A principios del siglo XX, la invención de la baquelita, un material completamente sintético procedente del petróleo revolucionó la industria por su resistencia, aislamiento y moldeabilidad y marcó el inicio de la era de los plásticos que, gracias a su versatilidad y bajo coste, han impulsado el desarrollo tecnológico y el consumo exponencialmente y a nivel mundial. Pero, un siglo después y debido a las enormes dificultades para biodegradarlos, también han generado una crisis medioambiental y sanitaria sin precedentes y de alcance planetario.
Entre la gran variedad de polímeros sintéticos que se han ido desarrollando, los más comunes son el PET, presente en múltiples botellas, el PVC, utilizado mucho en la construcción y el Poliestireno, conocido como el “corcho blanco”, para embalaje. Y en todos los casos, la reutilización y el reciclaje de estos y otros plásticos usados masivamente es enormemente complicada, debido a la habitual mezcla con otros plásticos y la pérdida de propiedades mecánicas en cada ciclo de reaprovechamiento que conlleva, a la presencia de aditivos tóxicos que se liberan durante los procesos y la mezcla de diferentes tintes y a la contaminación con residuos orgánicos que, cuando no la hacen imposible, disminuyen la homogeneidad y la calidad del material reciclado. Y hay infinidad de formulaciones plásticas en producción y uso.
Así mismo, el abandono generalizado, debido a todos estos problemas, de plásticos en el medio ambiente tiene consecuencias nefastas para los ecosistemas, su flora y su fauna. Y, Por si fuera poco, los plásticos, con paso del tiempo y el uso, se fragmentan en partículas cada vez más pequeñas (denominadas microplásticos y nanoplásticos) que cada año inundan todos los entornos, por lo que ya son omnipresentes en todos los organismos vivos, incluidos los seres humanos. Pues, atraviesan sus barreras biológicas y se transfieren y acumulan en los diversos órganos, lo que provoca toxicidades como estrés celular oxidativo e inflamación, alteración del microbioma intestinal, envenenamiento químico y neurotoxicidad.
Paragógicamente, a pesar del enorme alcance de las crisis ecológicas y sanitarias que están ocasionando las actuales formulaciones, usos y tratamientos de los plásticos, las instituciones de gobernanza permanecen en una temeraria inacción. Parte de las razones de la manifiesta irresponsabilidad de los gobiernos a todos los niveles se encuentra en la presión que ejercen las industrias petroquímicas, que constituyen uno de los sectores económicos más poderosos del mundo.
Lo cual, les ha facilitado, aprovechando la falta de cooperación legal internacional, salvaguardar sus intereses económicos y postergar, hasta hoy, que la responsabilidad recaiga en el origen del problema. Por ello, aún persiste la narrativa de que la contaminación por plásticos es un problema de comportamiento fundamentalmente individual, y los gobiernos, en lugar de regular a los productores, continúan centrándose en campañas de concienciación y sistemas de reciclaje manifiestamente ineficientes.
No obstante, para abordar la crisis de manera efectiva, es necesario actuar en múltiples frentes de forma coordinada. Hay que obligar a las empresas a financiar el 100% del coste de su recogida, clasificación y tratamiento del plástico que introduzcan en el mercado. Y hay que implementar tratados internacionales vinculantes que incluyan metas obligatorias para la reducción de la producción de plástico virgen, la eliminación de los polímeros y aditivos más peligrosos y los plásticos de un solo uso más problemáticos e innecesarios.
Profundizando las estrategias de utilización sostenible de los recursos, de ahorro de energía en la elaboración, de uso y consumo necesarios y de recuperación completa de los desechos, también que priorizar el ecodiseño, fomentar y facilitar la compra de productos sin embalaje y la venta a granel. Y regresar al vidrio, el metal, el cartón y el papel y la madera y el bambú. Hay que aumentar la investigación y la producción plásticos de origen biológico, una innovadora alternativa. Y priorizar los textiles como el algodón, el cáñamo y el yute orgánicos y los nuevos materiales prometedores a partir de micelios de hongos, algas, caña de azúcar o fibra de trigo.
Poque lo que está pasando con el plástico es una prueba más de la responsabilidad manifiesta del modelo de desarrollo actual que lo determina en los graves problemas ecológicos, económicos y sociales en que nos encontramos la humanidad contemporánea; una verificación irrefutable de la obsolescencia de un sistema centrado en la nefasta finalidad crematística para evitarlos; y de su inadecuación estructural para cumplir con las necesidades políticas, económicas y ecológicas actuales.
Precisamos una rápida transición civilizatoria a una Sostenibilidad inclusiva, eficiente y sustentable que evite los múltiples colapsos que se ciernen sobre nuestras cabezas. Entre otros, que continuemos emplasticándonos hasta matarnos.
Xavier Aparici, filósofo y experto en gobernanza y participación
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