El agua de mar está compuesta por SALES MINERALES y GASES disueltos en ella. La SALINIDAD del agua de mar se mide por la cantidad de sales presentes por litro de agua, habiéndose establecido un promedio de 35 gramos (3’5%) por cada litro de agua. En esos 35 gramos por litro —que hacen el 100%—, destacan con valores aproximados, el Cloruro (19 gramos: 54%), y el Sodio (10 gramos: 30%), seguido del Sulfato (2’6 gramos: 7’6%), Magnesio (1’3 gramos: 3’7%), Calcio (0’38 gramos: 1’2%) y otros elementos como el potasio, bicarbonatos, … (0’66 gramos: 1’9%); también hay más de 70 oligoelementos, como el Zinc y el Selenio, en cantidades diminutas.
Los principales GASES disueltos son el Oxígeno y el Dióxido de Carbono que permiten el intercambio de gases para la respiración y la realización de la fotosíntesis. El Cloro y el Sodio que forman la sal común (Cloruro de Sodio), representan más o menos el 85% de las sales disueltas.
Si los MINERALES disueltos en el agua de mar son esenciales para la vida marina, también lo fueron en la teoría de la evolución de Charles Darwin, que explica que las especies cambian gradualmente a lo largo de millones de años impulsado principalmente por la selección natural —donde los organismos con características más favorables para su entorno tienen más probabilidades de sobrevivir y reproducirse, transmitiendo esos rasgos a su descendencia—.
La MINERALIZACIÓN del mar es un proceso completamente natural y constante, resultado de procesos geológicos y biológicos a largo plazo. La evaporación del agua superficial deja atrás las sales y minerales, aumentando su concentración en el volumen de agua restante y manteniendo la salinidad general de los océanos a lo largo del tiempo.
La MINERALIZACIÓN del “AGUA MINERAL NATURAL” —no tratada químicamente ni modificada artificialmente y cuya composición mineral es constante y característica del lugar donde brota—, se obtiene directamente de manantiales y acuíferos subterráneos; y la MINERALIZACIÓN del “AGUA MINERALIZADA” —tratada artificialmente mediante la adición controlada de minerales— no siempre es natural. Y por otro lado, el AGUA DESMINERALIZADA que es la que se somete a procesos como la ósmosis inversa o destilación para eliminar la mayoría de los minerales, que es útil para usos industriales, pero que no se recomienda como agua de consumo habitual.
El HOMO SAPIENS actual, necesita para su bienestar una MINERALIZACION adecuada a sus necesidades, y que en función del RESIDUO SECO a 180°C —minerales disueltos en el agua—, puede clasificarse como:
Muy débil (<50 mg/L) Uso preferente: Alimentación infantil y patologías que lo precisen. Débil (50-500 mg/L) Uso: Consumo diario general. Fuerte (>1500 mg/L) Uso: Preferencias de sabor y otras apetencias. También hay otras clasificaciones del agua, como por ejemplo, por su contenido en Sodio (Na), que si es bajo, menos de 20 mg/L, se denominan hiposódicas —que serían útiles por ejemplo para hipertensos sodio sensibles, pues tendrían un mejor control de su HTA si las incluyese en su dieta; y las hipersódicas, con más de 200 mg/L.
Si se busca un agua con composición equilibrada, sin tratamientos químicos y con garantía de origen, lo ideal es optar por un agua mineral natural certificada. Y se padece alguna patología crónica y/o se tiene algún desequilibrio, hay que asesorase para saber que agua se debe consumir habitualmente para no errar. El problema está en que los etiquetados de los envases, no son INEQUÍVOCOS; por lo que, habría que exigir que los etiquetados sean iguales en todas las marcas, que describan con claridad —con fácil lectura— los componentes, el registro sanitario, la procedencia del agua, la fecha de caducidad, el análisis químico completo, con el valor del Residuo Seco, …. Por ejemplo, he encontrado estos días en los puntos de ventas que frecuento, que a pesar de que en los envases recomiendan proteger el agua de la luz solar, los envases no están tintados para el caso; que hay una marca que si lo está, pero que se publicita como agua indicada para dietas pobres en Sodio y en preparación de alimentos infantiles, pero no especifica los miligramos por litro de Sodio, ni tiene impreso la cifra de Residuo Seco, tan importante para saber si es un agua de MINERALIZACIÓN débil como se publicita, o de muy débil, como “da a entender” recomendando esta agua para la alimentación infantil.
Una vez más, habría que apelar para que haya un control estricto de la distribución de este elemento tan vital para la población; y sobre todo, por la gran dependencia que se tiene en Canarias por ser una región ultraperiférica de la UE, donde gran parte de la procedencia del agua embotellada que se consume proviene de fuera de las islas.
Tomás Arencibia Mireles
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