«El voto útil, más necesario que nunca…»

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Tradicionalmente, desde que se recuperó la Democracia en España tras el parón de cuarenta años, cada vez que se nos cita a los comicios oímos a los candidatos de los diferentes partidos  hablar del «voto útil». Generalmente suele esgrimirse como argumento para arrebatar el Gobierno (municipal, regional o estatal) a los dirigentes en el poder, bien por su pésima gestión (desde un punto de vista subjetivo), bien porque no se tiene la autoconfianza suficiente para creerse capaz de «convencer» al electorado con las propias propuestas, bien una combinación de ambas cosas…

La diferencia hasta ahora estaba en que todo se reducía a una mera alternancia. El bipartidismo quedó bien anclado desde la transición gracias a la Ley D’hondt que beneficia a los grandes partidos en perjuicio de las formaciones más pequeñas dando lugar a un reparto de escaños injusto al no valer todos los votos lo mismo. No es el más injusto de los repartos, todo hay que decirlo( como canario, donde nuestro propio sistema electoral se basa en la triple paridad, sé lo que digo), pero sí lo es lo suficiente como para que se produzcan situaciones difíciles de entender para el común de los ciudadanos…

Baste como ejemplo citar que en las elecciones del 2008 el PSOE resultó vencedor con 11.289.335 votos que le dieron 169 escaños, mientras que en 2011 el PP, con 10.830.693 votos consiguió 186 escaños: es decir, que con 458.642 votos menos el Partido Popular obtuvo 17 escaños más que los socialistas en los comicios anteriores. Cuesta entenderlo, ¿verdad?.

Ahora nos encontramos en puertas de unas nuevas elecciones generales donde la alternancia no está tan clara a simple vista. El panorama indica el fin del bipartidismo y la posibilidad de que haya cuatro partidos con capacidad decisoria, pero condenados al entendimiento. No vamos a ver mayorías absolutas y todo dependerá de pactos.

Pero no nos llamemos a engaño. La Ley D´hondt sigue estando ahí. El vuelco electoral deberá ser mayúsculo en favor de los partidos emergentes (Podemos o Ciudadanos) como para que esos votos se traduzcan en escaños reales. Máxime cuando se enfrentan a una implantación tan fuerte del partido en el Gobierno.

Ni siquiera podemos tomarnos demasiado en serio las encuestas. El número de votos o la preferencia de candidatos sólo es aplicable si se tiene en cuenta la Ley D´hondt y las variables que conlleva según las distintas circunscripciones electorales, y eso ayuda a la conocida como «cocina electoral«.

En la situación actual, el Partido Popular sigue teniendo más opciones de volver a gobernar de las que el común de la gente piensa, máxime si tenemos en cuenta que uno de los nuevos peones en el tablero de juego, Ciudadanos, se sitúa tan a la derecha (en algunas cuestiones incluso más) que el partido de Mariano Rajoy…

Aunque se presente como un partido de nuevo cuño, su realidad es que lleva diez años en el Parlamento catalán, donde se ha aliado con frecuencia con el Partido Popular de Cataluña, ha defendido en ese Parlamento el quitar la sanidad pública a los inmigrantes sin papeles, no apoyó la moción que pretendía no aplicar la reforma del aborto de Gallardón en Cataluña, propuso la prohibición del burka, se ausentó del Parlament para no condenar el franquismo y se ha manifestado junto a formaciones ultraderechistas como Plataforma per Catalunya (PxC), conocida por su xenofobia (algo compartido por García Albiol, actual líder pepero en tierras catalanas, por cierto).

Todo lleva a la conclusión de que el partido de Albert Rivera (quien militó en las Nuevas Generaciones peperas) será la pata que sustente al Partido Popular si consigue ganar las elecciones aunque sea por la mínima. Evidentemente, y por propia conveniencia, Rivera «juega» a no decantarse por ninguna de las fuerzas mayoritarias (PP y PSOE) y juega la baza del «centrismo»(¿Por qué la derecha siempre se «oculta» como opción de centro?). Ciudadanos sólo pactaría con los socialistas si éstos consiguieran una mayoría plausible que impidiera al PP conseguir la mayoría sumando sus votos a los de la formación de Rivera.

Está cada día más claro que mandar a la fría bancada de la oposición al Partido Popular sólo puede conseguirse sumando votos de distintas formaciones y ahí Ciudadanos no entra como opción real. La posibilidad más auténtica tendría que pasar por un pacto entre PSOE y Podemos. Sin embargo no paran de lanzarse dardos envenenados en plena campaña. Uno entiende que tienen que dejar claro que son formaciones muy distintas con visiones muy diferentes de lo que hay que hacer, pero mirarse el propio ombligo un día sí y otro también puede dar al traste con lo más importante: echar del Gobierno al Partido Popular…

Por parte de Pablo Iglesias es su gran error, y además repetido: ya rechazó la confluencia con Izquierda Unida, lo que hubiera aumentado sus posibilidades reales ante la Ley D´hondt. Y en el terreno político estos errores se pagan duramente.

En el caso de Canarias, tal vez porque la lejanía ayuda a ver más claras las cosas, hay quien no tiene dudas de la necesidad de sumar voluntades. Nueva Canarias y el partido socialista van en coalición con unos acuerdos pactados entre ambas formaciones haciendo hincapié en las cuestiones que se consideran imprescindibles (derribar al PP que tanto maltrato ha dado a Canarias y asegurar que los canarios recibamos el trato igualitario con el resto del Estado que no teníamos y el Partido Popular ha distanciado aún más).

Sin embargo, repetimos, a nivel del Estado parece que las confluencias entre formaciones progresistas se tornan harto difíciles lo que simplemente sirve para que Mariano Rajoy y los suyos se froten las manos…

Angel Rivero García

www.encanarias.wordpress.com

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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