«EL REGRESO DEL MARQUÉS DEL SEBADAL»

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Dicen que en las familias empresariales lo más difícil no es crear la empresa, ni siquiera mantenerla. Lo verdaderamente épico es dejarla ir. Pero en Inforcasa no hay espacio para épicas modernas ni herencias bien digeridas. Aquí lo que hay es una restauración digna de novela de época, con vuelta del patriarca incluida. Sí, señores y señoras, el padre ha vuelto. Y no como asesor, ni como jubilado con despacho simbólico, no. Ha vuelto al trono. Se acabó la república del heredero. Larga vida al Marqués del Sebadal.
 
El Boletín Oficial del Registro Mercantil, siempre tan discreto, nos trae el siguiente titular encubierto: “El hijo es apartado de la administración y el padre recupera el bastón de mando, no sin antes ajustarse el sueldo por si las moscas.”
 
Y todo en una misma jugada. En la mañana del 19 de junio se firma la paz: el joven Matías, heredero del imperio, es oficialmente cesado. Atrás queda su intento de modernizar, digitalizar o —peor aún— de tomar decisiones sin consultar al patriarca. Y entonces, en la misma bocanada, regresa Juan Francisco, el fundador, el visionario, el Marqués. Porque ya no hablamos de un simple administrador único. Esto es una institución con patas.
 
Y claro, como no se puede gobernar sin pompa, lo primero que hace el Marqués al volver es pasar revista a su remuneración. No vaya a ser que el hijo le haya dejado mal apañado el artículo 26 de los estatutos. Lo reescriben, lo corrigen, y se aseguran de que la corona no trabaje por amor al arte. Porque si se vuelve, se vuelve con dignidad… y con nómina ajustada al linaje.
 
Esto no es una empresa. Es una finca de honor. Y cada asiento del BORME, una proclama real. La sociedad limitada ya no es tan limitada cuando se gobierna como un cortijo. Y el nuevo lema podría ser:
“Todo para la empresa, pero que la empresa siga siendo mía.”
 
¿Qué futuro tiene Inforcasa con este cambio? Bueno, dependerá de si el hijo decide fundar su propio reino o si jura lealtad al nuevo-viejo régimen. Lo cierto es que en este castillo mercantil, el linaje manda, el apellido pesa, y el poder no se comparte: se hereda… y se recupera si hace falta.
 
Porque el Marqués del Sebadal no se retira. Solo observa, espera y, cuando el vástago se tuerce, regresa en carroza dorada con la escritura bajo el brazo y el artículo 26 afilado como daga.
 
Y claro, hay quien al ver esto también se pregunta…
 
¿Será simplemente una reconquista simbólica del trono? ¿Un ajuste doméstico entre generaciones? ¿O es que el Marqués se ha puesto al frente para supervisar la última operación de venta antes de cerrar el portón de la finca?
 
Porque cuando el padre regresa, modifica estatutos y ordena la sala… muchos ya no piensan en continuidad, sino en venta inminente. Y no sería la primera vez que, antes de firmar ante notario, alguien decide que el apellido quede bien visible en la factura final.
 
Juan Santana, periodista y locutor de radio
 
Florentino López Castro

Florentino López Castro

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