El Partido Popular en Gran Canaria está viviendo una de las etapas más grises y desalentadoras de su historia. Quien recuerde al PP como una maquinaria bien engrasada, capaz de ganar elecciones, movilizar a sus bases y marcar agenda política, hoy apenas reconoce el cascarón vacío en el que se ha convertido. Un partido sin liderazgo real, sin dirección política y, lo que es más grave, sin alma.
Lo que antes era un bastión indiscutible del centro-derecha en Canarias —una isla clave en las victorias electorales del PP— hoy no es más que un páramo político. Los militantes están desorientados, los votantes han perdido la ilusión y la estructura interna ha quedado reducida a una caricatura de sí misma. El PP en Gran Canaria es un partido partido, roto, sin rostro ni discurso, y donde reina la apatía.
El único movimiento que se percibe es el de una expresidenta insular que, aunque hace tiempo que dejó los cargos, sigue moviendo los hilos desde la sombra gracias a las famosas puertas giratorias que la mantienen aferrada a la vida política y pública. Mientras tanto, el actual presidente insular —nombrado a dedo— parece más centrado en sus ambiciones personales que en resucitar una organización en estado crítico. Su prioridad no es reconstruir el partido, sino posicionarse como candidato a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, incluso si eso implica entorpecer el trabajo de Jimena Delgado, la única figura visible, seria y activa del PP en la isla.
Del resto, poco o nada se sabe. Los parlamentarios autonómicos del PP en Gran Canaria parecen haberse esfumado. Su labor es invisible, sus intervenciones inexistentes. Lo mismo ocurre con los senadores y diputados nacionales por la provincia: nadie sabe en qué están, qué defienden o para quién trabajan. No hay actos públicos, no hay ruedas de prensa, no hay posicionamiento político. Solo el silencio. Un silencio que retumba en la sede del partido, donde ya ni se convocan reuniones ni se abren las puertas.
Mientras todo esto ocurre, muchos afiliados y cargos históricos han decidido abandonar el barco. El ejemplo más llamativo es el de Juan José Cardona, expresidente insular y exalcalde de Las Palmas de Gran Canaria, que ha encontrado en Coalición Canaria un espacio donde, al menos, se le escucha. Y no es un caso aislado. Cada semana hay más personas que abandonan el PP por agotamiento, por decepción o simplemente porque ya no se sienten parte de un proyecto que, para muchos, ha dejado de existir.
Y sin embargo, no todo está perdido. Hay personas dentro del partido —algunas muy conocidas por los militantes— que han demostrado durante años una gran capacidad de organización, de movilización y de liderazgo. Personas que han hecho posible actos exitosos, campañas memorables y victorias electorales. Pero no están en el grupo de los “elegidos”. No pertenecen a ese círculo cerrado que ha convertido el PP en Gran Canaria en una suerte de secta política, donde solo caben los amigos y afines a la antigua guardia.
Y en este escenario, surge la pregunta que muchos se hacen en voz baja:
¿Dónde está Manuel Domínguez?
El presidente regional del PP y actual vicepresidente del Gobierno de Canarias parece más preocupado por la estabilidad de su cargo en Tenerife que por la sangría que sufre su partido en Gran Canaria. Su falta de acción, de implicación y de interés es clamorosa. Con el GPS político bloqueado y la brújula interna desimantada, Manuel Domínguez ha dejado a la segunda isla más importante del archipiélago a la deriva.
Quizás nadie se dé cuenta —o no lo quieran ver— de que por encima de cualquier ambición personal, está el partido. Y si no hay partido, no hay gobierno posible. Sin estructura, sin liderazgo, sin unidad y sin ilusión, el PP no solo pierde elecciones: pierde su razón de ser.
En resumen, el Partido Popular en Gran Canaria está en estado terminal. Un partido que ya no moviliza, que ya no seduce, que ha dejado de emocionar a los suyos. Y mientras no se tome una decisión firme, valiente y regeneradora, seguirá caminando hacia el abismo. Porque cuando un partido deja de escuchar, deja de existir.
Y el silencio que hoy habita en la sede del PP en Gran Canaria no es solo ensordecedor…
Es el sonido de su último suspiro político.
Juan Santana, periodista y locutor de radio
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1 comentario en ««EL PARTIDO POPULAR EN GRAN CANARIA: SIN RUMBO, SIN VOZ Y AL BORDE DE LA DESAPARICIÓN»»
Cuidadin Rápel que te vas a quedar sin clientela