En un contexto europeo donde la lucha contra el racismo y la exclusión social continúa siendo un reto urgente, un grupo de jóvenes canarios llevó al corazón de las instituciones de la Unión Europea un modelo de transformación comunitaria que está dando resultados sorprendentes. La iniciativa, presentada por la Comunidad Internacional Bahá’í en un foro clave celebrado en Bruselas, pone a la juventud en el centro de la acción social y ofrece un enfoque renovador basado en principios de igualdad, dignidad y corresponsabilidad colectiva.
El evento, celebrado este martes 7 de octubre, reunió a los coordinadores nacionales responsables de la línea de acción contra el racismo en cada estado miembro de la UE. En este marco, la Comunidad Bahá’í —invitada como entidad colaboradora en el diálogo sobre políticas sociales inclusivas— compartió un caso que está marcando una diferencia palpable en Canarias: el movimiento de Jóvenes Líderes Comunitarios, con especial atención al proyecto Khale, surgido en el barrio tinerfeño de San Matías.
Jóvenes que inspiran desde la base
Este movimiento juvenil, con presencia en Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote, se apoya en dos pilares que, según los organizadores, están demostrando ser profundamente transformadores. El primero es la convicción de que la identidad humana está por encima de cualquier otra distinción, principio que ha empoderado a los jóvenes y fortalecido su autoestima y sentido de comunidad. El segundo postula que el desarrollo personal está intrínsecamente ligado al desarrollo colectivo: nadie avanza solo, y el crecimiento de cada individuo nutre, a su vez, el bienestar del conjunto.
Estos principios se han materializado en proyectos concretos como Khale, una iniciativa que ha resonado con fuerza en Bruselas por su impacto directo en jóvenes migrantes en situación de vulnerabilidad.
Khale: del barrio al Parlamento Europeo
Khale nació de la visión de una joven de 17 años en el barrio de San Matías, en el norte de Tenerife. Lo que comenzó como un sencillo espacio de apoyo lingüístico para jóvenes migrantes africanos —la mayoría llegados en patera y con escaso dominio del idioma— se convirtió rápidamente en un catalizador de integración, autoestima y transformación personal y social.
El nombre del proyecto, Khale, proviene del idioma wolof y significa ‘joven’. Hoy agrupa a unos 80 jóvenes de entre 17 y 24 años, procedentes de países como Senegal, Guinea, Mali o Camerún. A pesar de las duras circunstancias de su llegada, estos jóvenes han encontrado en el proyecto un espacio de pertenencia, crecimiento y conexión con su entorno.
El enfoque de Khale va más allá del enseñar el idioma, que fue su germen, se apoya en encuentros formativos inspirados en materiales del programa de grupos prejuveniles del Instituto Bahá’í de Capacitación y Desarrollo Comunitario. Estos encuentros abordan temas como la esperanza, la toma de decisiones, el servicio, el desarrollo personal y la educación de los niños, proporcionando herramientas para el crecimiento emocional y social de los participantes.
Una revolución silenciosa
Los frutos del proyecto no han tardado en aparecer. Desde Bruselas, los representantes destacaron lo que muchos ya describen como una “transformación revolucionaria”. Entre los cambios más visibles se encuentran un mayor respeto hacia las mujeres, fruto de conversaciones honestas y del ejemplo de las jóvenes guías del proyecto; capacidad para expresar emociones y compartir historias personales, rompiendo con el silencio y la vergüenza que muchos arrastraban; desarrollo de habilidades interpersonales, como mirar a los ojos o entablar diálogos profundos; y descubrimiento de vocaciones en un entorno donde antes reinaba la incertidumbre.
Pero los beneficiarios no son solo los recién llegados. El proceso ha tenido un impacto igualmente profundo en los jóvenes canarios que acompañan la iniciativa. Por ejemplo, una de las monitoras locales cambió su rumbo académico para estudiar Derecho, motivada por el deseo de apoyar legalmente a personas en situaciones similares.
Además, el proyecto ha fomentado la colaboración con otros servicios comunitarios del barrio, construyendo lazos de confianza entre jóvenes migrantes y vecinos, y creando un entorno donde todos aportan desde sus capacidades.
Canarias como laboratorio social para Europa
La presentación de Khale y otras experiencias afines en Bruselas sirvió como testimonio del potencial de la juventud para liderar procesos de cambio desde las periferias sociales y geográficas. En un foro donde se discutía cómo empoderar a los jóvenes en la lucha contra el racismo y la discriminación, la experiencia canaria se erigió como ejemplo inspirador.
La Comunidad Bahá’í insiste en que no se trata de asistencialismo, sino de una visión de desarrollo compartido en la que todos —sin importar su origen— tienen algo que aportar. Esta visión está en consonancia con los valores fundacionales de la Unión Europea: dignidad humana, libertad, democracia, igualdad y solidaridad.
Una lección desde el sur
El modelo presentado en Bruselas demuestra que las respuestas más efectivas a los grandes desafíos sociales pueden surgir desde lo local, que jóvenes sin recursos materiales, pero con visión y sentido de propósito, pueden encender procesos de transformación colectiva, y que barrios considerados como problemáticos pueden ser, en realidad, semillas de esperanza.
La experiencia de Khale y el movimiento de Jóvenes Líderes Comunitarios en Canarias no solo están cambiando vidas en las islas, sino que que están ofreciendo a Europa una hoja de ruta distinta, en la que la juventud deja de ser vista como problema o víctima, y empieza a ser reconocida como protagonista del cambio.
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