«La tuna: Razón de amor, de pan y vino»

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Cualquier persona hoy en día sabe que la Tuna es un grupo de estudiantes, que ejercieron tal actividad en pasado o lo hacen en el  presente, que cantan, tocan, dan serenatas y viajan por el mundo gracias a sus habilidades artísticas, entendiendo el arte como cualquier actividad que exprese ideas, emociones o una visión del mundo a través de cualquier recurso. Ese estudiante a la vez cantor, músico, juglar, poeta y bohemio es una tradición que entronca con las raíces humanísticas europeas de los siglos XIV y XV rompiendo las tradiciones escolásticas medievales y buscando descubrir al hombre y dar un sentido racional a la vida.

Ya en el año 1348 el Rey Sabio, Alfonso X hacía referencia a los Tunos y Sopistas en su Código de las Siete Partidas definiéndola como “Tuna es Yuntamiento que es fecho d´escholares trovadores, por aver mantenencia, andar las tierras e servir dueñas dellas con cortesanía». Reinando un antepasado suyo, Alfonso VIII, se fundó en Palencia en el año 1212 el primer Studium Generale, institución de la que surgieron las Universidades medievales. Los studia generalia debían cumplir tres condiciones: estar abiertos a estudiantes de cualquier procedencia geográfica, impartir enseñanza superior en alguna de sus Escuelas o Facultades (Artes, las siete disciplinas del Trivium y el Quadrivium, Medicina, Derecho y Teología), y disponer de diferentes maestros para cada uno de los temas objeto de enseñanza. Es por ello que a los mismos acudían estudiantes de todas procedencias y condiciones sociales.

De entre éstos, los sopistas, predecesores de los actuales Tunos, eran estudiantes pobres que con sus músicas y canciones, con su simpatía y picardías, recorrían figones, conventos, calles y plazas a cambio de un plato de sopa (de ahí su nombre) y de unas monedas que les ayudaban a costear sus estudios. Cuando anochecía y una vez sonaba la campana de queda o recogida, salían a rondar los balcones para enamorar a las féminas que pretendían. Recibían el nombre de sopistas porque de ellos se decía que vivían de la sopa boba; siempre iban provistos de cuchara y tenedor de madera, lo que les permitía comer en cualquier lugar donde se les presentaba la ocasión. Estos cubiertos de madera eran distintivo de los sopistas, siendo en la actualidad símbolo de todas las Tunas Universitarias.

Emilio de la Cruz Aguilar, Profesor de Historia del Derecho y Vicedecano de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid además de Tuno de esa Facultad y uno de los máximos historiadores de la Tuna, afirma en el Libro del Buen Tunar que la Tuna es maestra de vida, y todos los que afortunadamente así lo hemos vivido lo sabemos. Lo primero que ejercita es la humildad, puesto que muchos estudiantes universitarios gracias al pasar de una pandereta y recibir dinero por sus sencillas habilidades han conocido los mejores lugares y plazas de este y otros países. Luego enseña generosidad, pues siempre es virtud, y así se aprende en la Tuna,  el cantar y tocar por el mero pago de una sonrisa. También aporta mundo y saber estar, porque al fin y al cabo viajando, hablando y conociendo lo más variopinto de los más recónditos lugares lo que se aprende es tolerancia.

La Tuna, por tanto, responde a una fórmula tan sencilla y simple como lo es la propia esencia del estudiante: un grupo de universitarios que tocan y cantan, que componen o simplemente hacen gracia sin maldad alguna. Esta realidad hace, por mucho que algunas y algunos se empeñen, que la Tuna no sea de una época ni de un partido político, y que haya traspasado la frontera de los tiempos modernos sin llegar a desaparecer pese a las profecías que así lo auguraban desde la del Barón de Davillier en 1862 a la de Fuentes y Ponte en 1872 que afirmaban con tanta rotundidad como clarividencia que de los Tunos y de la Tuna solo quedaría en estos tiempos el recuerdo.

Los falsos progresismos, que están lamentablemente conformando una adulterada realidad de progre ignorancia, afirman con tanta contundencia como desconocimiento que la Tuna es de derechas; gran equivocación esta pues en la Tuna han cabido, caben y cabrán izquierdas, derechas y centros, trasciende y trascenderá a la política atravesando épocas o regímenes sin significarse ideológicamente como Institución pero no por ello dejando de dar cabida entre sus filas a grandes personajes públicos que en este país han sido y son, que van, por citar algunos, desde Juan Echanove, Jesús Puente, Juanjo de la Iglesia,  Marc Parrot, José Luis Perales o Joaquín Sabina, a Castelao, Blasco Ibáñez, Rafael Altamira, Narcis Serra, Antonio Hernández Mancha, Jordi García Candau, Javier Nart, Xose Manuel Beiras, José María Álvarez del Manzano o Adolfo Suárez.

“En la Tuna, que es crisol de amigos nuevos y probanza de antiguos, se encuentran firmes amistades y amores, platónicos y no platónicos, constantes y efímeros que forman un colorido grupo humano. Con los viajes se aprende a conocer a los demás, a tolerarlos y a sentirse parte de una humanidad que sobrepasa las fronteras y las lenguas, siendo los Tunos, sin haberlo pretendido, los continuadores de una tradición secular.” Libro del Buen Tunar. Emilio de la Cruz y Aguilar, 1967.

Alfonso J. López Torres@AlfonsoJLT

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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