De velatorio a picadero en Jinámar y con un dineral perdido

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El final del velatorio de Jinámar llevaba tiempo escrito. Sin uso y sin vigilancia, invitaba al destrozo. Las dificultades para acceder al edificio, con vanos de doble cristal y antepuertas, lo habían librado de la ira desenfrenada de los vándalos, pero ya sus barreras han sido vencidas. Ahora sus catafalcos son usados como picadero.

No estaba intacto. Ya se habían  metido en marzo de 2014 y le habían causado graves destrozos. El gobierno local de entonces volvió a sellarlo y no lo hizo mal porque a los amigos de lo ajeno, que entraban y salían a su antojo de la vecina Casa de la Condesa, les ha costado tiempo volver a hacer de las suyas. Pero esta vez lo han conseguido, y con creces. Ya no queda un centímetro cuadrado indemne. La violencia no ha dejado rastro de una infraestructura social que se pagó con los dineros del segundo Plan Zapatero, en tiempos de Francisco Santiago (NC) en la Alcaldía, en 2010. Nunca se estrenó porque faltó la conexión eléctrica. Los partidos hoy en el gobierno se echaron las manos a la cabeza con aquel asalto de 2014, pero nada han hecho ahora para garantizar su protección.

Los 199.500 euros que aquel ejecutivo se gastó de los fondos delEstado para dotar a Jinámar de un recinto en condiciones donde los vecinos pudieran velar los restos de sus seres queridos se han convertido, seis años después, en picadero público y semiclandestino, y en campo de pruebas para el tiro a la piedra. De sus funciones como recinto apto para encuentros sexuales dan fe las decenas de preservativos que hay esparcidos por el suelo, sobre todo dentro de los habitáculos donde están los catafalcos, que de soporte para ataúdes han mutado en incómodas camas. Y para comprobar la otra función que le han dado al inmueble, basta con apreciar los teniques que se reparten por el suelo y que han quedado como prueba de cargo del empeño que pusieron los asaltantes del velatorio para abrir boquetes lo más grandes posibles en las vitrinas de las salas de exposición de los cadáveres, o en los cristales de todas y cada una de las puertas. No debió ser fácil agrietar las cristaleras de los túmulos, que cumplían requisitos exigentes en materia de seguridad frente a impactos y para garantizar el aislamiento térmico del espacio donde se supone que debía estar el cadáver.

Aquí se ha hecho daño por diversión. Hay grafitis, los baños están desmantelados, la instalación eléctrica la arrancaron de cuajo… No se ha librado ni el tejado. La acera que linda con el edificio luce un mosaico de piezas de tejas destruidas. También han golpeado hasta romper en trozos el revestimiento de mármol de los catafalcos. Nada se ha librado. Y lo peor es que sigue abierto.

Canarias7

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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