A menudo cuentan que la realidad siempre supera a la ficción. En el aeropuerto de Gran Canaria pueden dar fe de ello. Y es que el personaje de Tom Hanks en la película La Terminal queda reducido a anécdota si se le compara con las 30 personas que llevan semanas pernoctando en Gando. De ellos, al menos 7 u 8 están todo el día.
Son las 00.13 horas de la madrugada del martes al miércoles. En el aeropuerto de Gran Canaria reina la calma. Solo hay trasiego de limpiadoras. En la calle algunos trabajadores apuran sus cigarros. No se esperan vuelos. Al menos, no nacionales. Pero hay gente durmiendo en las bancadas azules de Gando. No portan una simple maleta. Los hay que se han rodeado de enseres. Muñecos. Ropa desperdigada. Bolsas con comida. Una bombona butsir. Y hasta una bicicleta.
Un simple recuento deja ver que son 30 personas, 30 vidas que han hecho de este aeropuerto su segunda casa, o la primera. En enero la Guardia Civil, según la Delegación del Gobierno, tenía identificadas a 15. Entonces las había de 8 nacionalidades, la mayoría europeas, aunque consta una joven de Afganistán.
Pero en apenas un mes el número de tan particulares huéspedes se ha duplicado. Entre los que estaban hace dos noches había un bebé junto a sus padres. Dormían en la planta baja. Informan desde Aena que estas 30 personas están en un lugar público, el hall de Gando, y que mientras no alteren el orden ni generen problemas de salubridad, no pueden ser conminados a dejar las instalaciones.
Así las cosas, se les presta asistencia médica, cuando la requieren, y se han hecho gestiones con los distintos consulados para que les ofrezcan ayuda, aunque hasta ahora no la han aceptado. Además, Aena ha informado a los servicios sociales de los dos ayuntamientos que comparten suelo aeroportuario, Telde e Ingenio, para que estén al tanto y les den la ayuda que precisen.
La quietud de aquella madrugada solo se la saltaban tres de estos inquilinos. Descalzos, compartían banco y bebidas fuera de la terminal, en la zona de llegadas. Son del grupo que duerme cerca de la oficina de Correos. Hay uno que ha ocupado una línea de asientos entera. El otro se fue de bruces al suelo varias veces antes de lograr acostarse.
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