Primero Canarias nació como la gran liberación de los “oprimidos municipalistas” que, según ellos, habían sido ninguneados por la cúpula histórica de Nueva Canarias. La narrativa era clara: “nos vamos porque queremos ser libres, modernos, valientes, territorio puro, sin tutelas de los viejos”. Y así, hechos los valientes, emprendieron su fuga hacia una nueva meta… de la mano de Coalición Canaria, como si la emancipación consistiera en cambiar una tutela por otra con foto sonriente en la puerta.
Pero aparece el giro inesperado que no entraba en las diapositivas estratégicas: Antonio Morales no quiere retirarse a su casa ni jubilarse como enterrador de la izquierda grancanaria. Morales, fiel a su estilo, escucha, observa, calcula y finalmente plantea la pregunta que lo cambia todo:
“Si yo sigo siendo el que tiene los votos, ¿por qué habría de marcharme yo?”
Y el terremoto llega. Porque si Morales se queda, Primero Canarias se queda sin el referente simbólico del municipalismo auténtico. Teodoro Sosa podrá tener discurso, Ciuca podrá tener músculo local, pero el único con voto real, voto sólido y voto arraigado es Morales. Y eso lo cambia todo.
De repente, lo que parecía renovación épica se transforma en ruptura precipitada, exceso de confianza y prisa por ganar protagonismo antes de saber si el barco realmente se hundía. Morales, quedándose en NC, convierte a Primero Canarias en algo muy distinto a lo que pretendían: una escisión sin causa clara y sin aval popular propio.
Y entonces llega la escena más elocuente de esta historia:
los que se fueron de NC hacia Primero quedan ahora en medio del puente, planteándose si merece la pena seguir adelante o retroceder con disimulo al punto de partida.
Hay quien ya ensaya frases del tipo “no fue ruptura, fue una pausa reflexiva”, intentando cruzar de vuelta sin mojarse.
Y aparece el detalle definitivo que desnuda la situación: hasta Ciuca, el socio municipalista estrella, comienza a dejar claro que en Telde no irá con Primero Canarias en 2027, sino que se presentará con sus propias siglas, con su propia marca y con Juan Antonio Peña como candidato al Ayuntamiento. Esto expresa, sin palabras, la sentencia más dura:
Si hasta el socio central decide caminar solo, Primero Canarias se queda sin bandera propia y sin excusa para existir.
Así, Morales —sin dar una rueda de prensa, sin discursos épicos, sin proclamas— lanza el mensaje más contundente que un político puede emitir sin hablar:
“No dejo mi partido porque Nueva Canarias no está muerta. Muertos están quienes creyeron que ellos eran el partido.”
El resultado es demoledor:
Primero Canarias queda como un grupo de electos cuya fuerza dependía del árbol bajo el que crecieron, y ahora buscan cómo volver a la sombra sin hacer ruido.
Porque esta es la verdad incómoda que nadie quería pronunciar:
Los votos nunca fueron de Teodoro ni de los municipalistas.
Los votos eran de Morales y del proyecto que representaba.
Y cuando el dueño de la llave no abandona la casa… todos los que salieron se quedan en la calle, mirando hacia adentro, como si la mudanza hubiese sido un mal sueño.
Juan Santana, periodista y locutor de radio