EL ÉXITO SOCIAL DE LA DENUNCIA PÚBLICA DE ONDA GUANCHE SIGUE ALCANZANDO COTAS REGIONALES

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El éxito social de la denuncia pública de ONDA GUANCHE sigue alcanzando cotas regionales. Tras la publicación de este medio denunciando la insostenible situación de unas vecinas de Telde, Olga Naranjo y su hija enferma, Laura García, que llevaban más de cinco años sin agua ni luz en su casa, activistas sociales como Carlos Carreño y medios de comunicación como Canal 4 TV, Cope Canarias, Televisión Canaria y hoy el periódico La Provincia-Dlp, han amplificado esta vergonzosa situación que sufre esta familia teldense.

Publicación de La Provincia este domingo

Parece inconcebible que en estos tiempos pueda haber gente que carezca de los servicios más básicos como son el agua y la luz en una vivienda. Sin embargo, en esta situación llevan cinco años viviendo Olga Naranjo y Laura García, madre e hija que residen en el barrio de Jinámar. La razón es simple: no tienen dinero para pagar la instalación eléctrica y del suministro de agua, desvalijada tras la entrada de unos ocupas a su piso durante una temporada en la que estuvieron fuera. Y desde el Ayuntamiento no les han solucionado nada, aseveran, a pesar de llevar un lustro reclamando alguna ayuda.

Lavarse con un cubo de agua fría, cocinar con una pequeña bombona prestada y comer únicamente alimentos que no caducan, por no tener ni una nevera donde mantener la comida durante varios días o tener que dejarle la ropa a una amiga o familiar para que la lave. Una radio de pilas como único entretenimiento y una pequeña linterna para alumbrar de noche el salón. Parece un escenario lejano, que no pueda darse en nuestra sociedad moderna. Sin embargo, Olga Naranjo y su hija, Laura García, vecinas del barrio de Jinámar, llevan cinco años aguantando esta dura situación.

Solo la solidaridad vecinal y el apoyo de su familia les ha permitido sobrevivir en este tiempo, pues aseguran que desde la administración local no han recibido más ayuda que un bono de alimentos. “Hemos estado luchando en estos últimos años para que nos faciliten comprar un nuevo contador de agua y luz, que es lo que realmente necesitamos; no tenemos deudas y podemos seguir pagando las facturas, pero hay que poner la instalación y eso es muy caro”, explica la madre. En concreto, unos 3.000 euros podría costar solo la reposición de la infraestructura eléctrica, un gasto que no pueden costearse al cobrar una pequeño pensión de 400 euros al mes.

García, que padece de esquizofrenia paranoide desde hace más de 20 años, se lanzó desde el cuarto piso del edificio hace ya diez años durante una crisis. “No me maté porque hay alguien arriba, porque me destrocé entera”, agrega. Su familia se volcó en cuerpo y alma a cuidarla para garantizar su completa recuperación, por eso Laura no volvió a su vivienda en Jinámar durante el tratamiento, sino que residió durante los primeros cinco años alternando entre la casa de su madre y la de su hija. En ese periodo dejaron de pagar las facturas del agua y la luz, pero ese no es el motivo por el que ahora estén sin estos servicios. “Al tiempo volví, pero me di cuenta de que habían cambiado hasta la cerradura de mi casa; se había estado metiendo gente a vivir”, explica.

Utilizan más de 15 garrafas diarias, llenas de agua de regar, para asearse, cocinar y limpiar

No quedaba ningún electrodoméstico en el piso; ni nevera, ni termo, ni otros aparatos. Tampoco quedaban casi muebles y los que permanecían estaban completamente destrozados e incluso quemados. “Uno de los cuartos de baño está inservible desde entonces; se caían todos los azulejos y tuvimos que desprenderlos, ya no podemos usarlo”, explica. Asimismo, los ocupantes arrasaron también con los enchufes y el cableado, robando incluso las lámparas. “Son historias para no dormir; me encontré hasta un perro muerto tirado en la cama, tuve que tirar mucha ropa que tenía aquí porque estaba manchada de sangre”, asegura la propietaria.

Desde entonces han tenido que buscarse la vida para efectuar las tareas del día a día. “La comunidad de vecinos nos permite rellenar diariamente las garrafas con el agua que se utiliza para regar los jardines que hay alrededor de los vecinos”, explican. Cada día pueden llegar a rellenar unas 15 garrafas, aunque admiten que cuando toca fregar los suelos usan muchas más. “Para bañarnos también tenemos que utilizar unas cuatro o cinco; a veces la calentamos con la bombona que tenemos, con la que cocinamos, pero la mayoría de veces tiene que ser fría”, explican con desazón. “A partir de las siete de la tarde, cuando va anocheciendo, solo queda ponerse a dormir”, añade Olga con amargura, pues ni leer ni ver la televisión pueden durante esas largas horas nocturnas.

Madre e hija han esperado durante años a que el área de Servicios Sociales pusiese remedio a esta terrible solución. “Sabemos que la instalación eléctrica es otra historia, pero siempre que he ido a pedir que me den un empujón con el tema del agua me han estado mandando de aquí para allá; dándome diferentes excusas, pidiéndome que rellene papeles una y otra”, explica García, que añade que ese traqueteo también ha supuesto gastos colaterales. “Mi hermana me ha ayudado muchas veces a subir hasta Telde en coche, gastando gasolina; yo también he invertido en fotocopias”, sostiene apurada, pues son pequeños gastos que le hacen la vida aún más cuesta arriba.

Carlos Carreño, vecino del municipio, se ha ofrecido a pagarles un nuevo contador

Mientras tanto su madre tomó la decisión de exponer su caso públicamente, llamando a uno de los medios de comunicación locales. “No podía más; mi hija cada vez que se presentaba en el Ayuntamiento para arreglar los papeles acababa siendo despachada y así no se puede seguir viviendo”, expresa con angustia. Pero gracias a esta iniciativa su circunstancia acabó llegando a los oídos de Carlos Carreño, un vecino del municipio, que decidió finalmente costear por cuenta propia la compra del contador y el pago del boletín para poder enchufar de una vez la conexión del agua.

“Que una persona corriente haya tenido que poner dinero de su bolsillo para ayudarnos me parece increíble, jamás podremos olvidar algo así”, expresan con emoción. Olga, incluso más sentimental, admite que ella también sufre artrosis y problemas del corazón. “Lo único que quiero es que cuando me vaya mi hija esté bien, que no le falta de nada”, sostiene con lágrimas en los ojos. “La verdad es que ha sido muy duro vivir así”, concluye la hija, aunque admite que aunque su situación es extrema, muchos de sus vecinos sufren también casos similares. “Hay mucha gente necesitada en Jinámar”, destaca indignada, pues siente que la ayuda nunca llega.  

La Provincia-Dlp / Judith Pulido

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Florentino López Castro

Florentino López Castro

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