«LAS INVISIBLES QUE CUIDAN A TODOS, MENOS A ELLAS MISMAS»

Comparte esto:
Mientras la ciudad duerme, ellas despiertan antes que el sol. Mientras otros planifican presupuestos y discursos, ellas limpian heridas, preparan desayunos, cambian pañales y sostienen la vida de quienes más lo necesitan. Son las trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio de Las Palmas de Gran Canaria, mujeres —en su mayoría— que cada día recorren los barrios con una sonrisa, aunque su nómina no haya llegado. Porque sí, a estas alturas de noviembre, siguen sin cobrar.
 
Y lo más grave no es solo la falta de dinero, sino la falta de respeto. Nadie les ha dado una explicación convincente. Les dicen “tranquilas”, “ya se resolverá”, “es cuestión de días”. Pero mientras los días pasan, las neveras se vacían, los recibos vencen y el miedo aprieta. Porque las facturas no entienden de burocracia y el hambre no espera al visto bueno de un interventor.
 
Ellas no piden lujos, piden dignidad. Piden cobrar lo que ya trabajaron, lo que ya sudaron, lo que ya entregaron con amor y profesionalidad a cientos de personas mayores y dependientes que dependen —literalmente— de su entrega. Ellas son las manos que alimentan, que limpian, que acompañan, que consuelan. Son la red humana de la ciudad. Y hoy, esa red está rota por la indiferencia.
 
Mientras tanto, en los despachos, silencio administrativo y sonrisas institucionales. No hay prisa cuando el problema lo sufre quien no sale en la foto. Nadie se planta en la puerta de las casas donde las auxiliares llegan sin saber si mañana podrán llenar el depósito para ir a trabajar. Nadie escucha el llanto de una madre que no puede pagar la luz. Y lo más indignante: nadie asume la responsabilidad.
 
¿Dónde está la alcaldesa Carolina Darias? ¿Dónde están los concejales que prometieron defender los servicios públicos y los derechos laborales? ¿Dónde están los sindicatos que deberían estar ya encendiendo las alarmas en la calle? Porque este no es un problema menor. Estamos hablando de quienes cuidan de nuestros mayores, de nuestras madres, de nuestros abuelos, de las personas más vulnerables. Cuando ellas caen, cae toda la estructura del cuidado.
 
Y aún así, siguen trabajando. Siguen cumpliendo sus turnos, con el corazón cansado pero con la conciencia limpia. Porque su vocación pesa más que la injusticia. Porque no quieren abandonar a quienes las esperan cada mañana con un “gracias por venir”.
 
Pero basta ya. No se puede vivir de aplausos ni de promesas. Ni de mensajes políticos vacíos en los medios. Las trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio merecen respeto, merecen su sueldo, merecen justicia.
 
Y ojalá este grito llegue al despacho de la alcaldesa, para que escuche lo que tantas veces se calla: “No pedimos caridad, pedimos lo que es nuestro.”
 
Porque cuando una cuidadora no cobra, no solo se apaga una vida, se apaga la dignidad de una ciudad entera.
 
Juan Santana, periodista y locutor de radio
 
 
Florentino López Castro

Florentino López Castro

Deja un comentario