«La revolución de las relaciones intergeneracionales»

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Las relaciones sociales a lo largo del mundo siguen aún un patrón basado en el antagonismo, el clasismo y el género. En clave interna, las distintas estadísticas nacionales confirman la pauta: no importando el nivel de empobrecimiento generalizado, los ricos siguen aumentando en número y en poder y las mujeres siguen a la cola en todos los parámetros de acceso a bienes y oportunidades.

Con modos aún más cruentos, este es, también, el modelo que caracteriza a las interacciones internacionales. De las superpotencias con el resto y de los países desarrollados con los demás. Tras las declaraciones diplomáticas, lo que manda son los intereses de parte. El trágico resultado de las negociaciones de los mandatarios de la Unión Europea con los representantes de la población de Grecia para afrontar sus deudas con “los socios”, hace ver que, ni dentro de Europa, los débiles merecen el mínimo respeto.

No obstante, en las últimas décadas y sobre todo en las sociedades occidentales, las relaciones personales, familiares, vecinales y ciudadanas vienen experimentando notables cambios. En gran número, los adultos están dejando de agredir a los infantes y los hombres empiezan a dejar de reprimir a sus congéneres femeninas. No hace tanto tiempo –los mayores de cincuenta años lo sufrimos en nuestras carnes- la violencia psicológica y las agresiones físicas eran el día a día de la crianza y la educación, el autoritarismo machista presidía las relaciones de género y el patriarcalismo controlaba el poder en las familias.

Todo eso, aunque con dolorosas excepciones, ha dejado de ser normal. En la actualidad, los niños y las mujeres –al menos en las culturas occidentales- ya no se controlan con amenazas y golpes. Y, con ello, se ha abierto un canal de comunicación inédito entre las diferentes generaciones y géneros: las mujeres y los hombres, los adultos y los niños pueden hablar de sus vivencias, inquietudes y necesidades sin ser recriminados por ello.

Esto, como suele ser habitual en los asuntos humanos, no está ocurriendo sin contrasentidos, trivializaciones e incongruencias. De la naturalización de los abusos y los malos tratos no se ha pasado, sin más, a la comprensión y la armonía intergeneracional. Y así, las crisis personales, familiares y sociales están a la orden del día, pero por motivos muy distintos a los del autoritarismo: hemos pasado de un comunitarismo impuesto y represor a la inhibición ante cualquier pequeño disenso y a unas relaciones de mínimos y precarias.

A menudo, el compromiso, la responsabilidad y la disciplina se valoran como contrarias a la libertad, la autonomía y el cuidado, lo que nos lleva a la intemperie de unas relaciones maniatadas por el egoísmo de cada cual. Y no es eso, desde luego. La alternativa al patriarcado no es que los mayores vivan agobiados por los menores. La solución a las relaciones de convivencia impositivas no es la soledad de todos.

Aunque, si continuamos en la conciencia de que el respeto y la confianza pueden darse sin autoritarismos; si perseveramos en las prácticas de consideración mutuas; si dejamos de reproducir en nuestras relaciones el poder que nos explota y anula ¿Cómo los que nos desposeen y reprimen podrán prevalecer?

La revolución intergeneracional está en marcha. Y está ocurriendo en nuestras casas y en nuestros barrios.

Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social

http://bienvenidosapantopia.blogspot.com

Florentino López Castro

Florentino López Castro

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