«CUANDO LO QUE SE NOS QUEMA ES EL ALMA»

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Dar una opinión y no caer en el desahogo es difícil. Desahogarme y pecar de injusto y hasta de desalmado, un atrevimiento gratuito. Buscar culpables cuando otros que los conocen con más argumentos, están arriesgando aún sus vidas por salvar lo más posible este tesoro natural que se nos quema, sería una falta de respeto y sensibilidad. Por eso sólo me queda el recurso de interrogarme. ¿Por qué ahora y porqué así?. ¿Por qué hemos dejado convertir nuestro medio natural en sòlo un decorado descuidado y empobrecido para que el turismo de masas se saque sus fotos?.¿Por qué llegamos a la conclusión errónea de que era posible que 105 endemismos podrían sobrevivir en equilibrio sin frenar la sobrepoblaciòn, abandonando el sector primario y «estresando» al máximo las condiciones de un escenario tan frágil? ¿Por cuanto tiempo creiamos poder dejar eso del cambio climático convertido en pura retòrica y algo que afectaría a otros?. ¿De qué sirve tener un importante, plantilla militar improductiva en cuarteles si podría contribuir al mantenimiento de esta importante masa forestal desatendida? ¿Un lugar como Canarias con varios parques nacionales no merece tener un dispositivo de emergencias bien dotado de recursos humanos y materiales? ¿Es que acaso una base naval, convertida en sòlo club de recreo para oficiales de la marina, no podria ser sede de una base para aviones anfibios que nos diera más seguridad en el futuro?.

Al final, como siempre, tiene que ocurrir una desgracia que nos saque de la anestesia perpétua en la que estamos, para que nos paremos a reflexionar. Quemada y arrasada Tamadaba, con más de 10 mil personas afectadas, con la constataciòn de que la naturaleza no perdona ni desidias ni desprecios, queda encontrar soluciones que van más allá de esta tragedia, más allá del peligro de nuevos incendios, más allá de la buena voluntad, poses y promesas efímeras. Es tarde para sòlo señalar culpables, para sòlo pensar que el pino se recupere, para darnos palmaditas en la espalda y hasta la pròxima. Aquí ha habido gente que se ha jugado la vida, otros que han estado a punto de perder su sustento y hogar, y una isla que ha visto perder un medio natural que era uno de los tesoros de la tierra que sentimos nuestra.

Lo mejor de todo, la nobleza de un pueblo que aún reacciona ante el dolor y sufrimiento, ese buen sentir del canario que no lo arrasará ni la más voraz llamarada del mal llamado progreso.

José Carlos Martín Puig, sociólogo

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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