Las derechas, la ‘extrema’ del PP y la fa$cista de VOX, ganan las elecciones en Extremadura. Y habría qué consultar a personas expertas en psicología humana para que nos expliquen qué extraña amnesia, contagioso síndrome o insólita abducción podrían padecer las personas que votan en contra de sus propios intereses, pensando que votan en favor de sus principios. ¿Sabrán estas personas que han votado por la desigualdad, por el machismo, por la privatización de los servicios públicos en sanidad o educación, por la mentira y los bulos frente a la verdad y a la información, por la intolerancia, por la especulación y la mercantilización de la vivienda, por la supremacía blanca y masculina, por la bajada del Salario Mínimo Interprofesional y de las pensiones, por el despido libre, por la gestión homicida en situaciones de emergencias, por la corrupción sistémica de organizaciones consideradas criminales, por la violencia de género, por la disminución de los derechos del Estado del Bienestar, por la incultura, por la defensa de la tauromaquia y el maltrato animal frente a las emergencias forestales, por la defensa del torero frente a las personas profesionales de la medicina, de la educación o de los mismos bomberos, por el odio y el racismo frente a la solidaridad y la humanidad, por los intereses y los beneficios del patrón o de los ricos frente a los derechos de la clase trabajadora?
También nos podrían responder, y no menos importante, ¿Por qué esas personas pueden llegar a pensar que una enorme bandera rojigualda podría solucionar los problemas y las necesidades de un pueblo?
¡Qué ‘santos inocentes’! Solo habrá que esperar a ese día para que sufran en sus carnes las políticas de las derechas, de sus amos, y quizás darse cuenta del valor de sus votos, pero ya entonces no habrá vuelta atrás …
Miguel Delibes supo magistralmente ambientar la realidad extremeña con su obra atemporal de la España profunda ‘Los Santos Inocentes’. Mario Campus quizás tendría hoy que añadir, en su icónica película y obra cumbre, a un ‘personaje imprescindible y destacado’ para entender mejor la realidad presente, al ‘torero’ apagando un incendio o haciendo una intervención quirúrgica a corazón abierto en algún hospital público, o quizás privado.
Andrés Ramírez Santana. Profesor Enseñanza Secundaria
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1 comentario en «LOS ‘SANTOS INOCENTES’ GANAN LAS ELECCIONES EXTREMEÑAS CONTRA SUS PROPIOS INTERESES»
El texto parte de una premisa profundamente paternalista: asumir que quienes han votado a PP o VOX lo han hecho por ignorancia, amnesia o contra sus propios intereses. Esa idea no solo resulta ofensiva para una parte muy amplia de la ciudadanía extremeña, sino que revela una preocupante incapacidad para aceptar el pluralismo político y la madurez democrática del electorado.
Votar distinto no equivale a estar manipulado ni a ser ajeno a la realidad social. Muchas personas toman su decisión tras valorar experiencias previas, resultados de gestión, prioridades personales o simplemente por desacuerdo con las políticas de la izquierda. Negar esa capacidad de juicio es una forma de desprecio elitista que, paradójicamente, explica mejor la derrota electoral que cualquier teoría psicológica extravagante.
Atribuir automáticamente a PP y VOX la defensa del machismo, la desigualdad, el racismo o la destrucción del Estado del Bienestar es una caricatura ideológica que sustituye el debate por el insulto. Extremadura no ha votado “por el odio”, sino por un cambio político legítimo tras años de un modelo que muchos consideran agotado, ineficaz o desconectado de los problemas reales: empleo, despoblación, servicios públicos que funcionen y oportunidades para los jóvenes.
Resulta especialmente llamativo que se invoque a Los Santos Inocentes para describir a los votantes actuales, como si fueran seres pasivos, incapaces y sometidos. Esa comparación no solo es injusta, sino que trivializa una obra literaria que denunciaba precisamente el desprecio de las élites hacia el pueblo llano.
La democracia consiste en aceptar que el pueblo decide, incluso cuando no vota como uno desea. Descalificar al votante, ridiculizar sus símbolos o augurarle castigos futuros no fortalece la convivencia ni mejora el debate público; solo profundiza la fractura social.
Tal vez la pregunta no sea por qué otros votan “mal”, sino por qué algunos no han sabido convencer sin insultar.