En política, las imágenes importan. Pero más importante que salir en la foto es tener derecho a estar en ella. Y eso es precisamente lo que se pone en cuestión tras la presencia del presidente del PP en Gran Canaria puesto a dedo, Carlos Ester, en un acto institucional del Ayuntamiento de Telde en el que no tiene cargo, ni representación municipal, ni papel alguno.
No se trata de un despiste protocolario ni de una casualidad. Estamos ante una forma de hacer política que confunde —o finge confundir— lo institucional con lo partidista, utilizando actos de todos para proyectar intereses de parte. La escena es clara: un evento municipal convertido, por presencia y gesto, en escenografía política, como si cualquier espacio público fuera susceptible de ser ocupado por quien se cree con derecho a ello.
La pregunta es inevitable: ¿qué hacía allí? La respuesta también: figurar.
Porque cuando no se gobierna, cuando no se lidera desde las urnas ni desde la gestión, queda el recurso del postureo, del “yo también estaba”, de invadir el encuadre para no desaparecer del plano político. Una estrategia vieja, pero cada vez más evidente.
El gesto no es inocente. La presencia del dirigente insular del PP parece buscar algo más que visibilidad: desdibujar roles, enviar mensajes cruzados y, de paso, empañar el papel institucional de la vicealcaldesa, María Calderín, la misma que en su momento soñó con una moción de censura para alcanzar la alcaldía que terminó en fracaso político y silencio incómodo. Cuando no se logra el poder por los cauces democráticos ni por los acuerdos, se intenta recolocar el relato… aunque sea a base de fotos.
Lo preocupante y vergonzante no es una imagen concreta. Lo verdaderamente grave es la normalización del intrusismo político, la idea de que los actos institucionales son tarimas disponibles para dirigentes que no representan a la ciudad. Hoy es una foto. Mañana será un atril. Pasado, una decisión que no les corresponde.
Telde no necesita más figurantes ni políticos jugando a ocupar espacio sin mandato. Necesita respeto institucional, claridad de roles y responsabilidad democrática. Porque cuando la política se reduce a salir en la foto, la ciudad siempre acaba fuera de foco.
Y ese desenfoque, al final, lo paga la ciudadanía.
Juan Santana, periodista y locutor de radio
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