«Todavía no soy consciente de que Yurena se haya ido para siempre, la siento dormida»

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«No he asumido que mi hija se haya ido para siempre, y menos de la forma en que lo hizo», admitió abrumada Lidia Esther Henríquez, madre de Yurena López, la joven asesinada el pasado año por su pareja en Telde. Su hija le fue arrebatada de forma injusta, y ella aún no lo ha superado. Con tristeza y pesar se acercó ayer al cementerio de San Juan, en Telde, para brindarle un merecido homenaje a su pequeña y recordar los momentos juntas.

El buen tiempo acompañó durante las primeras horas del día e iluminó los pasillos de los camposantos de Telde, donde cientos de personas se aglomeraron para dar color a estos espacios en el día de Todos los Santos. Personas mayores, jóvenes e incluso niños no perdieron la oportunidad de recordar a sus seres más queridos en esta fecha tan señalada, así como tampoco lo quiso hacer Henríquez, que acude por segunda vez a homenajear a su hija junto a su padre, abuelo de la joven, Salvador Henríquez.

El 23 de marzo del año pasado, Yurena López fue asesinada a manos de su pareja con tan sólo 23 años. Este la estranguló hasta su muerte en el interior de un invernadero en el barrio de Lomo Magullo, donde residían, y después la escondió en el maletero de su coche. «No me explico cómo hay gente que es capaz de quitarle la vida a una persona», declara la madre de la joven con el rostro enrojecido y el ceño fruncido por la frustración que siente.

Las fotografías, cartas de despedida, velas e incluso un rosario que le han ido depositando familiares y amigos desde su fallecimiento en el nicho de la joven consiguen que desprenda calor y cariño. «Me la imagino durmiendo en su alcoba, y continúo pensando que está con nosotros, aunque sea desde otro plano diferente», confiesa con pesar y añade que «la siento todavía alrededor de mí, me sigue pareciendo que esta en casa con nosotros». No la olvidarán a ella, ni el suceso por el que tuvo que pasar en sus últimos minutos de vida y por eso su madre ha fundado recientemente una asociación que tratará de dar voz a todos aquellos familiares de víctimas mortales.

Justicia para las víctimas

Bajo el nombre de Estrellas Fugaces «buscamos dar apoyo y consejo a aquellos familiares que hayan perdido a un ser querido en circunstancias violentas, como pudiera ser un asesinato o incluso una desaparición», explica Henríquez, que aclara que no busca limitarse a mujeres asesinadas por violencia machista, sino a todo aquel que necesite ayuda.

Se mueven por toda España denunciando caso de violencia letal y luchando para encontrar la justicia «que muchas veces no nos brindan las instituciones», explica Henríquez. «Nos han tratado como la peste sin motivo, pues ahora seremos la peste para todas las asociaciones públicas que no han querido tendernos la mano», resalta con cierto enfado Henríquez, pues considera que «hay mucho ocultismo en ciertos casos, y eso hay que sacarlo a la luz, denunciando». La asociación cuenta con el apoyo de 300 familiares y organiza un concierto solidario para la recaudación de fondos.

«Hace poco que nos inscribimos como asociación, pero llevamos más de un año dando el callo y estudiando para poder dar salida a ciertos casos que no se han tratado bien en este país», afirma contundentemente la madre de Yurena, «que ahora reposa junto a su bisabuela Lola», concluye Henríquez con una sonrisa triste. En su muñeca luce una pulsera que reza «Prohibido rendirse», por lo que seguirá luchando.

Lidia Esther no es la única madre que visitó ayer el camposanto. Almudena Pérez tiene 28 años y reside en el barrio de San Juan. Acudió ayer al nicho de su hijo Hugo, que murió con apenas 30 semanas hace dos años y que ahora se encuentra rodeado de sus familiares y de las rosas rojas que estos han depositado en su lecho para que se sienta siempre acogido. «El primer año la tuvimos decorada con flores blancas, es nuestro ángel», explica su madre mientras observa con ternura el lugar donde yace su pequeño y sujeta la mano de su otro hijo. Acude al cementerio varias veces durante el año, y no solo en fechas importantes. «Me aseguro de dejarle cartas y flores siempre, aunque me molesta que haya poca seguridad y suelan robar», señala.

A pocos metros se encuentra Carla Pulido, de 21 años, que retira cuidadosamente las redecillas que encadenan los pétalos de los crisantemos Anastasia que ha traído para su abuela, y para los padres de esta. «Nos enseñaron que hay que cuidar de los nuestros, y no dejarlos desamparados», explica y aclara que tiene por costumbre visitar a sus difuntos cada dos semanas como mínimo junto a su hermano, de 29 años. «No es algo de un sólo día al año, eso sí sería muy triste», añade, y explica que se muere de pena cada vez que asiste al cementerio y ve los nichos cercanos a los de su abuela sin enramar.

Recuerda a su antepasada Milagrosa con especial cariño. «Me crié con ella, me hace mucha falta todavía», explica, pues hace ocho años que falleció. Vive con su abuelo, José Pulido Ramírez, y ha aprendido que a los que ya no están hay que honrarlos cada día. «No se suele ver a mucha gente joven, pero ellos sí están aquí siempre que pueden», cuenta su abuelo orgulloso, mientras Carla sonríe con lágrimas acumuladas en los ojos. Asimismo, los hijos también lloran la muerte de sus padres, y los hermanos Segundo y Ángeles visitan el nicho de sus progenitores. «Esto es un homenaje, pero lo importante está en rezarles, porque ellos nos escuchan», declara su hijo, que decora la fachada con crisantemos rosas y blancas. «Más vale algo sencillo y con sentimiento que intentar demostrar sin alma», declara.

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La Provincia-Dlp

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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