La guerra de los ‘Gili-Terrestres’

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Son una clase de seres, que están convencidos de que sus características, les hacen merecedores de una consideración especial. Y por tanto, sus privilegios son normales. Durante sus actuaciones políticas, en cualquier lugar de este municipio, ellos se crecen, ellos quieren aparentar ser iguales que cualquier político internacional, al cual sus palabras son admitidas como “Palabra de Dios”.

No, yo les aseguro a ustedes, que lo único que son, es la imitación de un gilipolla, unos de los que se engañan a sí mismo, pero gilipollas, al fin y al cabo.  Se ha establecido y existe una taxonomía de esta especie tan abundante en la actualidad, según escribe Aaron James en su libro “Assholes, a Theory” o “La Teoría de los Culos”

Yo encajo a los políticos teldenses, dentro la categoría “Delusional asshole” o “Culos delirantes” porque están equivocados sobre su grandeza, la del culo. Puede que sean unos artistas políticos, con mucho talento y piensan que con sus mentiras se les asfaltó el camino.

Se ven como personajes extraordinarios, políticos para la historia. Poseen una concepción muy grandiosa de sí mismos, a partir de la cual se sienten legitimados para hacer toda clase de cosas, como tratar mal a los demás. Entre ellos, se creen que su talento les situaba por encima de los mortales en todos los aspectos y que, por tanto, las reglas de la convivencia que son válidas para los demás no lo son para ellos.

Los gilipollas se sienten autorizados a hacer lo que quieran: ellos deben gozar de ventajas especiales. En “Assholes, a Theory” o “La Teoría de los Culos”, Aaron James, define a los gilipollas como “esa clase de tipos que se creen autorizados para gozar de ventajas especiales en la vida cooperativa a partir de un sentido de la legitimación, en éste caso política, que les inmuniza contra las quejas de los demás. Y en tanto están inmunizados sienten que no tienen que respetar a los demás.

Estas personas, los “gilipollas”, se saltan los límites de la convivencia, al igual que pueden hacer los delincuentes, pero la diferencia estriba en que ellos no tienen ninguna sensación de estar haciendo algo ilegal o inmoral, les avalan las urnas.  Pueden saltarse una cola, no pagar impuestos o pisar el cuello a los demás, pero siempre con la sensación de que tienen todo el derecho a ello porque son especiales, son “los elegidos”, justificándolo porque son genios, porque ocupan un lugar destacado en la sociedad o porque los poderosos nunca han rendido cuentas. Lo que les distingue como “assholes” (culos), es esa certeza sobre la moralidad de sus actos. No se están saltando las normas, simplemente están actuando como les corresponde.

La igualdad con ellos, es insultante. Desde esa perspectiva, la misma idea de igualdad, el hecho de que alguien pueda estar a su altura, resulta insultante para los gilipollas. No todos podemos estar al mismo nivel de gilipollez (en cuanto a capacidad intelectual, recursos económicos, poder social, etc.) y eso autoriza a personas como ellos a hacer lo que quieran. Dado que están en el estrato superior, no deben someterse a ningún tipo de límite. Esta clase de personas nunca reconocerán a los demás más que mirándolas desde lo alto: contemplan las quejas de los otros o sus demandas de reconocimiento, con desdén. No se mueven en el mismo plano.

No podemos intentar cambiar a esta clase de gente, porque no lo conseguiremos. Es mucho mejor intentar evitarlos y a la primera oportunidad, abandonarlos en ese desierto político, donde morirán en solitario y abandonados por sus estúpidos seguidores.

Eso sí, la mayor parte de estos imbéciles suelen ser hombres, aunque últimamente el patio empieza a llenarse de “marujas con sus pistoleras de piel de naranjas y michelines”, todas ellas envueltas en sus batas de guatiní, que no saben freír un huevo, pero si saben “tocar los cojones”. Quizá porque, están socializados en culturas que les empujan hacia actitudes más insensibles. “Cuando actúan de este modo solemos decir que ‘los hombres son así’, pero cuando lo hace las mujeres lo entendemos fuera de lugar y las reprendemos, hasta que saltan las “feminazis” con sus gritos histéricos y que son más peligrosas que una caja de bombas.

No creo que haya nada en la naturaleza biológica de los varones que nos lleve a comportarnos como unos gilipollas a no ser por esa situación donde se ponen los enteradillos provenientes de la zafra y con el “terno” del domingo, pero como decía mi abuelo, “la mona, aunque se vista de seda, mona se queda” o “no se hizo la miel para la boca del asno”. También las mujeres pueden serlo, culturalmente es más facil, es más probable que se las apañen para comportarse como tales.

Están cada vez más de moda. Se trata de un comportamiento especialmente útil cuando se quiere ascender en la escala social, en tanto quienes quieren conseguir estatus, dinero o poder este tipo de comportamientos generan réditos en ese sentido. Quienes se vean sujetos a la compañía obligada de uno de estos seres deben, afirmar sus derechos y no dejarse avasallar.

Debemos tener claro, que tenemos derecho a ser tratados como iguales, y por tanto a ser oídos, y no deberíamos ceder a las pretensiones del “asshole de turno”. Eso sí, es más fácil decirlo que hacerlo, porque suelen ser tipos cuyas reacciones son difíciles de manejar.

No podemos intentar cambiar a esta clase de gente, porque no lo conseguiremos, ellos siguen reproduciéndose y multiplicándose. Debemos intentar evitarlos, en primer lugar, y si no es posible, fijar claramente los términos de nuestra relación con ellos y no movernos de ahí. Si es necesario, habrá que enfrentarse a ellos, dejándoles con el culo al aire y en el conflicto, buscar el reconocimiento de terceros. Hay que entender, que estos gilipollas están cerca de lo que la psicología tiende a calificar como desórdenes narcisistas de personalidad, pero que no es exactamente lo mismo. Lo que sí parece evidente, es que los gilipollas existen y están cada vez más de moda.

Estoy dispuesto a aceptar cualquier opinión en contrario, pero yo diría que «asshole» no se traduce por «gilipollas» sino por nuestro típico «tonto del culo». La querencia del «gilipollas» hacia el comportamiento ridículo del petimetre se traduce en ingles mejor por «twit». Que, en Twitter, el hogar de los «twits», haya tantísimos gilipollas no tiene relevancia alguna; es pura casualidad.

Antiguamente los gilipollas no eran una especie peligrosa, ya que había una receta infalible para quitarles la tontería [un buen par de hostias, se llamaba]. En la mayoría de los casos la enfermedad se corregía de por vida. Ahora, con eso de que el ejercicio legítimo de la fuerza no es políticamente correcto, han proliferado, e incluso han perfeccionado la gilipollez, llegando a convertirla en una nueva cátedra, la del “GILIPOLLAS POLÍTICO”, un arte, oiga, un arte.

 Doramas

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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