La propuesta de reducir la jornada laboral semanal de las actuales 40 horas a 37,5 sin merma salarial ha reabierto un debate que trasciende la coyuntura política: ¿cómo organizamos el tiempo de trabajo en el siglo XXI? Aunque el proyecto de ley ha sido recientemente rechazado en el Parlamento, la cuestión no desaparece. Muy al contrario, parece llamada a convertirse en uno de los grandes temas de negociación colectiva de los próximos años.
Un debate con raíces profundas
La jornada laboral de 40 horas es un estándar que data de hace más de un siglo. Fue una conquista social en una época en la que las semanas de 60 o 70 horas eran habituales. Desde entonces, la productividad se ha multiplicado de manera exponencial gracias a la tecnología, la automatización y la formación de las personas trabajadoras. Sin embargo, el tiempo de trabajo apenas se ha movido en décadas.
En este contexto, la reducción a 37,5 horas semanales busca actualizar ese pacto social: repartir los beneficios del aumento de la productividad en forma de más tiempo libre, mejor conciliación y prevención de riesgos psicosociales. No es solo una cuestión de horas, sino de calidad de vida y de salud laboral.
Las ventajas de una jornada más corta
La evidencia disponible indica que reducir el tiempo de trabajo puede tener efectos positivos en múltiples frentes:
- Conciliación y bienestar: Más tiempo para la familia, el descanso y la vida personal, lo que se traduce en trabajadores más motivados y menos propensos al absentismo.
- Prevención de riesgos laborales: Disminuye el agotamiento físico y mental, reduciendo accidentes y enfermedades relacionadas con el estrés.
- Productividad: En contra de lo que podría pensarse, muchas experiencias piloto han mostrado que la productividad por hora tiende a aumentar cuando las jornadas son más cortas, al mejorar la concentración y reducir los tiempos muertos.
- Empleo: Puede generar nuevas contrataciones en determinados sectores para cubrir el mismo volumen de actividad, ayudando a reducir el paro.
Retos de implementación
Naturalmente, una medida de este calibre requiere un proceso ordenado. No todos los sectores tienen las mismas dinámicas: en algunos, la reducción puede implementarse sin apenas ajustes; en otros, puede exigir reorganizar turnos, reforzar plantillas o invertir en tecnología.
Además, el impacto en costes debe evaluarse con rigor, especialmente en pequeñas y medianas empresas. Por ello, la negociación colectiva y los acuerdos sectoriales serán clave para adaptar la medida a cada realidad productiva, evitando soluciones uniformes que puedan generar distorsiones.
Experiencias internacionales
La tendencia hacia jornadas más cortas no es exclusiva de España. Varios países han experimentado ya con este modelo, con resultados interesantes:
- Islandia realizó entre 2015 y 2019 uno de los mayores experimentos del mundo: 2.500 trabajadores redujeron su jornada a 35-36 horas sin recorte salarial. Los resultados mostraron mejoras en productividad, satisfacción laboral y salud.
- Reino Unido llevó a cabo en 2023 un ensayo de semana laboral de 4 días en 61 empresas: el 92% decidió mantener el modelo tras el piloto, al constatar reducción de bajas médicas y mayor retención de talento.
- Francia mantiene desde hace años la jornada de 35 horas semanales en determinados sectores, combinada con flexibilidad de distribución, lo que ha impulsado la creación de empleo en algunos periodos.
- Bélgica aprobó la posibilidad de concentrar la jornada semanal en 4 días, dando más opciones de conciliación.
Estas experiencias sugieren que la reducción del tiempo de trabajo es viable si se implementa de forma progresiva y adaptada a la realidad de cada sector.
Más allá de la ley
El hecho de que la iniciativa legislativa no haya prosperado no significa que el tema quede cerrado. Las empresas que apuesten por modelos de organización más sostenibles pueden incorporar reducciones de jornada de forma voluntaria, utilizándolas como herramienta de atracción y retención de talento. Del mismo modo, los sindicatos pueden plantear esta reivindicación en las mesas de negociación de convenios, abriendo paso a una transición gradual.
Mirando al futuro
La discusión sobre la jornada laboral es, en última instancia, una conversación sobre el modelo de sociedad que queremos construir. Si en el pasado supimos reducir la semana de seis a cinco días y consolidar las vacaciones pagadas, hoy podemos dar un paso más hacia una economía donde el tiempo libre sea un bien tan valioso como el salario.
Más allá de la coyuntura política, la reducción de la jornada laboral es una oportunidad para repensar el trabajo y hacerlo más compatible con la vida. Un desafío técnico, sí, pero también una invitación a diseñar un futuro más equilibrado y humano.
Antonio Rodríguez. Secretario General de SITCA, Sindicato Independiente de Trabajadores de Canarias.
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