Representantes de varias organizaciones registraron en la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias un escrito exigiendo la inmovilización de estas partidas y la apertura inmediata de investigaciones.
La ciudadanía exige soberanía alimentaria y rechaza la importación de papas israelíes que ponen en riesgo la salud y la dignidad del Archipiélago Canario.
En un momento en que el campo canario atraviesa graves dificultades para sostener su producción, y en el que miles de familias agricultoras ven peligrar su modo de vida, ha estallado la indignación ciudadana al conocerse que en los supermercados de las islas se venden papas importadas de Israel.
No se trata solo de un asunto económico. Tampoco únicamente de la competencia desleal que sufren nuestros agricultores, incapaces de igualar los precios de un producto que, según las propias declaraciones del Consejero de Agricultura del Gobierno de Canarias, llega con fitosanitarios prohibidos en la Unión Europea, lo que convierte su comercialización en una amenaza directa para la salud de la población.
Se trata, además, de un asunto de dignidad y justicia. Estas papas no brotan de una tierra cualquiera: nacen de suelos robados al pueblo palestino, regadas con agua arrebatada y bajo un sistema que se sostiene sobre la ocupación y el genocidio. Cada saco que entra en nuestras islas es un recordatorio de la violencia y de la impunidad con la que se lucra el Estado de Israel.
Frente a ello, numerosas organizaciones sociales, vecinales y del mundo rural han alzado la voz. El mensaje es claro: Canarias no quiere papas manchadas de sangre, ni quiere poner en riesgo la salud de su gente. Reclaman que el Gobierno de Canarias actúe con firmeza, inmovilice estas partidas y abra las investigaciones pertinentes para impedir que el mercado canario se convierta en un vertedero de alimentos tóxicos y de productos de la ocupación.
La lucha va más allá de un tubérculo. Estamos hablando de soberanía alimentaria, de la capacidad de Canarias para decidir qué comemos y cómo lo producimos, de proteger a quienes trabajan la tierra en condiciones cada vez más difíciles y de defender la salud y el futuro de nuestro pueblo.
Es el momento de que la ciudadanía despierte, de que miremos con atención lo que depositamos en nuestro carrito de la compra y de que apoyemos al producto local, que nace de nuestras tierras, de nuestras manos y de nuestra historia. Apostar por la papa canaria no es un gesto de consumo: es un acto de resistencia frente a un sistema global que desprecia la vida y los derechos de los pueblos.
Canarias ha demostrado en muchas ocasiones que sabe levantarse, que no acepta el atropello ni la sumisión. Hoy, una vez más, nos toca decir alto y claro:
¡Ni papas con veneno, ni papas de la ocupación!
Por nuestra salud, por nuestra gente, por Palestina, por Canarias.
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