Algo se está rompiendo en nuestros hospitales. Algo que no suena en los monitores, ni se ve en las radiografías, ni aparece en los historiales clínicos. Algo que no se mide con pruebas, pero se siente en el pecho. Porque cuando un paciente entra en urgencias, no solo trae síntomas: trae miedo, vulnerabilidad, incertidumbre. Y si no lo sabe quién le recibe, ¿quién lo sabrá?
En el Hospital Insular de Gran Canaria —más que en el Dr. Negrín, aunque ambos reflejan la tendencia— la deshumanización en la atención sanitaria ha dejado de ser una excepción y se ha convertido en rutina. La consulta se ha convertido en trámite, el pasillo en rutina, el enfermo en número de cama. Y aunque hay profesionales que luchan por mantener la calidez —porque los hay, y merecen ser reconocidos— la corriente general es cada vez más fría, más distante, más técnica que humana.
Nos dicen que es la sobrecarga, que faltan manos, que los turnos son inhumanos. Y es cierto. Pero también lo es que hemos dejado de enseñar a cuidar mientras curamos. Que las universidades han producido generaciones de médicos que son expertos en diagnósticos, pero no siempre en empatía. Que se aprende más de humanidad en una conversación con una anciana ingresada que en cien seminarios de bioética. Pero a veces eso no entra en el programa.
Durante años, seleccionamos a los mejores expedientes. La flor y nata del aula. Y les dijimos que lo importante era curar, intervenir, acertar. Pero olvidamos recordarles que, a veces, una palabra amable, una escucha sin prisa o una mirada cómplice hacen más que el tratamiento más puntero.
Como canta Joaquín Sabina, con esa puntería de los que ya lo han vivido todo: “Y los mejores estudiantes se doctoren con honores en el arte de ignorar”.
Porque ignorar el dolor que no se ve, el miedo que no se pronuncia, también es una forma de herida. Porque un hospital no puede convertirse en una fábrica de diagnósticos. Tiene que seguir siendo un refugio de cuidados.
Y el futuro ya se anuncia brillante: quirófanos inteligentes, resonancias de alta definición, robots que operan con precisión suiza. Pero… ¿quién consolará al niño que llora? ¿Quién sostendrá la mano del anciano que no tiene a nadie? ¿Quién sabrá traducir al lenguaje humano eso que la máquina no detecta?
Lo dijo el profesor Rozman, con esa claridad que no necesita bisturí:
“No se puede ser buen médico si no se es buena persona.”
Y no basta con decirlo. Hay que enseñarlo. En las universidades. En los hospitales. En las casas.
Porque esto no solo ocurre en la sanidad. Ocurre también en la escuela, en la calle, en nuestras propias familias.
Y ahora que termina el curso escolar, que celebramos los sobresalientes, las matrículas de honor, las notas impecables en el boletín… quizás haya que abrir otra libreta, una más importante: la de la educación emocional, la del respeto, la del saber escuchar. Ese curso que se llama «humanizarnos» y que deberíamos cursar en vacaciones, con nota de honor.
¿Seremos capaces?
Juan Santana, periodista y locutor de radio
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3 comentarios en ««CURAR NO BASTA: CUANDO LA BATA PIERDE EL ALMA»»
Emotivo y certero artículo.
Los profesionales de la salud han evidenciado con protestas está realidad, en diversas ocasiones. Pero ¿dónde están los pacientes, los potenciales enfermos y sus familiares? ¿Es que no nos damos cuenta de las condiciones en que ejercen los sanitarios, con escasez de recursos y sobrecarga de trabajo? ¿Es que no nos damos cuenta que se degrada la sanidad pública para beneficiar el negocio de la privada? ¿Porque los usuarios de la sanidad pública, no protestamos y reclamamos para una mejor atención a nuestra salud y evitar que hagan negocio con lo más preciado que tenemos? Sí entre todas las personas usuarias de la sanidad pública no paramos el desmantelamiento de la misma, la inmensa mayoría lo lamentará y lo padecerá con deterioro de su salud, falta de atención médica y muertes prematuras por falta de atención o mala atención. Así, menos lamentos y más hechos concretos para defender la sanidad pública.
Los médicos devuelven a la sociedad lo que ésta les da, ni más ni menos…
Se ha instalado en esta sociedad desnortada y de selfies por interes politico de que tienen derechos y que los deberes son siempre de otros……….pero tambien saber que hay personal sanitario que trabaja 24 horas es inadmisible. Mi APOYO siempre ha dicho personal,la gran mayoria son geniales.