«REFLEXIÓN TRAS EUROVISIÓN 2025: CUANDO EL ESPECTÁCULO PESA MÁS QUE LA CANCIÓN (Y TELDE SIGUE BRILLANDO EN LA HISTORIA)»

Comparte esto:
Eurovisión 2025 ya pasó. Y como cada año, lo hemos vivido intensamente… para luego pasar al duelo nacional con la misma energía que cuando perdemos en cuartos en el Mundial: mucho análisis, cero autocrítica y toneladas de memes. España volvió a participar con una canción que, según RTVE, era la apuesta perfecta. Que no sabíamos para qué exactamente, pero perfecta. Llevábamos emoción, voz, concepto… y otra vez, quedamos para el arrastre. Ya es tradición: nos ilusionamos como si fuéramos a ganar y al final terminamos como cada año, diciendo: «Bueno, al menos no quedamos últimos… ¿no?» Spoiler: cerca estuvimos.
 
Porque Eurovisión, seamos honestos, ya no es un festival de canciones. Es un parque temático de geopolítica, narrativa visual y votaciones que harían palidecer a cualquier oposición del Estado. Y mientras otros países presentan propuestas con mensaje, identidad y coreografías que requieren entrenamiento militar, nosotros vamos con la esperanza de que nos voten porque… bueno, porque somos majos.
 
Y claro, los del jurado van por un lado, el televoto por otro, y nosotros… por el arcén, con el warning puesto y preguntándonos por qué no nos quieren si cantamos con el alma. Pues eso: porque Eurovisión no es un karaoke emotivo. Es una competición de espectáculo y estrategia. Y nosotros seguimos pensando que con llevar una buena voz es suficiente. Como si esto fuera Operación Triunfo 2001.
 
Pero —y aquí viene el dato con pedigrí— este año, mientras todos hablaban de fuegos artificiales, estilismos imposibles y escenarios que parecen sacados de una peli de Marvel, en Telde recordábamos que también fuimos protagonistas de Eurovisión. Y no con cualquier cosa, no. Con clase. Con historia. Con José Vélez, el teldense de voz elegante y pelo impecable que en 1978 nos representó con «Bailemos un vals».
Un señor que no necesitaba ni bailarines ni pantallas LED: él salía, cantaba, sonreía y Europa aplaudía.
 
José Vélez puso a Telde en el mapa europeo mucho antes que Google Maps. Y lo hizo sin enchufes políticos ni peleas por salir en la foto. Con música de verdad. De esa que no necesita traducción. Así que mientras ahora discutimos si el próximo año hay que llevar flamenco trap, balada urbana con mensaje ecologista o a algún influencer con autotune, quizás deberíamos sentarnos, respirar y preguntarnos: ¿sabemos a qué estamos jugando?
 
Porque si Telde ya tuvo su momento de gloria en Eurovisión hace casi 50 años, ¿cómo es posible que con más medios, más dinero y más redes sociales, no logremos ni un mísero top 10? Quizás lo que necesitamos no es una nueva canción, sino una nueva forma de tomarnos el certamen: menos improvisación, menos postureo institucional… y más José Vélez. Porque ese sí sabía lo que era subirse a un escenario sin necesidad de hacer malabares con un dron en llamas.
 
Y mientras tanto, por si acaso no ganamos el año que viene (otra vez), siempre nos quedará Telde. Que con baches o sin ellos, con vicealcaldesas que pelean por salir en la foto o concejales que asfaltan sin llamar, al menos puede decir con orgullo: nosotros fuimos Eurovisión… cuando esto todavía era un festival de verdad.
 
Juan Santana, periodista y locutor de radio
Florentino López Castro

Florentino López Castro

Deja un comentario