El otro día, asistí a una de esas fiestas de barrio que tanto nos identifican como pueblo. Música, vecinos reunidos, olores familiares de comida hecha con cariño y alegría sincera. Todo parecía en su sitio, salvo un detalle que no pude dejar pasar: en el escenario, alguien había colocado una pintadera, uno de nuestros símbolos más antiguos y representativos… torcida.
No pude evitar acercarme a uno de los vecinos que había colaborado en el montaje. Le pregunté si se había dado cuenta. Su respuesta fue simple, casi resignada: «No cabía de otra manera, si ponía el panel en vertical, la pintadera taparía parte del escenario. Espero que nadie se dé cuenta.»
A lo que respondí con el alma en un hilo: «Espero que sí se den cuenta. Espero que haya más personas con sentimiento de identidad canaria, si no, tiro la toalla.»
Esa conversación me dejó pensando durante días. ¿Hasta qué punto conocemos y respetamos nuestros propios símbolos? ¿Cuánto valor le damos a lo que somos como pueblo? ¿Valoramos nuestra cultura?
La pintadera no es un simple adorno. Es un símbolo ancestral, un sello utilizado por los antiguos canarios, los primeros habitantes de Gran Canaria. Se usaban, probablemente, para marcar pertenencia, identidad, propiedad o incluso con funciones rituales. Su diseño geométrico, tan característico, no se ha encontrado en ninguna otra isla: es única de Gran Canaria. Y sin embargo, muchos la ven como un simple dibujo “bonito” sin conocer su profundo significado.
Este desconocimiento no es culpa de uno solo. Es el reflejo de una desconexión que se ha ido gestando con los años, entre nuestra vida cotidiana y nuestras raíces. El sentimiento de pertenencia no se transmite solo con banderas o camisetas. Se cultiva con respeto, con educación, con cariño a nuestra tierra, nuestras costumbres, nuestra historia, nuestros juegos y deportes y nuestra cultura. Y también con pequeños gestos, como colocar una pintadera correctamente.
Mantener vivas nuestras tradiciones no es una cuestión de nostalgia, es una necesidad vital. En un mundo que globaliza y uniforma, el canarismo no debe ser una moda pasajera, sino un compromiso con lo que somos. No para cerrarnos al mundo, sino para tener algo auténtico que ofrecer desde nuestra identidad.
La cultura indígena de los canaris es parte de ese tesoro que no podemos permitirnos olvidar ni tergiversar. Cada vez que explicamos a un niño lo que significa una pintadera, cada vez que elegimos palabras canaris para nombrar lo nuestro, cada vez que cantamos una folía o contamos una historia de los antiguos, estamos defendiendo la memoria colectiva.
No es solo cuestión de que la pintadera esté bien colocada en un escenario. Es que no podemos permitir que se tuerza el símbolo si queremos que se mantenga recta nuestra identidad.
Ojalá seamos muchas personas las que nos demos cuenta. Y las que no tiremos la toalla.
Diego Fernando Ojeda Ramos, fue concejal del Ayuntamiento de Telde y actualmente es asesor en la Consejería del sector Primario, Soberanía Alimentaria y Seguridad Hídrica del Cabildo Insular de Gran Canaria
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3 comentarios en ««NO DEJEMOS CAER LA PINTADERA»»
..esto que es un chiste?……..
😂😂😂😂
Vaya con el de nc,como los ciudadanos los rechazaron en las urnas se buscó echadero en el cabildo y para cachondeo en Seguridad Hidrica los que tienen la agricultura sin riego y gastan el agua en el turismo.
Bonito está para dar consejos.