ATRAPADOS EN LA GARITA

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Un tramo de la calle Crisantemo lleva un año cortado al tráfico por el riesgo de derrumbe de una fachada. Los vecinos piden una solución. Como en la canción de Sabina. Cerrados por derribo. Así están los vecinos del último tramo de la calle Crisantemo, en La Garita, el más próximo al edificio de Las Salinas. Una casa que amenaza ruina, un pleito judicial y un ayuntamiento que dice que no puede hacer nada resumen el último año de estos castigados residentes, a los que les cortaron la calle en agosto de 2018 y los enterraron en el limbo del papeleo, los plazos y los rigores administrativos de esta tecnocracia que algunos aún sueñan con llamar democracia. Miguel Santana, del colectivo vecinal Punto y Seguido, ha cogido el testigo del malestar de estos vecinos para exigir soluciones al consistorio. «No se puede tener una calle cerrada tanto tiempo por un problema entre particulares, habrá que buscar alguna salida», apunta.

La clave de este nudo gordiano está en el número 15 de la calle, un anodino edificio con cuatro puertas de garaje, cuya fachada, a simple vista, parece rendida a las leyes de la gravedad. Y si no lo parece, así lo aseguran los técnicos del departamento de Disciplina Urbanística del Ayuntamiento. Le incoaron un expediente por amenaza de ruina inminente y ordenaron el cierre preventivo de la calle a la circulación de vehículos ante el riesgo cierto de que la fachada se venga abajo y se acueste sobre el asfalto. Dos líneas paralelas de vallas cercan el paso a uno y otro extremo de los límites de la vivienda. Pero luego hay otras que advierten del corte de tráfico en el punto donde la calle Crisantemo enlaza con la calle Amapola. Esta prohibición no solo afecta a los que viven en las casas colindantes a la que amenaza derrumbe, sino a los que residen en la zona de Las Salinas, que antes entraban directo por Crisantemo y que ahora han de hacer un rodeo por la calle Pascual para llegar a su parte del barrio.

El problema es que el Ayuntamiento ha comunicado a los dueños del edificio que tienen que tirarlo y que para ello han de presentar ante Urbanismo un proyecto de derribo. Pero no lo han hecho. Hasta ahí la información que da la corporación local, a la que no le vale con colocar un mallazo que evite caída de cascotes, como sugieren algunos vecinos, y reabrir así la calle. La malla caería junto con la fachada. ¿Y por qué no han presentado el proyecto? La información que maneja el barrio es que uno de los propietarios no está de acuerdo y el asunto se ha judicializado. Así las cosas, dice el Ayuntamiento, toca esperar por el juez.

Mientras tanto, Ana Mata, vecina pared con pared del número 15, teme por la seguridad de su propia casa. De un tiempo a esta parte se le han dibujado grietas de lado a lado en su salón, en los azulejos del baño y en su dormitorio. Le han hecho un peritaje de los daños, pero lo que le preocupa es que aquella casa tire de la suya. No duerme tranquila.

Santana urge soluciones, al juzgado, al ayuntamiento o a quien se tercie. Pero reclama además al consistorio que, al menos mientras hace algo, o no, por resolverlo, señalice mejor las alternativas de tráfico a este corte de calle. Ya el otro día una ambulancia se vio en un lío al meterse en este agujero negro y no saber cómo desentrañar el laberinto para llegar a su destino. «Que pongan señales de tráfico en condiciones, no folios DIN—4». Dicho queda.

Canarias7

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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