En política, hay líderes que marcan época, que dejan huella, que construyen partido. Y luego está Manuel Domínguez, que pasará a la historia del Partido Popular de Canarias no por levantarlo, sino por enterrarlo en vida.
Porque conviene decirlo claro: Domínguez no tiene nivel político ni académico. Su bagaje es escaso, su discurso es plano y su capacidad de generar ilusión, inexistente. Lo único que transmite es la sensación de un partido a la deriva, donde los afiliados han pasado de ser militantes activos a espectadores desmoralizados, viendo cómo su organización se convierte en un solar abandonado.
El PP de Canarias ha vivido años gloriosos: fue capaz de plantar cara a nacionalistas y socialistas, de ganar elecciones y de situarse como alternativa real de gobierno. Hoy, bajo el mando de Domínguez, el partido se ha convertido en un cascarón vacío. En Gran Canaria, hay municipios donde ya no existe sede; y en la única que sobrevive, si un día la cerraran, nadie lo notaría. Ni reuniones, ni convocatorias, ni actividad política. Un erial.
Lo más grave es la renuncia a representar al centro liberal. Ese espacio político, que durante años fue clave en las victorias del PP, hoy está abandonado. ¿El resultado? VOX recoge los frutos del descontento, alimentándose de los votantes populares huérfanos.
La política, guste o no, es también ilusión, presencia y liderazgo. Y Domínguez no ofrece ninguna de esas tres. Al contrario, se ha especializado en lo contrario: hundir el nivel, despreciar la militancia y proyectar la imagen de un partido más muerto que vivo.
Mientras tanto, los ciudadanos que un día confiaron en el PP canario miran con asombro cómo su presidente regional actúa como si todo fuera normal, como si la sangría electoral, la pérdida de poder y la ausencia de proyecto no fueran con él. Se habla mucho de la “crisis del centro-derecha” en España, pero en Canarias esa crisis tiene nombre y apellido: Manuel Domínguez.
Un líder que no lidera, un presidente que no preside y un político que no convence. Si la política fuera un examen, Domínguez estaría suspenso por incomparecencia. Y si fuera un espectáculo, lo suyo sería un teatro vacío donde ni siquiera se venden entradas.
Lo triste es que hubo un tiempo en que el PP de Canarias tenía músculo, cuadros potentes y capacidad de competir de tú a tú con cualquier rival. Ese trabajo, ese esfuerzo de tantos años, se ha tirado por la borda. Hoy, la organización está en su nivel más bajo de la historia, y los afiliados se sienten ignorados, invisibles, prescindibles.
Domínguez podrá presumir de ser vicepresidente del Gobierno de Canarias, pero lo cierto es que esa medalla no disimula la realidad: el PP, bajo su mando, está en estado terminal. Y la pregunta que muchos se hacen es evidente: ¿hasta cuándo seguirá Manuel Domínguez hundiendo al partido sin que nadie dentro levante la voz?
Porque una cosa está clara: mientras él siga al frente, cualquier tiempo pasado seguirá siendo mucho mejor.
Juan Santana, periodista y locutor de radio
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1 comentario en ««MANUEL DOMÍNGUEZ: ¿EL ENTERRADOR DEL PP CANARIO?»»
Y quien es este pavo. Le conozco?