«Políticamente competente»

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A veces, las obviedades, las dejamos pasar y no reflexionamos sobre ellas. Quizás por eso mismo, porque muchas cosas son obvias y no las cuestionamos. Lo damos por sabido. Sin embargo, creo que es divertido cuestionarse casi todo. No se trata de ser un incrédulo. Tampoco de ir por la vida fastidiando. Simplemente creo que es un buen ejercicio de autocrítica. Pensar, en el día a día, sobre las cosas que te afectan para intentar aportar algo e implicarte. Por ejemplo, una cuestión que está de moda es: ¿para qué sirven los políticos?

Sin duda alguna, la pregunta se podría plantear, ya que durante años y además sin estar en crisis, ha habido muchas ideas, mucho dinero y muchas cosas hechas como infraestructuras de todo tipo, carreteras, aeropuertos, puertos, vías para trenes; planes de empleo en todos los sectores; universidades llenas de alumnos y alumnas… y así muchas cosas más. Y resulta que tenemos unas tasas de fracaso escolar preocupantes,
unos niveles de desempleo alarmantes y como consecuencia, la pobreza en la que viven muchas personas, que es todo un azote social.

Nuestro sistema democrático nos permite elegir cada cuatro años a las personas que deben dirigir el proyecto de sociedad y solucionar los principales problemas que nos afectan. Es muy saludable y todo un privilegio saber de esta participación y ejercerla es una responsabilidad y una obligación para todos. Precisamente, para implicarnos y no sólo quejarnos.

El problema está en ese desencanto y desafección de muchas personas a la hora de elegir y de hablar de sus representantes, de sus servidores. Y es porque no consideran que son lo suficientemente competentes. Y esto es evidente, porque no se han sabido resolver los principales problemas que nos afectan, aunque a algunos más que a otros, desgraciadamente.

¿Y qué es ser competente como político para cumplir con tu función representante de los ciudadanos? Pues primero hay que definir las funciones. Y además de la que más se presume, que es la de “tomar decisiones”, están otras dos igual de importantes y de las que se olvidan muchas veces. Una es la de ejercer un rol de relaciones interpersonales para hacer de representante y comunicarse con sus compañeros, que no son sólo los del gobierno, son también todo el equipo de trabajadores y trabajadoras. La otra función es la de transmitir información, como receptor que es de mucha de ella, por la función central que se ejerce. Además, debe explicar contenidos y valores del área que dirige y los efectos transversales que produce.

A partir de aquí hay “cuatro patas” que definen la competencia como gestor político. La primera y la segunda son fundamentales. Saber de hechos y tener conocimientos, para comprender la realidad a la que ha de servir como representante de los ciudadanos. La tercera, tener las habilidades para dirigir recursos humanos, hacer equipo y ejecutar el presupuesto de dinero público según los hechos y los conocimientos de esa realidad que
le procuraran consensos y acuerdos en las decisiones. Y la cuarta y última, hacer todo esto, con normas, valores y actitudes como referente y ejemplo público.

Son las organizaciones, las que deben velar por todo esto, para que las personas que nos dedicamos a ejercer un cargo como representantes y servidores públicos, volvamos a ganar en credibilidad. Todo lo demás sobra, la política no es ni para tener poder, ni para sentirte importante, ni para tener un sueldo, ni para venir a enriquecerte ilícitamente.

(*) José Miguel Álamo Mendoza, concejal del PP en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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