«La Comunidad»

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De los tres espacios fundamentales de convivencia -la intimidad, la comunidad y la sociedad- la esfera comunitaria es en la que más transcurre nuestra cotidianidad y en la que más nos relacionamos interpersonalmente.

Se define como comunidad, tanto al grupo social del que forma parte una persona, como a los conjuntos de personas que viven juntas bajo ciertas reglas o que tienen los mismos intereses. Lo comunitario puede llegar a ser tan extenso y difuso como es la denominada “comunidad internacional” o tan reducido y concreto como resulta una comunidad de vecinos.

Todas y todos somos miembros de grupos comunitarios primarios y secundarios. La unidad familiar con los familiares más allegados y los grupos de amigos y de estudios son primario, pues las relaciones que se dan en ellos, con sus variaciones de intensidad y compromiso, son cercanas y caracterizadas por actos desinteresados y mutuos, orientados al bienestar de los miembros del grupo. En los grupos secundarios, como los laborales y los asociativos, las interacciones son más impersonales y basadas en la contraprestación, siendo no permanentes, más específicas e, incluso, anónimas.

En los barrios se da tal amalgama de relaciones primarias y secundarias que les hacen ser pequeñas sociedades, auténticos micro mundos sociales. En la vecindad se expresa, a medida de las personas, la comunidad. Por ello, las condiciones sociales y materiales del ámbito comunitario que constituye un barrio y del espacio público que conforma, son básicas para determinar la calidad de vida y el nivel de integración urbana de la ciudadanía. Por eso, es tan importante crear en los barrios un ambiente cordial de relaciones en lo social, y en lo material, superficies que proporcionen a los vecinos y transeúntes oportunidades de intercambio y espacios para la convivencia, el descanso y el ocio.

El barrio tiene dimensiones urbanas, cívicas y políticas cruciales, tan específicas como relevantes. En la barriada se expresa todo lo bueno y lo malo de la urbanización: el mejor disfrute de lo común y público y el más despiadado entorno de incomodidad, anonimato e indiferencia. Es el ámbito característico de “lo pequeño” y está llamado a cobrar protagonismo y relevancia en cualquier diseño social que defienda la profundización de los valores humanitarios y democráticos y que propugne el respeto medioambiental y la sostenibilidad socioeconómica.

Es preciso romper la inercia desarrollista que ha transformado a esos espacios de convivencia vecinal, que son los barrios, en meros dormitorios para las personas y en aparcamientos extensos para los insufribles coches, donde sus viviendas en colmena se limitan a servir de nichos en los que reponerse de las fatigas de la supervivencia y aislarse de la frustración social.

En las sociedades “desarrolladas” hemos perdido en nuestros, antaño, animados y entrañables barrios, la calle y la convivencia. En la búsqueda del interés general y del bien común, habrá mucho que hacer en las barriadas, habrá que volver a dotarse de espacios acogedores de convivencia y protagonismo social, económico y político vecinal. Primero que nada, personas, pero, antes que ciudadanos, ¡vecinos!.

Xavier Aparici Gisbert es filósofo y emprendedor social

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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