«EL SEPUKU DEL PP: MAZÓN CON EL PUÑAL, FEIJÓO CON LA KATANA Y SÁNCHEZ CON LAS PALOMITAS»

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Y ahora solo falta que Feijóo ponga en su agenda lo de Manuel Domínguez, el de los títulos universitarios made in imaginación política. Hay que reconocerle algo al PP: cuando mete la pata, no se conforma con el tobillo… va directo hasta el muslo. El mismo día que comienza el juicio contra el Fiscal General del Estado —una oportunidad de oro para dejar al Gobierno en evidencia—, al PP se le ocurre la brillante idea de decapitar a su propio barón. Ni los guionistas de “El juego del calamar” se habrían atrevido a tanto.
 
Tenían 365 días para elegir
 
Pero no: el PP es de esos que dicen «¿Que no soy capaz?… ¡sujétame el cubata!»
 
Y allá va Carlos Mazón, hundiéndose el puñal en el estómago en directo, mientras Feijóo, con su habitual expresión de “yo pasaba por aquí”, levanta la katana y zas: cabeza fuera, sin despeinarse.
 
El seppuku, también conocido como harakiri, es un ritual de suicidio japonés que consiste en cortarse el abdomen. Era una práctica del código de los samuráis, el bushido, para morir con honor en lugar de ser capturado o para expiar una grave deshonra o delito.
 
La ceremonia implicaba un corte rápido y profundo, y a menudo era realizada por un segundo (llamado kaishakunin) que decapitaba al practicante al final, para acelerar la muerte y evitar sufrimiento.
 
En la versión política del PP, el kaishakunin se llama Feijóo.
 
El partido que debía aprovechar el foco sobre el Fiscal General sentado en el banquillo decide robarse la portada… pero a sí mismo.
Hay que tener talento, pero del malo, del que se estudia en primero de desastre político.
 
¿Quién lleva el timón en Génova? ¿Un estratega, un enemigo infiltrado o un grupo de becarios con GPS roto? Porque esto ya no parece un partido político: parece una recreación en vivo del Titanic con banda sonora de Chiquito de la Calzada.
 
Mazón no cae por sus enemigos: lo empuja su propio equipo. Y Feijóo, desde Madrid, mira la escena con esa mezcla entre resignación gallega y alivio interior del que piensa: “uno menos que me hace sombra”.
 
Mientras tanto, los ciudadanos observan la tragedia como si fuera un episodio nuevo de Netflix: el Fiscal General en el banquillo, Mazón en el tatami, Feijóo empuñando la katana y Génova gritando ¡Corten!
 
El resultado: otra temporada más de “El PP se autodestruye”.
 
Y claro, ¿quién se frota las manos?
 
Pedro Sánchez, con sonrisa de monje zen, viendo el espectáculo desde Moncloa, con un bol de palomitas y su camiseta de “Keep Calm and Vote PSOE”.
 
Porque con esta oposición, Sánchez no solo llega a 2030… sino que igual le ponen una estatua en 2040. España necesitaba un contrapeso político, pero lo que tiene es un espectáculo de Sepuku improvisado.
 
Y ahora solo falta que Feijóo ponga en su agenda lo de Manuel Domínguez, el de los títulos universitarios made in imaginación política. ¿Para cuándo? Pues conociendo los tiempos del PP, quizás cuando empiece el juicio de Begoña… así todo queda equilibrado: una decapitación por cada noticia del Gobierno.
 
– Sayonara, Mazón.
 
Y que alguien esconda los cubatas en Génova, por favor.
 
Florentino López Castro

Florentino López Castro

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