compadecidos ante el final de una vida es un signo de buena sintonía con la especie a la que uno pertenece, la humana,  y con la cultura que la envuelve, hecha de compasión y solidaridad. Intentar equilibrar los rasgos que han definido a una persona, e incluso, hacer que la balanza se incline hacia el lado de las cosas buenas que ha hecho, parece más humano que hacer leña del árbol caído y querer matar el honor ensanchando el límite de las mentiras hasta convertirlas en verdades ante los ojos embebidos de seguidores, intelectualmente, ciegos.

Rita Barberá se convirtió en icono de una época de esplendor del PP, de la etapa de reboso electoral y económico, de poder en las regiones y en el Estado, y así vivió, rodeada de éxito,  respeto y de votos a raudales que le han dado los valencianos para que durante 24 años siguiera adelante con sus proyectos para la ciudad. Hay que reconocer que no lo hizo mal, que logró hacer de Valencia una de las mejores ciudades de España. También es verdad que gracias a un endeudamiento insostenible y que detrás de cada proyecto de innovación han surgido corruptelas de distinta índole. Después de perder la Alcaldía en 2015 Rita Barberá inició el descenso a los infiernos. Todo lo que fue se redujo a la nada. Hostigada, desprestigiada, abandonada por su partido y despojada de sus laureles se hundió en una pesadilla que le provocó un inmenso sufrimiento personal. Salir de la vida pública por la puerta de atrás, después de una larga vida de éxitos, no es lo deseado por nadie, ni para nadie, y aunque hay cosas que no se pueden controlar, como le ocurrió a Barberá con su proceso penal, en su muerte la mejor respuesta, por amigos y enemigos, es la compasión, la solidaridad y la generosidad, la que han mostrado la inmensa mayoría de los portavoces de partidos y opinadores en este país, salvo Pablo Iglesias que, una vez más, se retrata.

A pesar de que los hechos en la investigación son tozudos, a muchos podemitas se les ha llenado la boca con la palabra corrupción y han clamado para que el PP se tome la justicia, quizás la que le gustaría hacer a Podemos, la que de hecho hace en su partido y de la  que no nos escapamos ninguno de los que no pensamos como en el seno de ese partido.   No logro imaginar una muerte sin dolor. Ni siquiera los más arduos defensores de la pena de muerte se alegran de ver en la silla eléctrica a los condenados, pero los nuestros, los de Podemos, no sólo muestran cierta alegría contenida, sino que tratan de desprestigiar la vida del cadáver, poniendo en valor no se sabe muy bien qué aspecto concreto de una «vida de corrupción absoluta» que se reduce a algo ni  siquiera demostrado, en fase de investigación, el hecho, reconocido, de dar mil euros a la campaña electoral, y, en todo caso, según la acusación, recibirlos como dinero negro.

No hablo ya de sensatez ante un hecho como este, sino de no colocar las cosas en su sitio desde el punto de vista penal y procesal, que es también una forma de pervertir la democracia y el Estado de Derecho que reconoce, como principio primigenio, el derecho a la inocencia, y no el de la culpabilidad como pretenden aquellos que han hecho de la corrupción un arma arrojadiza. Es preocupante esta forma de entender y proceder, como lo es, desde el punto de vista humano, no conceder un minuto a una fallecida, que le pese a quien le pese, ha formado parte, de forma relevante, de la comunidad política y social de este país y ha tenido, durante toda su vida, detractores, quizás mucho más compasivos que los que hoy tiene en la muerte, y valedores, que la han sostenido en su cargo durante tantos años.

Antonio Mederos en Canarias7

 

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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