«¡PROHIBIDO PASTOREAR QUE PARA ESO ESTÁN LOS INCENDIOS!»

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Tanto cuesta entender que la mejor manera de evitar un incendio es… ¡evitarlo! Pero claro, eso parece ser materia de un máster de esos que reparten como churros, porque aquí los sabiondos con corbata y sueldo público siguen dándole vueltas a la tortilla. ¡Qué pronto se olvidan de los años en que los pastores salían con sus ganados y el monte estaba más limpio que la conciencia de un político en campaña!
 
Yo no sé ustedes, pero de chiquillo, en Telde no recuerdo incendios cada dos por tres. Claro, porque había cabras, ovejas y burros que se comían hasta las malas ideas. Hoy, en cambio, lo que hay son decretos, normativas y sanciones. Han acorralado el ganado, prohibido que las cabras se den un paseo, y todo lo que antaño funcionaba ahora está en la lista negra de los iluminados que, en su infinita sabiduría, creen haber superado las leyes de Dios con las de su boletín oficial.
 
Así vamos, cuesta abajo y sin frenos, rumbo a otro verano de llamas, titulares y ruedas de prensa con lágrimas de cocodrilo. Eso sí, después vendrá la foto en la zona calcinada con casco y chaleco fosforito, que para eso sí hay permisos.
 
Y es que como decían nuestros abuelos —esos que, según algunos, no sabían ni hacer una “O” con un canuto— sabían más de la vida que todos esos catedráticos con másteres que, entre tú y yo, sirven para decorar estanterías y presumir en LinkedIn. Porque los viejos, con su sabiduría sencilla, conocían el monte, sabían cuándo soltar el ganado y cuándo recogerlo. Y gracias a eso, Telde olía a campo, no a ceniza.
 
Pero no, señores, se dejó de escuchar a los mayores. Ahora, en vez de cabras, tenemos comisiones de estudio, informes técnicos y aplicaciones móviles para avisar del riesgo de incendio. ¡Qué moderno todo! Mientras tanto, el fuego se frota las manos esperando su turno.
 
Pero ojo, no podemos echarle la culpa a nadie. A los que han puesto las normas y nos han cambiado la vida, los hemos puesto nosotros. Les hemos votado para que hagan con nuestras vidas lo que ellos quieren. Y ahora, faltan dos años para volver a decidir. Así que luego que no se queje nadie, porque las urnas son las cabras que ya no tenemos: si no las sueltas a tiempo, se te come el monte… a fuego lento.
 
Así que, queridos lectores, cuando vean la próxima columna de humo en la cumbre, no se pregunten por qué pasó. Pregúntense por qué dejamos de hacer lo que funcionaba cuando nuestros abuelos, sin títulos, pero con sentido común, mantenían esto verde y vivo.
 
Pero nada, sigamos inventando, que la naturaleza nos está aplaudiendo… ¡con llamas!
 
Juan Santana, periodista y locutor de radio
 
Florentino López Castro

Florentino López Castro

1 comentario en ««¡PROHIBIDO PASTOREAR QUE PARA ESO ESTÁN LOS INCENDIOS!»»

  1. Pero es fácil de los sabiondos en los despachos cobrando de los impuestos del pueblo y encima jodiendo al que trabaja y cargándose al sector primario y hay que darle millones de gracias a estos hombres y mujeres que trabajan en el campo manadas de imprudentes estos ingenieros y ecologistas de burros bendito sea Dios

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