Si miramos el diccionario, la posverdad no es sino «la Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales». No es algo nuevo, sino que se trata de un recurso utilizado desde siempre. Se trata de algo también conocido como «mentira emotiva«. Y ejemplos hemos tenido a lo largo de la historia…
Uno evidente: Si pensamos en la Francia ocupada durante la 2ª Guerra Mundial, siempre tenemos la imagen de la resistencia frente al ejército nazi. Pero la realidad era otra: la resistencia era minoritaria en el conjunto del país galo. La mayoría de la población asumía su condición y una gran parte incluso servía al Gobierno de Vichy (el del mariscal Pétain). Como ese «relato» quedaba «feo» tras la guerra, se hizo hincapié en contar la parte más «interesante» desde el punto de vista del bando aliado. Como si toda Francia hubiera estado en la resistencia…
En España también han habido ejemplos, como el de la Guerra de Sucesión. Pero también, y más recientemente, hemos tenido ejemplos de distorsión de los hechos reales tras la muerte del dictador genocida y la llegada de una transición que no fue tan modélica como la posverdad nos pintó. De aquellos polvos, estos lodos…
Porque poco de lo ocurrido tiene que ver con lo que nos contaron. El «todo atado y bien atado» del discurso navideño del dictador genocida en 1969, tras la designación como su sucesor del entonces príncipe Juan Carlos, y que prácticamente nadie entendió en aquel entonces, se fue revelando con el tiempo…
Para empezar, a pocos meses (14) de la muerte del dictador, el Tribunal de Orden Público (TOP) se «disolvió». Al día siguiente, de los 16 miembros que lo componían, 10 pasaron a la recién creada Audiencia Nacional. Los restantes 6 al Tribunal Supremo. Una Justicia represora y fascista «transformada» de la noche al día en Justicia Democrática. Si tenemos en cuenta que el TOP era sencillamente un órgano represivo, que los delitos de su competencia se encargaban a la Brigada Político Social que torturaba o hacía «desaparecer» detenidos, y que esos supuestos delitos consistían en «reunión ilegal», «desórdenes públicos», «manifestación ilegal»,etc., podemos entender por qué la «justicia» en España se sigue escribiendo en minúsculas y entre comillas. Falta mucho por cambiar…
Pero la distorsión de la realidad, la posverdad, se siguió usando en esos años y los siguientes: los ministros de Franco se convirtieron de la noche a la mañana en «demócratas de toda la vida». Algunos se pasaron a la UCD de Adolfo Suárez (penúltimo Secretario General del Movimiento, léase Falange) y pasaron a denominarse «centristas». ¿Enemigos mortales de la Izquierda? ¡Qué va! Ahora simplemente rivales políticos, que hay que amoldarse al futuro…
Otros, los más cercanos al dictador genocida, conformaron un partido de Derechas y le llamaron Alianza Popular. Otra distorsión, otra creación de posverdad. Popular es una palabra que desciende del Pueblo llano, no de quienes ostentan u ostentaron un Poder Totalitario. Manipularon la palabra. Se apropiaron de algo que no les pertenecía ni de lejos. Años más tarde, sustituyeron «Alianza» por «partido». Pero la manipulación en la sociedad, la implantación de «su» posverdad, ya estaba hecha…
No contentos con eso, se apropiaron de otra palabra: Se hicieron llamar «liberales«. Miren ustedes, señoras y señores de la Derecha rancia española: Liberales eran los que en el siglo XIX se enfrentaban en el Parlamento a los Conservadores. Liberales eran los que creían en la Libertad, en los Derechos Sociales (aunque fueran muy distintos en esa época a lo que entendemos por ello hoy día). Liberales eran los que se oponían al Poder absoluto de la Corona. Es decir, todo lo contrario de los absolutistas, que eran lo más parecido a lo que ustedes representan ahora…
Ahora, la posverdad se usa para cambiar (otra vez) el relato de los hechos históricamente probados. Ahora se manipula a la gente menos preparada para inculcar desprecio a la Democracia y culto a líderes fascistas. Se difunde un relato falso de la dictadura negando que fue una de las peores épocas históricas en España. En nombre de la Verdad, tenemos que destruir ese falso relato. No se puede tratar de «vender» discursos, sino de contar los hechos…
Ángel Rivero García
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