«El autómata que llevamos dentro»

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Lo propio del modo de ser de la especie humana es una inusitada simbiosis entre las características condiciones naturales -con que nos dota nuestro genoma- y el extraordinario fenómeno cultural y tecnológico que, desde la noche de los tiempos, hemos creado. Ninguna otra especie se puede comparar con la nuestra en el nivel de transformación del entorno, de acomodamiento constructivo, de artificiosidad en las maneras de realizar la convivencia y de preponderancia de lo convencional sobre lo natural.

Nacidos como primates desnudos para deambular en plena naturaleza, desde los inicios de la hominización, pusimos en práctica una portentosa necesidad de materializar nuestras imaginaciones y creencias, en el día a día de nuestras vidas y mucho más allá de ellas. Y así, las infinitas culturas creadas y las múltiples civilizaciones desarrolladas son, por muy paradójico que pueda parecer, expresiones de nuestra naturaleza tan propias como lo son la elaboración de nidos y lo cantos propios para las golondrinas.

Ello es posible, en parte, por la muy particular manera en que los humanos nos creamos hábitos de pensamiento, emoción y conducta. Un proverbio tibetano lo expresa así:” Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino.”.

Efectivamente, tenemos en la automatización de nuestras distintas manifestaciones intelectuales, emocionales y prácticas, la posibilidad de modificarnos y crear –para bien y para mal- múltiples segundas naturalezas. Nuestros conocimientos y habilidades, combinados con la perseverancia, nos permiten, no solo ampliar nuestros horizontes y destrezas constantemente, sino que, auto asimilados como hábitos, nos llevan a adquirir nuevos modos de ser y estar.

Este es un proceso que, en los mejores casos, va de la conciencia a la inconsciencia. Los múltiples repertorios de análisis racional, las variadas estrategias de conexión empática y las infinitas técnicas de laboreo pueden aprenderse, practicarse y asimilarse como una segunda piel hasta casi resultar espontaneas. Ese es el significado etimológico de “Autómata”: (en griego) espontáneo o con movimiento propio.

Pero, como en tantas otras cosas en los complejos asuntos humanos, la prudencia y la autocrítica son imprescindibles a la hora de conducirnos habitualmente y de adquirir nuevos hábitos. Como bien sabemos y padecemos, no solo introyectamos buenos hábitos y de manera consciente: múltiples dependencias, absurdidades y taras están normalizadas en nuestro ser, sin que nos paremos a reconsiderar nuestras finalidades y coherencias.

Así que permanezcamos atentos a ese extraordinario poder, tanto para la fijación como para la transformación, tenemos a nuestro alcance, no sea que terminemos, cual aprendices de brujos, siendo meros autómatas: como máquinas automáticas programables, realizando tareas de manera autónoma, como seres humanos que somos, pero sin la menor humanidad. Ejemplos y casos de ello, hay infinitos.

Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social

http://bienvenidosapantopia.blogspot.com

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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