La moción fantasma vuelve a hacer de las suyas en la política de Telde. Yo creía que el alcalde tenía claro lo que dijo el pasado jueves en el programa El Pulso, aquí en Onda Guanche… pero empieza a dar la sensación de que no tanto.
La pregunta inevitable flota en el ambiente:
¿Sabe algo más el alcalde sobre la moción de censura que no quiere —o no puede— decir?
¿Habrá silencios impuestos por esos famosos 6 millones de euros llegados desde el Gobierno de Canarias que parecen tapar más bocas que una mordaza institucional?
¿Será el mismo motivo por el que tampoco se oye ni una palabra clara sobre el Gobierno de Canarias y el escándalo crónico de las playas cerradas?
Después de escuchar la respuesta de Juan Antonio Peña en El Pulso, uno llega a una conclusión firme: la famosa moción de censura de Telde ya pertenece oficialmente al género del realismo mágico institucional. Esto ya no es política: es fantasmagoría administrativa.
La frase para enmarcar:
“Yo no lo sé con certeza, me entero por los medios. No hay ninguna operación real contra este gobierno.” Maravilloso. No sé nada… pero lo niego todo. Una maniobra mental digna de manual de supervivencia política 101.
Y para rematar, la sentencia estrella:
“De no conocerla… a negarla…”
Nueva doctrina teldense: Investigar es opcional.
Negar es obligatorio. Por decreto tácito.
Escuchándolo en El Pulso empezaron a cuadrar muchas cosas. Sobre todo aquella escena de comedia fina ocurrida el pasado viernes durante la presentación oficial de la Navidad.
Allí estaba la supuesta candidata a sustituir al alcalde por la famosa “moción inexistente” del PP, María Calderín, sentada entre el público —no en la mesa presidencial, sino en una discreta silla de espectadora— con la mirada fija hacia la presidencia del acto… como quien contempla el palco que siente que le pertenece por derecho propio.
El gesto lo decía todo:
“¿Por qué yo no estoy ahí arriba?”
Todo envuelto en una pose de ratita presumida de teatro municipal: contando focos, buscando cámaras, respirando farándula política.
Y como toda buena función tiene su epílogo dramático, al terminar el acto salió disparada a comentar la obra con su ratoncito de turno, entre susurros de pasillo y dramatismo de camerino, soltando la frase que resumía a la perfección el espectáculo:
— “¡No me invitó a subir al escenario!”
Una queja digna de premio teatral: protagonista sin papel, actriz sin parlamento, candidata sin candidatura… pero con un entusiasmo escénico digno de alfombra roja.
Mientras tanto, Telde sigue asistiendo a este vodevil político diario: mociones fantasma, candidatas invisibles, miradas clavadas al poder y ratoncitos sueltos recogiendo crónicas de corrillo…
Y la ciudadanía —auténtico público cautivo— aguarda paciente a que algún día se estrene la única función realmente necesaria: la de gobernar bien y resolver los problemas reales del municipio.
Hasta entonces, al menos, el humor no falta. Porque en el Ayuntamiento de Telde, la comedia es el único servicio municipal que jamás se retrasa.
Juan Santana, periodista y locutor de radio
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